Este texto podría empezar con el testimonio de Leonor y Ricardo, quienes tras 45 años levantando juntos una familia en Venezuela ahora ven crecer a sus nietos por Zoom mientras sus hijos se ganan la vida en cuatro países repartidos en dos continentes.
Pero esta no es su historia. O por lo menos no es solo suya: hay centenares de miles de familias en una situación similar y con frecuencia peor, pues muchos abuelos venezolanos no tienen Zoom, ni pasaportes, ni recursos para ir a visitar a los nietos cada tantos años, a veces incluso ni dinero para pagar las medicinas.
Algunos abueloshan conservado a los nietos a su lado, pero eso solamente debido a que al emigrar, los padres de los pequeños no tenían dinero para llevarlos consigo.
Esto se traduce en otros problemas para los niños (que extrañan a sus padres, a quienes pueden pasar años sin ver) y para los abuelos (que tienen una carga de trabajo adicional no siempre apropiada para su edad).
Y es que la inédita ola migratoria de los últimos años por la crisis económica, social y política ha generado grandes cambios demográficos que han terminado por convertir a Venezuela en un país de viejos y niños lo que, más allá de los dramas familiares particulares, tiene graves implicaciones para el presente y para el desarrollo futuro del país.
Los habitantes perdidos
En 2015, el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE) estimaba que para 2020 el país contaría con 32.605.423 habitantes.
Aunque se redujo por la pandemia, el flujo de emigrantes venezolanos no se detuvo por completo.
Sin embargo, las proyecciones más recientes de la oficina de población de la ONU (UNPOP), calculan que para el año pasado Venezuela tenía 28.436.000 habitantes: unos cuatro millones de personas menos de lo esperado, una población similar a la existente en 2010.
Y es que según la ONU, Venezuela es el país del mundo que más población ha perdido en los últimos cinco años, incluso más que Siria, que está sumergido en una guerra civil.
Al mismo tiempo, Venezuela es el único estado de América Latina en perder habitantes en la última década.
Dado que la Oficina de la ONU para los Refugiados (ACNUR) señala que más de 5,6 millones de venezolanos han emigrado en los últimos años sería fácil atribuir esa pérdida de población solamente a la emigración.
La situación, no obstante, es más compleja.
«Hemos estado perdiendo población por todos los flancos», dice a BBC Mundo Anitza Freitez, directora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
Freitez, coordinadora del proyecto Encovi, que retrata las condiciones de vida de los venezolanos, explica que la reducción de la población obedece principalmente a la emigración masiva pero también a una caída de la natalidad y a un aumento de la mortalidad.
«Lo del menor número de nacimientos no es nada desdeñable porque está contribuyendo al envejecimiento de la población», apunta.
Indica que el aumento de la mortalidad infantil significa una pérdida de 30 años de avances y que se ha traducido también en una disminución de tres años en la esperanza de vida.
Un país de viejos y niños
Todos estos cambios han traído un nuevo panorama demográfico a Venezuela.
Según datos de la Encovi, ahora hay más hogares unipersonales, así como un mayor número de hogares encabezados por mujeres.
Con el cambio demográfico, ahora hay más hogares encabezados por mujeres en Venezuela.
«Nuestra migración es principalmente masculina. Eso ha llevado a que sean las mujeres las que terminan asumiendo la jefatura del hogar y a que tengamos un porcentaje de hogares encabezados por mujeres por encima del 50%. No hay ningún otro país en América Latina que tenga un nivel de jefatura femenina tan elevado. El promedio de la región está en el orden del 36%», señala Freitez.
La experta explica que alrededor de 60% de los emigrantes venezolanos son personas en edades comprendidas entre los 15 años y los 50 años de edad, lo que se traduce en una importante disminución de la población activa y en un aumento del peso demográfico de la población dependiente, especialmente de adultos mayores.
De acuerdo con la Encovi, en Venezuela hay en la actualidad 65 personas dependientes (menores de 15 años y mayores de 60 años) por cada 100 personas en edad laboral, una gran carga demográfica que se terminó alcanzando mucho antes de lo previsto.
«Es un país de viejos y de niños», resume Freitez a BBC Mundo.
«Según las proyecciones del INE se esperaba que en el año 2039 la proporción de personas de 60 años y más alcanzara a 12%-13% de la población y esa situación se anticipó al 2020, de acuerdo con las actualizaciones de las proyecciones de población para Venezuela realizadas por Naciones Unidas. El envejecimiento se adelantó casi 20 años por efecto de la selectividad de la emigración que significó el éxodo de personas jóvenes», explica.
Oportunidad perdida
Estos cambios en la conformación de la población de Venezuela -impulsados a su vez por la severa crisis social, económica y política que vive Venezuela- han significado la pérdida de una oportunidad única para el desarrollo del país.
«Si hubiéramos continuado con las tendencias que llevábamos y no hubiéramos pasado por este periodo de empobrecimiento generalizado, de contracción de la economía, de hiperinflación, se esperaba que viviéramos unas cuatro décadas durante las cuales la carga demográfica iba a registrar sus niveles más bajos», dice Freitez a BBC Mundo.
Al aumentar el peso demográfico de los adultos mayores en Venezuela, hace falta adaptar las estructuras del país para sus necesidades.
«Eso significaba que tanto por el lado de la población infantil como por el de los adultos mayores, los requerimientos de inversión para satisfacer las necesidades básicas de esos grupos poblacionales no iban a ser tan apremiantes y, por lo tanto, podríamos concentrar más recursos en la formación de capital humano», agrega.
La experta explica que países como Corea del Sur han aprovechado estos periodos de transición demográfica para fortalecer la educación e impulsar -con inversiones públicas y privadas- un crecimiento económico que permitió generar riqueza suficiente para desarrollar programas de seguridad social para proteger a las personas mayores a medida que el país iba envejeciendo.
En el caso de Venezuela, se estimaba que esa ventana de oportunidad para el desarrollo, conocida como «bono demográfico», se extendería desde el año 2000 hasta el 2040, pero los demógrafos como Freitez advierten que ya se cerró.
La experta asegura que la crisis venezolana ha tenido un impacto similar al de un evento traumático.
«Esta situación, que llega incluso a ser calificada como de emergencia humanitaria compleja, es equivalente a un evento traumático, cómo puede ser una guerra. Sabemos que la guerra va a afectar más a la población más joven y a la población masculina», explica.
Pero los efectos de la pérdida de esta oportunidad aún podrán seguirle pesando al país en los años por venir.
Más pobre, más viejo, más dependiente
Los cambios demográficos sufridos por Venezuela obligan al país a adaptarse a una nueva realidad más exigente.
«Hay que aceptar que nosotros tenemos ahorita una pirámide de población que es distinta a la que imaginamos que íbamos a tener», señala Freitez al indicar que Venezuela enfrenta ahora una situación de recursos escasos que deberán optimizarse para lograr la recuperación del país.
«Hay que ser muy cuidadosos a la hora de pensar sobre las medidas que tenemos que tomar para recuperar el capital humano, para recuperar sectores productivos que sean estratégicos y que además tengan efectos multiplicadores sobre otros sectores para ayudar a este proceso de recuperación», apunta.
Según Anitza Freitez, Venezuela carece de instituciones de protección social adecuadas para atender a los adultos mayores.
El envejecimiento anticipado de la población también plantea nuevos retos de adaptación, pues -según asegura- no hay instituciones ni un sistema de protección social adecuado para atender a los adultos mayores.
«La situación de riesgo en la que vive la población adulta mayor es muy alta. No tenemos un país donde se haya tomado conciencia de que hay que adecuar las infraestructuras para que las personas adultas mayores se puedan desenvolver. Hay personas que no pueden salir de sus apartamentos porque no hay ascensores y personas que se han quedado solas porque los familiares se fueron y se quedaron a la buena de dios», indica.
Pero los efectos del cambio demográfico también pueden afectar mucho la economía del país.
Luis Zambrano Sequín, profesor de Economía e investigador de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, señala que la ola migratoria no solamente redujo la cantidad de personas en edad laboral, sino que además quienes están ocupados son menos productivos.
«La carga ahora es mucho mayor porque no solo ha habido una pérdida de población, sino que también has tenido una pérdida de capital y una pérdida de productividad», señala.
Al haber menos trabajadores también se reduce el número de consumidores, algo que impacta en el tamaño del mercado interior, uno de los elementos que determinan la capacidad de crecimiento de la economía.
«Mientras más pequeño sea tu mercado, menos atractivo es para la inversión porque entonces no puedes aprovechar las economías de escala. Muchos inversionistas prefieren abastecer estos mercados desde fuera y no desde dentro. Eso reduce las posibilidades y la competitividad del país», advierte.
En esas condiciones, las opciones de recuperación del país tras la pérdida del bono demográfico lucen un poco más cuesta arriba.