Ni lazos personales, ni profesionales, ni daños a la imagen, ni consecuencias políticas. Cuando Donald Trump y Elon Musk se enfadan, la ira, el deseo de venganza y de hacer daño superan a todo lo demás, sin límites ni censuras. Atacan donde más daño hace, ridiculizan y además aprovechan su megáfono, único en el mundo, para que millones de personas se enteren. El presidente lo hace cada día, cuando insulta al «durmiente o corrupto» Joe Biden, cuando pega el «loca» para hablar de la ex speaker Nancy Pelosi, cuando llama «Pocahontas» a la senadora Elizabeth Warren, que una vez la pifió hablando de sus orígenes nativos; o usa la expresión «palestino», en tono claramente despectivo para referirse al senador demócrata, y judío, Chuck Schumer. Por no hablar de lo que dice de sus propios miembros del partido cuando no le dan la razón o votan en contra de sus intereses.
Por Pablo R. Suanzes / El Mundo
Pero Musk no se queda corto. Este martes ha arremetido salvajemente contra Peter Navarro, el principal ideólogo de los aranceles en la administración, el hombre que lleva dos décadas intentando castigar las exportaciones chinas y seguramente quien más ha hecho para perfilar la estrategia de Trump, en su primer mandato y en este. «Completamente idiota», «más tonto que un saco de ladrillos», Peter Retarrded», usando su apellido y la palabra retrasado, ha escrito en su cuenta de X, antes Twitter.
¿La razón? Las palabras condescendientes de Navarro durante el fin de semana, cuando le preguntaron por el aparente cambio de visión de Musk sobre la guerra comercial. El hombre más rico del mundo, ya claramente de salida de la administración, dijo hace unos días, en una intervención por videoconferencia en un acto de la Lega, el partido de Matteo Salvini, que EEUU y la UE deberían disfrutar de una zona de libre comercio, sin aranceles. De un tratado que se negoció durante años, de hecho en la época de Barack Obama, sin llegar a cerrarse, y que Trump descartó al llegar, en no poca medida, por las ideas de Navarro.
Preguntado por la posición de Musk, el economista dijo en una televisión que «Elon no entiende» las sutilezas de la geopolítica y que era solo «un vendedor de coches, uno que los monta» y que al criticar los aranceles solo «defiende sus intereses, puesto que los Tesla tienen piezas de China o tecnología de Japón y Taiwán».
En las horas posteriores a esa intervención, Musk cargó en su red social, pero de forma indirecta, burlándose de «los economistas con doctorado de Harvard», como Navarro. Pero este martes ha retomado la cuestión, con mucha más agresividad y provocando una pelea pública. Un choque mucho más grande que los que ha tenido estos meses en privado como responsable del DOGE, el organismo de eficiencia que está recortando gasto, despidiendo personal y cerrando agencias.
Musk ha ido incluso más allá, metiendo el dedo en uno de los asuntos más asombrosos y sonrojantes de la administración. «Independientemente de la definición que se use, Tesla es el fabricante de automóviles más integrado verticalmente en Estados Unidos, con el mayor porcentaje de contenido estadounidense. Navarro debería preguntarle al falso experto que se inventó, Ron Vara», escribió defendiendo la americanidad de sus vehículos.
La referencia a Ron Vara es espectacular, porque, en efecto, es un personaje que Navarro se inventó jugando con las letras de su propio apellido. Un falso experto en economía al que ha citado en numerosos libros desde hace más de 20 años. Ron Vara no existe. Aparece por ejemplo en ‘Muerte por China’, un ensayo de 2011, en el que presuntamente dice cosas como que «Solo los chinos pueden convertir un sofá de cuero en un baño de ácido, una cuna en un arma letal y la batería de un celular en metralla desgarradora», y ahí fue cuando un periodista una profesora australiana descubrieron el fraude.
Navarro le quitó importancia, diciendo que había sido una «herramienta» y que «en ningún momento se utilizó al personaje indebidamente como fuente de datos (…) Es simplemente un recurso divertido». Desde entonces le ha perseguido, debilitando su credibilidad, pero no lo suficiente como para no formar parte de la administración.
En el primer mandato de Trump fue director del Consejo Nacional de Comercio de la Casa Blanca, y más tarde director de la Oficina de Política Comercial y Manufacturera. En 20224 entró en prisión por negarse a participar en la investigación del Congreso sobre el asalto al capitolio. Y el mismo día que salió de la cárcel viajó a Milwauke, donde los republicanos celebraran su convención nacional, y fue recibido entre honores en el escenario.