El debate político venezolano ha derivado en un falso dilema respecto a la ubicación político ideológica de los actores presentes en el debate público de la nación.
Hay quienes, para justificar sus acomodos e intereses personales, se proclaman de “izquierda” o de “derecha” apelando a un conjunto de lugares comunes que no resisten el menor análisis, cuando se examina el contenido de las políticas que se ejecutan o defienden. De modo que según el momento histórico, y según la región donde se dé el debate, la etiqueta representa una política diferente, la una de la otra.
De por sí, las etiquetas de izquierda y derecha constituyen un reduccionismo para caracterizar de forma rápida a una persona o grupos de personas en el mapa de las ideas y de los partidos o corrientes políticas.
La historia es conocida. Todo tiene su origen en la Revolución Francesa y, más concretamente, en la convocatoria de los Estados Generales por el rey Luis XVI el 5 de mayo de 1789. Los monárquicos se sentaron a la derecha y los revolucionarios a la izquierda.
De acuerdo con el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto, Christopher Cochrane, “fue completamente accidental que los monárquicos se sentasen a la derecha y los revolucionarios a la izquierda. Si se hubieran sentado al revés, hoy la derecha sería la izquierda y viceversa. Por tanto los términos izquierda y derecha son completamente arbitrarios. Lo que no fue arbitrario era que las personas sentadas en cada lado eligieran hacerlo con ciertas personas, y en contra de otras”.
El uso, entonces de esas etiquetas, representan en muchos casos y momentos políticas radicalmente diferentes. Puede, en algunos contextos, sobre todo de democracias plenas, permitir una ubicación en el mapa ideológico o político de una sociedad, pero siempre es muy importante examinar el contenido del paquete de ideas y propuestas que bajo esas etiquetas se le presentan a la misma.
Pero en una sociedad como la nuestra, el fondo del problema principal que está planteado no es un debate entre la izquierda y la derecha, visto el mismo, por ejemplo con los contenidos hoy en día vigentes en la política europea.
Lo que está frente a nosotros es un debate entre el autoritarismo y la democracia. Entre los que se han entronizado de forma abusiva en el poder y los que luchamos por un cambio político que permita restaurar el Estado de Derecho. Lo que está planteando es un debate entre quienes han hecho de la violación masiva de los derechos humanos el eje de su actuación pública, y los que defendemos su plena vigencia.
Hay quienes se autodefinen de izquierda, y por tal razón, consideran imposible coincidir con quienes cuestionamos al régimen de Maduro por su claro comportamiento autoritario. Es más, esa faceta, a mi modo de ver la más protuberante y letal para el bienestar de nuestra patria, debe constituir el eje transversal que defina el comportamiento de los ciudadanos, pero especialmente de los actores políticos.
De modo que no resulta éticamente sostenible en el seno de un autoritarismo del siglo XXI, como el que vivimos en Venezuela, marcar distancias por otros temas de la agenda política contemporánea.
Nosotros los venezolanos debemos privilegiar en esta hora el rescate de la democracia. La construcción de un Estado auténticamente democrático capaz de sustituir el actual, caracterizado por el presidencialismo avasallador, el centralismo, el militarismo y el estatismo asfixiante.
El cambio no se limita a derrotar al madurismo y excluirlo de los escenarios del poder. El cambio debe ir al modelo de Estado, al tipo de economía opaca y estatista, y sobre todo, a la cultura autoritaria que ha venido permeando al todo social venezolano.
Ya recuperada la democracia como forma de vida y de gobierno, entonces podremos abordar el contenido de las políticas públicas que los gobiernos, parlamentos, partidos y ciudadanos asuman.
Entonces podremos entrar a fondo a temas que ahora debaten otras sociedades, que con sus democracias vigorosas, con sus economías productivas y desarrolladas pueden examinar más a fondo los temas de las inequidades, discriminaciones, o sobre el metaverso y las nuevas dimensiones de la economía, la ecología y la sociedad global.
Nosotros, en Venezuela, dimos un salto hacia el pasado. Estamos anclados en la búsqueda de la democracia, la tolerancia y la Paz.
Estamos tratando de sobrevivir después de la catástrofe económica que el saqueo y el llamado socialismo del siglo XXI nos produjo. Por eso resulta superfluo, a estas alturas de nuestra tragedia, tratar de simplificar el debate a una etiqueta. Sobre todo si ella es para justificar un régimen profundamente ineficiente, corrompido y arbitrario como el que lidera Nicolás Maduro.
La unión de los demócratas se convierte, entonces, en la prioridad para la conquista de la democracia. Establecido el Estado de Derecho podremos entrar a dilucidar qué contenido de políticas públicas y de valores le colocaremos a los paquetes ideológicos que con cada etiqueta se presenten para el debate y para la acción de la sociedad.