Un trágico error, por Gustavo Tovar-Arroyo

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Ganar tiempo

Esta es una reflexión en voz alta que no debería de ser leída en este tiempo, sino en un futuro lejano, muy lejano. Escribiré sobre un tema que conozco de primera mano, desde la intimidad y el círculo más íntimo (del cual formé parte). No es una reprimenda ni una acusación: es demasiado tarde para señalamientos, es en todo caso una advertencia para que los que pretendan “negociar” con una tiranía criminal sepan a qué atenerse. Los dictadores sólo ganan tiempo, no son ni serán jamás sinceros, nunca dejarán el poder por las buenas.

Lo que expreso es una ley histórica, la única manera de derrocar a una tiranía es a través de rebeliones populares totales.

Basta de espejismos.

Conciencia histórica

Tres errores trágicos ha cometido el liderazgo de la oposición venezolana en su lucha por derrocar al chavismo: 1) Los imprudentes e insensatos manejos posteriores a los eventos del 11 de abril de 2002; 2) la cobardía y no reivindicación de la victoria popular en las elecciones presidenciales de 2013; 3) la “secreta” negociación en Noruega en 2019 en el momento más cercano que hemos tenido para liberarnos de los criminales de lesa humanidad que nos rigen. En este último error, se minó -espero que no para siempre- la confianza del venezolano y la del mundo por nuestra causa..

El chavismo ganó tiempo y la oposición lo perdió, entregó una oportunidad única y posiblemente irrepetible para alcanzar el anhelado sueño de libertad.

No es un lamento, es un llamado a la conciencia.

Trágica decisión

Cuando se tomó la trágica decisión de negociar a oscuras con el régimen más violador de derechos humanos de la historia de Latinoamérica, contábamos con el respaldo de más de cincuenta países del mundo, entre ellas las súper potencias: Estados Unidos, Francia, Alemania, entre otros. Nos apoyaban de manera decidida los presidentes de Colombia, México, Perú, Chile, Paraguay, Argentina y Brasil, sin olvidar el rol de paladín de la libertad que ejerció el Secretario General de la OEA, Luis Almagro.

Había que dar el resto, fomentar una rebelión popular total, desconocer, movilizar, ocupar espacios públicos, culminar la difícil faena.

Los teníamos. Se decidió “negociar”.

Nación autómata

Decir que contábamos con el apoyo del mundo es un argumento sin duda muy importante, pero sumarle a ello el flagrante y decidido apoyo brindado por el presidente Donald Trump a nuestra causa es figurar con certeza lo cerca que estábamos de liberarnos. La decisión de ir a Noruega es probablemente uno de los desaciertos estratégicos más desconcertantes de la historia de América. No sé si tenga salvación el error, pero estimo que no, que es imposible contar con las mismas irrepetibles condiciones para el éxito.

Tenemos que comenzar de cero, hemos cometido muchos errores y la desconfianza es mayúscula. La “desesperanza aprendida” de aprendió.

Somos una nación autómata, perdimos la ilusión.

Tú yo, otra vez…

En defensa tuya y mía, que pensamos y entendemos las dictatoriales circunstancias que padecemos de modo semejante, hay que destacar que me opuse a la “decisión secreta” de negociar (a mí también se me dijo que tal negociación no existía), advertí el trágico error que se cometía, visualicé sus nefastas consecuencias en el corto y mediano plazo (fui profeta de mi tierra), grité, chillé, pataleé pero no pude impedir el desastre. Hoy que tenemos todo y a todos en contra, que Colombia, México, Argentina, Perú y Chile apoyan a Maduro y que Estados Unidos negocia con él, espero que se entienda que las oportunidades históricas no puede ni relajarse ni perderse de manera tan ridícula.

Con el error cometido perdimos una oportunidad única de alcanzar la libertad, ya no dependerá de nosotros derrocar a Maduro, dependemos de un chavista.

Ojalá hayamos aprendido.

Ojalá…