Una investigación llevada a cabo por Cecodap y el Centro de Investigaciones Populares (CIP) reveló que los migrantes venezolanos que retornaron al país durante la pandemia, regresan desinformados, sin recursos, sin apoyo y humillados.
La movilización del venezolano continúa. Pese al inicio de la cuarentena por covid-19, en marzo de 2020, los migrantes retornaron al país. «Notamos que hay un cambio en la caracterización de la movilidad venezolana. Antes eran los hombres los que partían primero, para luego llevarse a sus familias. Ahora son las mujeres las que se movilizan. Mujeres con niños y abuelas», explicó Mirla Pérez, miembro del CIP, profesora de la Universidad Central de Venezuela e investigadora.
Entre las características particulares de este peregrinaje se encuentra el cómo se hizo este viaje. Alexander Campos, miembro del Centro de Investigaciones Populares e investigador, explica que los venezolanos tomaron lo poco que tenían en los países de destino, vendieron lo que no podían cargar, y emprendieron una caminata desde hasta las fronteras venezolanas. Con el transporte público paralizado por la cuarentena, esta fue la manera que encontró la mayoría de los 18 entrevistados por el equipo del CIP.
«Los venezolanos migrantes se regresan en busca de un refugio. Huyen del hambre y del desamparo de quedarse sin hogar; pues al no poder trabajar no podían pagar el arriendo», expuso Campos.
Para los investigadores el hecho migratorio no es un dato más, no es un fenómeno coyuntural o sectorial. «Está definiendo nuestra vida, en un signo de nuestra identidad «, sentenció Campos.
Rol de las autoridades: ausentes o trato cruel
Un punto en común de los entrevistados es que las autoridades gubernamentales o policiales ―incluso no gubernamentales―, estuvieron ausentes en su recorrido hasta Venezuela.
El verdadero auxilio, el más efectivo, fue el que recibieron de la gente que se encontraron en las vías. Ningún rechazo, ningún insulto, sino acogida.
Cuando llegaron a la frontera vieron a todas las autoridades. Desde las organizaciones no gubernamentales e internacionales; hasta las migratorias y policiales. Del lado extranjero el trato fue bueno, pero del lado venezolano fue pésimo.
El discurso discriminatorio que contra los que regresan elaboran y difunden las autoridades políticas del país caló entre los funcionarios y los golpeó al llegar.
Son despojados de lo que traen, son humillados y tratados como criminales por policías y militares.
Los entrevistados por el equipo del CIP reportan que no existen protocolos de bioseguridad para ingresar al país. Según sus testimonios, en la mayoría de los casos sí les aplicaron la prueba rápida para detectar la covif-19. Pero sin importar si el resultado fue negativo o positivo los envían a un centro de aislamiento.
¿Cómo son los centros de aislamientos?
Estos refugios como los llaman los retornados o Puntos de Asistencia Social Integral (PASI), como los llama el régimen venezolano, representan para muchos la peor experiencia de todo el proceso de retorno.
El gobierno venezolano asegura que son espacios para cumplir la cuarentena. “En la práctica se convirtieron en pequeños campos de concentración, en el que se mantienen a la gente en condiciones que para nada cumplen con su naturaleza”, aseguran los investigadores.
Los entrevistados reportaron que en el lugar no había personal médico o sanitario para regentar el lugar, sino que eran controlados por grupos armados como colectivos (seguidores del gobierno venezolano) y milicianos (parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana).
Allí los migrantes venezolanos fueron amenazados por estos grupos, les redujeron la comunicación con sus parientes en el país, al igual que la posibilidad de informarse.
Ninguno declaró haber estado solamente los 14 días establecidos como criterio médico para guardar la cuarentena. La media de la permanencia de nuestros sujetos en estos centros de aislamiento fue de unos 25 días.
Caminando por Venezuela
Dentro del país, los retornados se topan con el mismo problema que en el exterior: la falta de transporte. Algunos hacen el camino hasta la ciudad de destino a pie y pagando una “mula”. Para eso, venden las pertenencias que les quedan después de que los funcionarios los despojaran.
Otros son trasladados en autobuses del Gobierno. Es un viaje degradante, porque al final el Estado venezolano se ha vuelto contra sus propios ciudadanos.
Aunque vienen en autobús directamente desde la frontera hasta los centros de aislamiento de Caracas, el viaje se realiza en medio de una serie de medidas sanitarias que incluye no detenerse en ningún sitio ni para alimentarse, ni para beber agua, ni para resolver ningún tipo de necesidad fisiológica. Sólo se detienen en cada estado por el que pasan para a ser sometidos, dentro del autobús, a pruebas rápidas de la covid-19.
¿Y los niños?
Los niños están en estado de indefensión. El hambre marca su movilización: «Una persona nos relató que del paso Arauca (Col) a Barquisimeto (Ven) murieron tres niños con deshidratación», comentó Pérez.
No existen privilegios para los niños, niñas y adolescentes. Fueron sometidos a caminar por kilómetros y a la mala alimentación; al hacinamiento y a la poca atención sanitaria. Además fueron testigos de la violencia ejercida por los grupos irregulares contra el resto de la población.
La vulnerabilidad e indefensión que vivieron los adultos se convirtió en extrema en los niños al no tener éstos ningún tipo de protección o privilegio.
«La investigación da para que cada uno de los hallazgos permita problematización y exigir al Estado una respuesta para estas familias», manifestó Carlos Trapani, coordinador general de Cecodap.
Nota de prensa