La pandemia es una situación límite. En Venezuela está acompañada de una ingeniería del aislamiento totalitario, en su fase territorial. Tenemos, por lo menos, tres años con desplazamiento restringido a causa del déficit de gasolina, altos costos de los repuestos automovilísticos y de la delincuencia en las vías.
Mirla Perez | @mirlamargarita / Efecto Cocuyo
El aislamiento ha venido en crecimiento, el coronavirus radicalizó lo que ya era una tendencia. ¡Nos paralizaba el mortal virus o lo hacía el régimen! La pandemia sorprende sin gasolina a un país con grandes reservas petroleras.
Hoy el petróleo se desplomó a nivel mundial. Una crisis que se pagará a un gran costo. Con vidas humanas. Sin venta de crudo y sin producción de combustible somos un país inviable, totalmente paralizado y tocando la puerta a un fenómeno nunca vivido por nosotros: la hambruna.
Después de 20 años de destrucción del aparato productivo llegó lo inevitable, el colapso total de los servicios público, el sistema de salud y educativo se mantienen gracias a la gran mística de trabajo de profesionales de salud, maestros y profesores, pero con infraestructuras destruidas. Lo poco que había quedado ha sido arrasado en una cuarentena que ha dejado a la intemperie las distintas instituciones, entre ellas, a las universidades.
El aislamiento, recurso fundamental de las tiranías totalitarias, hoy se “legitima” por una condición límite como una pandemia provocada por un virus de alto contagio. La inevitable pregunta, ¿qué es más letal el virus o el hambre? En Venezuela esta pregunta es vital, ¡somos el país más vulnerable de la región! Llega la pandemia en medio de una crisis humanitaria compleja. Quien nos hizo frágiles, no puede corregir el desastre.
El propósito fue doblegar las estructuras socio-políticas, culturales y económicas hasta lograr someterla. Es cada vez más claro que la mentalidad, de ciertos grupos de intelectuales, se va haciendo bajo los límites impuestos por el sistema de dominación.
Con dolor constatamos, en Venezuela, lo que tanto hemos estudiado en filosofía política e historia. La tiranía es el lugar de la antipolítica, de la no-política, de la negación absoluta de la libertad. Por tanto, es el espacio del sometimiento, dos mentalidades comienzan a cruzarse: la de quien domina y la de los dominados. Dominado, son aquí, algunos líderes opositores, a quien no llamaré políticos porque han dejado en evidencia que han renunciado a su libertad.
Por esta razón es incomprensible escuchar a algunos “opositores” cuando usan categorías de la política para definir el ejercicio de coacción de la tiranía. Desde la Historia y desde nuestra historia no hay práctica más alejada de la política que esto que se ha venido desarrollando en Venezuela durante estos últimos 20 años. Podemos definirlo, con Arendt, como tiranía totalitaria: “…política y libertad van unidas, que la tiranía es la peor de todas las formas de Estado, la más propiamente antipolítica, recorre como un hilo rojo el pensamiento y la acción de la humanidad hasta época más reciente”.
El líder que pudo hacer esta afirmación: “yo no quiero ver a Maduro en la Haya sino haciendo política en minoría”, necesitó abandonar la libertad de pensarse distinto, disidente, externo a una práctica que no solo ha eliminado instituciones y estructura, sino a la propia democracia y lo eliminó a él porque le anuló, lo convirtió en masa y lo dominó.
Esta afirmación de la antipolítica coloca a líderes como este bajo la sombra de las comodidades, prebendas, beneficios de una tiranía que le necesita para mantenerse. Desde el totalitarismo venezolano vemos cómo produce una oposición que le es funcional, que reproduce unas prácticas y discurso capaces de mantener el statu quo.
Hay que recordarle a este liderazgo que sólo puede haber perdón cuando hay justicia, de otro modo es complicidad.
Cuando el daño que se le ha hecho a un país ha tocado estructuras tan profundas, quien ocasionó esa ruptura, ese dolor, actuó en plena conciencia, sin el atenuante de la omisión. Acción deliberada de destrucción. Podemos reafirmar: la tiranía no hace política. Domina y abandona la legalidad, se convierte en un sistema criminal.
Con razón entre la gente comienza a hablarse de cuarentena por gasolina y no por coronavirus. El aislamiento es un instrumento de defensa contra el mal del virus, pero a favor del mal del régimen.
Este es el momento de ideas y convicciones claras, sin ambigüedades, sin tibiezas. Tiempos de resistencia y de acompañamiento social. Urge políticas claras basadas en la verdad y el acompañamiento.