Desde que Hugo Chávez llegó al poder, un rasgo esencial del venezolano comenzó a perderse entre tantos complejos y resentimientos. Y es que sin importar la región de origen -llanero, zuliano, andino, oriental o de la capital- los nacidos en el país trataban a todos por igual, no sabían de exclusiones, de diferencias, de separaciones… Se respetaban las maneras de pensar, las razas, las preferencias deportivas, los partidos políticos, las nacionalidades. Pero el teniente coronel parecía conocer bien la máxima de «divide y vencerás», y así se condujo como presidente.
Su característica maniquea se trasladó al “quien no está conmigo está contra mí”, “ser rico es malo”, “oligarcas y pueblo”, «chavistas y escuálidos» y un largo etcétera. Por eso, que Nicolás Maduro haga lo mismo no debe causar ninguna sorpresa. Lo que sí produce, una vez más, es rabia. Es el caso del “bono compensatorio” que decidió para los empleados públicos jubilados a partir de 2018. Son 10.000 bolívares para un total de 120.000 personas. Los otros millones de venezolanos que apenas reciben 130 bolívares mensuales no importan.
Dicho así, un bono de 10.000 bolívares, equivalente a un poco más de 2.200 dólares al cambio oficial, es llamativo. Pero tampoco se crea la gente que es así de fácil. Para poder recibirlo el jubilado tiene que dirigirse a la oficina del ente público en el que trabajó y hacer la petición. Después de eso, puede que comience a cobrar un monto mensual entre los meses que quedan de 2022 y el año 2023. El dinero se le cancelaría fraccionado hasta completar la cifra prometida.
Después de reunir las características de este bono y leerlas en un párrafo, pues no parece solamente discriminatorio, que ya es bastante grave, sino casi un sueño imposible. Con la burocracia que existe en los organismos del gobierno chavista y el estado de pobreza de los jubilados, ¿cuántos pueden reunir papeles, pagar pasajes, hacer largas colas para solicitar el beneficio que le darán quién sabe cuándo y como una limosna?
Una vez más, queda claro que el trabajo que aportaron estos venezolanos al país, las horas de dedicación no cuentan para nada. ¿Y los que no van a contar con esta nueva dádiva? ¿Qué esperanza tienen de ver mejorados sus ingresos?
Maduro prometió el Día del Trabajador que iban a seguir estudiando las maneras de mejorar los sueldos y las pensiones. Pero ¿cómo le explican a un anciano que no tiene cómo pagar una consulta médica o comprar sus medicinas que el gobierno chavista perdona deudas y regala casas a otros países? ¿Cómo se le dice que el presidente obrero piensa en organizar festivales mundiales de salsa y merengue antes que en satisfacer las necesidades de la gente?
Es pertinente preguntarse en qué estaban pensando en Miraflores cuando idearon un bono discriminatorio de esta naturaleza, ¿que los demás tienen la vida resuelta? Todos necesitan por igual, pero quizás los excluidos con más premura porque muchos son ancianos y la salud no sabe de populismo.
Pareciera que Maduro debía hacer algún anuncio el Primero de Mayo y dijo sin pensar: «Allí les va eso». Pero oiga bien, superhéroe de Miraflores, la población entera de jubilados y pensionados -cercana a los 5.000.000 de venezolanos- merece ser tratada con respeto. No beneficiar solo a 120.000 y hacerle sentir a los demás que como son mayores se les puede dejar morir de mengua.