¿QUIÉN NOS NIEGA LA LIBERTAD? De libertadores a masoquistas…, Por Gustavo Tovar-Arroyo

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Los avasallados
No sé cuál sea el límite de la maldad, pero estoy llegando a considerar que no hay límite. Tampoco sé cómo pudimos derrumbarnos de esta manera como país, cómo la nación de Bolívar se rindió a Castro, cómo terminanos siendo satélites de una isla, cómo personalidades tan básicas como las de Maduro, Cilia, Cabello o Jorge Rodríguez han avasallado a treinta millones de habitantes, incluso en condiciones infrahumanas. No sé, no entiendo, es tan confusa esta derrota, tan inexplicable.
¿Qué nos pasó?

El silencio enterrado
El sufrimiento judío durante el Holocausto ha sido el más dramático y sanguinario de la historia de la humanidad, no sólo por la magnitud de lo ocurrido y los millones de muertos, sino por las inefables crueldades de las que fueron víctimas. Los que hemos visitado los campos de concentración nazi en Europa lo sabemos, uno no es el mismo después que los conoce, el silencio se entierra en nuestra alma e inesperadamente echa raíces, ahí permanece floreciendo lágrimas secas. A su modo, la actual Venezuela es un campo de concentración nacional.
Nuestra tristeza echa raíces.

Los otros miserables
Pero ¿por qué permanecen en el poder los chavistas?, ¿cómo llegaron a él?, ¿cómo es posible que miserables tales como Luis Vicente León, Francisco Rodríguez, Henry Falcón, Felipe Mujica, Timoteo Zambrano o Claudio Fermín sigan dándole el beneficio de la duda a este inenarrable desastre, ¿cuánto les pagan?, ¿qué tipo de secreto conocen de ellos?, ¿qué –coño de madre– pasa? ¿Nos acostumbramos? ¿Nos sometemos? ¿Seguiremos observando cómo el chavismo se burla de nosotros? Sólo hay dudas e interrogantes.
¿Somos un país? ¿Qué somos? ¿Esclavos?

Sonoro e indómito
Lo he dicho, hay que salir de 50 bandidos chavistas, máximo 100, para que haya un cambio de régimen, pero a pesar de que somos al menos 20 millones de personas quienes añoramos ese cambio, no hacemos lo único que puede lograrlo: rebelarnos, montar el berenjenal más sonoro e indómito que hayamos conocido en nuestras vidas. No un venezolano, no decenas ni centenas, millones de nosotros activos, llevando sin piedad la rebelión hasta las últimas consecuencias. Por nuestra libertad, por nuestra vida, por Venezuela. ¿El tiempo de Dios es perfecto?
¡Vaya pendejo metió a Dios en esta masacre!

No tenemos nada ¿y ellos?
Mientras los que añoramos un cambio de régimen, es decir, mientras los 20 millones de venezolanos que queremos libertad, bienestar y democracia, no tenemos agua, luz, gasolina, comida, medicina, internet, ni hablar de derechos humanos, vida o justicia, el chavismo no sólo tiene eso, además, tiene 10 carros, 50 guardaespaldas, lujos, joyas, aviones, carros carísimos, dos o tres familias, departamentos, haciendas, yates, fiestas costosísimas y un estilo de vida que ni los hombres más ricos del mundo tienen. ¿Lo vemos normal?
¿Nos acostumbramos?

El “viento apestoso” del siglo
¿No será que habrá que parar el “viento apestoso” del siglo para salir de esta tragedia, de este holocausto caribeño? Y no me vengan con que no lo es, claro que lo es, no de las dimensiones del Holocausto judío, pero claro que es un drama apocalíptico. ¿O será que la nación que liberó a Las Américas tiene que ser conocida ahora como la primera nación masoquista de la región? ¿Nos gusta que nos jodan? A mí no y sé que a ti tampoco, hemos resistido y luchado lo suficiente para probarlo. ¿Quién nos niega la libertad? Sólo nosotros mismos y la duda de cierto liderazgo político.
¿Libertadores o masoquistas? Esa ya es una decisión nuestra, sólo nuestra.