Alex Saab, la mesa de México y la muerte del escorpión
El madurismo sigue, inevitablemente, la deriva del escorpión, es su naturaleza. Este animalito, cuenta la leyenda, posee un potente veneno que paraliza a sus víctimas; sale victorioso de los combates, aunque al final, al verse arrinconado, se aplica a sí mismo una alta dosis de su propio veneno y fin de la historia.
Lo mismo sucede con el madurismo, va «resolviendo» los problemas sólo en apariencias, aplica su veneno, triunfa hoy a costa del fracaso de mañana, va destruyendo la institucionalidad, las leyes, su propia reputación. El embuste, la zancadilla, el atropello son sus armas. De esta manera acabó con la credibilidad en las instituciones del Estado, ninguna tiene independencia de los caprichos de Miraflores, las acciones más absurdas se originan en ese antiguo palacio. Las leyes son confeccionadas como un sastre a la medida de las necesidades de la maltrecha cúpula. Al final tenemos al madurismo montado sobre un país paralizado, destartalado, que no funciona.
La masa, siempre, imita a su gobierno, en la masa se refleja la conducta del gobierno. Las instituciones funcionan a lo malandro. Por ejemplo, eliminan las alcabalas, pero la matraca no muere, ahora camina en motos. Las relaciones humanas de la masa tienen el tinte del gobierno, la trácala, la viveza a costa del futuro son la norma, nadie está a salvo de alguna mordida del prójimo, ahora no se cumple el axioma de que «todos los días sale un pendejo a la calle, y a ver quién lo agarra»; ahora todos somos pendejos, todos somos presa o predadores.
Lo del diplomático saab no sorprende, sentarlo en la mesa de México es la conducta típica del gobierno, la viveza que se aprovecha de la debilidad del otro. Puyan a la oposición gringa, tensan la cuerda para ver quién se levanta de la mesa en México, con cinismo extremo, putean las conversaciones, miden hasta dónde aguantan los adversarios. La mesa de México dejó de ser la búsqueda de una solución a los problemas del capitalismo para convertirse en un ring de lanzar patadas y excrementos. No podía ser de otra manera, al no conseguir la deseada inmunidad, el madurismo no tiene nada que buscar en la mesa.
El escorpión madurista está rodeado, víctima de su propio veneno, su historia llega al final. La gran incógnita no es si el madurismo sale, eso es seguro, cavó su propio hueco y se metió adentro. La gran incógnita es qué viene después, el futuro. Vive el país una dramática escasez de líderes, esa es otra de las obras del madurismo, acabó con el prestigio de todos.
En estas circunstancias de deterioro moral profundo de toda la sociedad, de pérdida de valores, de normas de relación, puede ser que el capitalismo quiera poner orden a través de la fuerza, puede surgir un patético bolsonaro, impulsado por una masa desconcertada, sin futuro, sin rumbo. Puede surgir un pichón de pinochet, que confunda con la ilusión de «orden y progreso». O puede, ojalá lo quiera Dios (aunque le moleste al «Pica»), surgir la esperanza de un gobierno que resucitando el camino de Chávez pueda reconstruir la moralidad, la espiritualidad perdida, la conciencia de pertenencia a una sociedad, derrote al egoísmo. Paso indispensable para recuperar a la Patria.
Por: Toby Valderrama Antonio Aponte
Fuente: Aporrea