Poder equipar los vehículos de gasolina es casi una tortura china y un sacrificio que agota el cuerpo y el espíritu de los conductores que deben esperar hasta tres días en cola sin moverse ni para comer, y así poder garantizar el combustible.
María B. Jordán | LA PRENSA DE LARA
Los choferes convierten la cola en una segunda casa, ahí pasan el día y la noche, comen, planean juegos de mesa y algunos aprovechan de leer un libro y hasta de reparar alguna falla que tenga el carro.
Hay quienes permanecen varios días hasta que logran ser marcados con el número en la fila. Sólo así pueden salirse de la cola porque están «seguros» que tienen el puesto para equipar, pero los que sufren son aquellos que no tienen gasolina para ir y volver.
Ayer, José Oliva se encontraba en la cola de la bomba Churún Merú, ubicada en la carrera 22 con calle 29 de Barquisimeto. Pero su puesto en la fila llegaba a la calle 8 entre carreras 22 y 23, específicamente en el Decanato de Economía de la UCLA. Contó que por vivir en la zona sur de la ciudad necesita al menos siete litros para ir y volver, y al tener el tanque seco no le queda de otra que pernoctar en la cola.
«Ya tenemos cuatro días», dijo Oliva, asegurando que todos los que están en la cola están en la misma situación, en su mayoría porque no tienen cómo devolverse y porque así es la única manera que puedan surtir.
Los conductores cuentan que el problema es que la gandola con gasolina no llega todos los días y pasan 200 carros y eso es lo que los hace perder varios días, porque no era como antes que llegaba un día por medio y la cola corría más.
En el caso de la estación de servicio San Luis, de la Zona Industrial II, los conductores también tienen cuatro días esperando para poder surtir, algunos ya están marcados de sólo surtir apenas llegue el combustible y así es como sucede en la mayoría de bombas, a pesar que son dolarizadas porque en las subsidiadas no se volvió a ver.