Después de un evento de ‘supercontagio’ durante los festejos del carnaval, el municipio de Gangelt se convirtió en el objeto de la investigación de este científico de Bonn. Sus resultados aportaron datos sobre el rol de los asintomáticos, las posibilidades de propagación del virus y la polémica tasa de letalidad
Por Darío MizrahiSofía Benavides / dmizrahi@infobae.com / sbenavides@infobae.com / Infobae
Nunca en la historia de la humanidad un virus había despertado tanta controversia como el SARS-CoV-2. Su origen, los mecanismos de infección, su grado de letalidad, la efectividad de los distintos tratamientos, la posibilidad de desarrollar una vacuna, las estrategias para detener su propagación. Todo está sometido a una intensa discusión, de la que no participan solo los especialistas. No hay nadie que no tenga su propia teoría sobre el nuevo coronavirus.
Lo más llamativo de ese ruidoso debate es que muy pocas de las opiniones que circulan se basan en evidencia científica sólida. Que un ciudadano lego fundamente sus opiniones en prejuicios es esperable. Lo curioso es que también muchos expertos emiten sentencias y recomendaciones prescindiendo de cualquier respaldo empírico.
Hendrik Streeck ofrece exactamente lo contrario. Dirige el Instituto de Virología de la Universidad de Bonn, es uno de los máximos especialistas alemanes en virus y lideró el estudio de campo más importante sobre el brote de coronavirus en Alemania. Entre marzo y abril, su equipo de trabajo realizó diferentes pruebas y entrevistas a una muestra de 919 vecinos de Gangelt, un municipio de 12.000 habitantes en el estado de Renania del Norte-Westfalia, que se convirtió el 15 de febrero en uno de los principales focos de contagio del país.
La investigación permitió extraer importantes conclusiones sobre cómo actúa el virus que tanto miedo despierta en el mundo. Por ejemplo, que la cifra de personas contagiadas puede ser cinco veces mayor a la oficial (este es el dato de su estudio, y él lo atribuye a un testeo muy agresivo, pero para Alemania en general la calcula entre siete y diez veces mayor), que la letalidad es una décima parte de lo que se creía al comienzo, que la probabilidad de contagio entre los habitantes de un mismo hogar es mucho menor a la que se sospecha y que gran parte de las infecciones se produce en ciertos eventos masivos, más que en el uno a uno. De todo esto habló Streeck en esta entrevista con Infobae.
—Pasaron seis meses de la irrupción del nuevo coronavirus, que al principio era un misterio del que se sabía muy poco. Usted lideró un estudio muy importante en Gangelt y esperamos que tenga algunas respuestas. ¿Qué cosas se saben ahora acerca del virus que se desconocían al principio y qué cosas siguen siendo una incógnita?
—Lo que sabemos de los estudios que realizamos en Alemania es que hay una tasa más alta de individuos infectados sin ningún síntoma, que no saben que se contagiaron. En Gangelt descubrimos que una de cada cinco infecciones son asintomáticas, pero hay reportes de otras ciudades que hablan de un 43% y en Australia hubo un crucero en el que el 80% no tenía síntomas. Este es un factor muy importante, porque se relaciona con cómo se propagó el contagio sin que nos diéramos cuenta. En nuestro estudio de seroprevalencia (que mide el desarrollo de anticuerpos ante un virus) encontramos que el 15% de la población había estado infectada. Antes de eso, se creía que sólo alrededor del 3% se había contagiado. Es importante notar que en Gangelt hubo un evento de superpropagación, relacionado a las festividades de carnaval. Se infectó el 40% de los que participaron, aunque no todos fueron testeados, porque en ese momento no se tenía la capacidad de hacerlo. Al saber cuántas personas contrajeron el virus en este pueblo de 12.000 habitantes pudimos inferir, por primera vez en Alemania, la tasa de letalidad de la infección, es decir, cuántas de las personas infectadas mueren. Podría variar dependiendo del pueblo, de la demografía, de la dosis de infección que contraen los individuos, pero para ese municipio en particular encontramos que era de 0,37 por ciento.
—En las últimas semanas, varios virólogos italianos afirmaron que el virus se está debilitando y que la carga viral de los pacientes está disminuyendo. ¿Es esto posible? ¿Han detectado algo similar en Alemania?
—Claro que es posible que el virus mute y se vuelva menos virulento. Sin embargo, no he visto datos ni investigaciones científicas que demuestren eso. Lo que sí estamos viendo, aunque aún no tenemos datos, es un incremento en los casos asintomáticos. Especulando, esto podría relacionarse con el curso de la infección. Como la gente respeta el distanciamiento social, toma medidas de higiene y usa máscaras faciales, cuando se contagia, recibe solo unas pocas partículas del virus, y esto puede llevar a un curso asintomático. Es algo especulativo, pero es una observación que hemos hecho.
—Usted recién contaba que en Gangelt hubo un evento de superpropagación, y hay estudios que hablan de individuos que serían superpropagadores. ¿Cómo ocurre esto? ¿Qué porcentaje de la población puede haberse contagiado por un individuo que propagó el virus?
—No sabemos por qué un individuo puede ser un superpropagador, pero se estima que el 10% de los infectados puede haber desencadenado el 80% de los contagios. El efecto de los focos infecciosos parece ser muy alto en este virus. De los brotes que tuvimos, al menos en Europa, aunque también hubo casos en América del Norte y del Sur, se puede ver que siempre se remontan a eventos singulares. Tenemos el bar en el centro de esquí de Ischgl (en Austria), un club nocturno en Berlín, el carnaval en nuestra área, y en Bérgamo (Italia) hubo un partido de fútbol en el que uno o unos pocos superpropagadores difundieron el virus. No es que pasa de una persona, a otra persona, a otra persona de manera pareja, de modo que un individuo contagia a tres. Si fuera así, veríamos un incremento constante y no es lo que sucede. Pero qué hace que un individuo sea un superpropagador no lo sabemos.
No sabemos por qué un individuo puede ser un superpropagador, pero se estima que el 10% de los infectados puede haber desencadenado el 80% de los contagios
—En su estudio encontró que la probabilidad de infección dentro del hogar está alrededor del 15%, ¿correcto? Porque es una proporción muy baja para lo que se pensaba. Muchas personas creen que es posible infectarse a través de objetos, de la ropa o del aire. ¿Cómo es realmente?
—Son dos preguntas diferentes. Por un lado, hemos visto un tasa de contagio del 15% en los hogares, algo común a otras infecciones respiratorias, como influenza o SARS, en las que también se ve una tasa de contagio del 15 por ciento. Es diferente a lo que pasa con otras infecciones que se contagian por contacto estrecho, como el rotavirus (que causa diarrea) o el norovirus (que causa gastroenteritis), que cuando hay una persona infectada en la casa, se contagian todas las demás normalmente. Así que el 15% no es tan poco común. Pero hay que ver el tamaño del hogar. Puede ser diferente en Argentina, dependiendo de cómo vive la gente y cómo interactúan las familias, lo cual puede cambiar las formas de contagio. Lo que vimos en Gangelt es que en un hogar de dos personas, si una se infecta, la probabilidad de que la otra se contagie es del 43 por ciento (la suma del 15% de probabilidad base para todos los habitantes más un 28% propio del contagio secundario en el hogar). Pero para hogares de tres o cuatro personas la proporción desciende a 18 por ciento (la suma del 15% base más un 3% adicional de riesgo de contagio intrafamiliar). En un hogar más grande es más fácil tomar distancia y que unos eviten a otros. Esto es especulativo, pero puede significar también que es menos probable que se contagien los niños, aunque es algo que nuestro estudio no pudo mostrar.
—Hay mucha discusión sobre la inmunidad. Por ejemplo, se dice que Corea del Sur detectó pacientes que volvieron a dar positivo semanas después de haberse curado. ¿Desarrollan inmunidad las personas que vencen al Covid-19? Y si es así, ¿qué tipo de inmunidad es y cuánto dura?
—La respuesta corta es que no sabemos. Solo entendemos al virus en la medida que lo vamos conociendo. Hemos podido estudiar la inmunidad apenas desde principios de año, así que no podemos decir nada para un período más largo. No obstante, conocemos otros coronavirus. Aquí en Alemania, y creo que pasa lo mismo en Argentina, hay cuatro coronavirus endémicos, que siempre reaparecen en invierno y en otoño, y que causan una enfermedad similar a la gripe. Tienen nombres como OC43 y NL63, que uno normalmente olvida y en los que no está interesado, pero provocan algunos de los típicos resfriados que se experimentan en el invierno. Sabemos que para esos virus es posible desarrollar inmunidad por unos dos años, quizás más, quizás menos, y es posible volver a infectarse. Pero la reinfección no es tan severa como la infección inicial. Aunque no sabemos cómo se va a comportar el SARS-CoV-2, podemos asumir que va a ser bastante parecido en términos de inmunidad por el tipo de virus que es. En el caso de personas que parecen haberse reinfectado en Corea del Sur puede deberse a las capacidades de testeo. El hisopado PCR depende de captar áreas infectadas en la garganta. Cuando la persona empieza a curarse, puede haber partes infectadas a las que no llega el hisopado. Al momento en que una persona queda curada de SARS-CoV-2 es posible encontrar un PCR positivo y también uno negativo. Pero dudo que en esos estudios a los que se refiere haya habido una reinfección. Es muy poco probable.
—La epidemióloga Sunetra Gupta, de la Universidad de Oxford, dice que algunas personas pueden desarrollar una inmunidad cruzada al SARS-CoV-2 a través de otros coronavirus, como los que recién describía. ¿Es posible que se genere cierta protección sin haberlo contraído?
—Bueno, es posible que haya un nivel de reactividad cruzada, que si tuviste una infección previa con otro coronavirus, tengas ahora una enfermedad más débil, más asintomática. En particular, no la inmunidad a través de los anticuerpos, que proviene de haberse contagiado el virus, sino a través de las células T, que reconocen células infectadas y las matan. Es más probable que puedan hacer un reconocimiento cruzado de esas células. Hay estudios que sugieren que esa capa de inmunidad puede prevenir que la enfermedad sea más severa y que algunos individuos tienen un nivel de protección contra un curso más severo del COVID-19.
—¿Qué opina de la inmunidad de rebaño? ¿Es posible que se relacione con el descenso de la tasa de contagio y de muerte en Europa y en Estados Unidos? ¿Con qué porcentaje de la población infectada se alcanza?
—No creo que la inmunidad de rebaño desempeñe aún un rol en esta crisis, porque no tenemos un número tan alto de infectados. Puede que sí juegue un papel en Italia, donde esta semana fue publicado un reporte que afirma que el 59% de las personas en Bérgamo tiene anticuerpos contra el SARS-CoV-2, un porcentaje de seropositividad. A ese nivel la inmunidad de rebaño puede desempeñar un rol. Actualmente, creo que es nuestra única arma contra este virus, que se ha propagado en todas las capas sociales. Porque aunque haya una vacuna en algún punto, no sucederá demasiado pronto. Así que tener inmunidad en la población, aunque sea parcial, puede ayudar a proteger a los más vulnerables.
—¿Cuán optimista es respecto de la posibilidad de que se desarrolle una vacuna exitosa que pueda suministrarse a toda la población mundial, no solo en un país rico como Alemania, sino también en Sudamérica? ¿Es realista pensar que eso es posible para fin de año o para el año que viene?
—Es muy difícil predecir si una vacuna va a funcionar o no. Yo me he dedicado a estudiar e investigar sobre el VIH y la hepatitis C, que son virus ARN para los que no hay vacuna. A lo largo de los años se crearon más de 500 constructos para esos virus y un puñado de ellos ha sido probado en humanos para ver si podían proteger contra una infección, y ninguno ha funcionado. Tenemos que esperar las pruebas para ver si es eficaz o no. En el peor escenario posible, tendremos una vacuna con una eficacia del 50%, de modo que solo una de cada dos personas estaría protegida. ¿Realmente queremos lanzar una vacuna así, y que la gente vacunada crea que está protegida cuando al final no lo está? ¿O queremos mejorarla y esperar más tiempo? Así que puede ser que a fin de año tengamos una vacuna, pero también puede ser que tome diez o 20 años. Nadie sabe.
—Esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que es “muy inusual” que los infectados con Covid-19 que no presentan síntomas contagien —luego relativizó la declaración—. ¿Cree que es posible que los síntomas y la capacidad de contagio estén vinculados?
—Primero que nada creo que estas son muy buenas noticias, porque significa que será más fácil identificar a los individuos que podrían estar infectados. Si piensas en otros virus respiratorios, encuentras el mismo fenómeno. Por ejemplo, la influenza: hay contagio cuando hay síntomas. También sucede con el dengue. Sólo para algunas de las infecciones por contacto se dan contagios cuando aún no hay síntomas. Por ejemplo, el sarampión, que en la fase presintomática los individuos pueden propagar el virus. Entonces ahora, teniendo un porcentaje mayor de personas asintomáticas, pero sabiendo que quizás no hay que preocuparse por ellas porque no propagan el virus, es mucho más fácil concentrarse en las infecciones de los individuos con síntomas y eso nos da una oportunidad para controlar mejor la epidemia.
—El número oficial de infectados en Alemania es 187.000, pero su estudio en Gangelt mostró que el porcentaje de infectados, al menos allí, era mucho más alto. ¿Cuánta gente estima que contrajo el virus en su país? ¿Qué proporción de esa gente podría no saberlo?
—Eso es muy difícil de calcular, porque no tenemos la suficiente cantidad de estudios sobre esto, aunque hay muchas investigaciones desarrollándose ahora mismo para comprender la verdadera tasa de infecciones en Alemania. Realmente depende mucho del lugar donde desarrolles el estudio. Lo que se ha tomado como cierto en Alemania, también por el Instituto Robert-Koch, es que tenemos entre siete y diez veces más contagios que el número oficial. Digamos diez veces más. Esto también lo vimos en Gangelt, los infectados eran cinco veces más de los que se creía, pero en ese caso el número es menor porque nosotros hicimos un trabajo de testeo muy agresivo. Creo que ese es un número bueno con el cual trabajar y que también coincide con nuestra tasa de letalidad, que calculamos en un 0,37 por ciento. Si la aplicas esa tasa a la ciudad italiana de Bergamo, donde 59% de la población estuvo infectada, se puede asumir -y esto es sólo un modelo epidemiológico- que la tasa de letalidad en Bérgamo es del 0,43%, dentro del margen de error del 0,37 por ciento. Entonces, este nivel de casos que no están siendo detectados es un factor importante para comprender la enfermedad después de todo.
—La mortalidad del Covid-19 es aún un tema de debate. Inicialmente, hubo varias proyecciones que indicaban que si no se tomaban medidas severas y rápidas, millones de personas morirían. Eso no parece haber sido muy preciso hasta ahora. Si tuviéramos que comparar la mortalidad del coronavirus con la de otras enfermedades, ¿qué encontraríamos?
—Bueno, como virólogo me cuesta bastante comparar un virus con otro. Incluso entre los de la misma familia uno trata de no hacerlo. Pero, veamos. El coronavirus es un virus que hay que tomar seriamente, no deberíamos tomarlo a la ligera. Por eso creo que las medidas al comienzo fueron muy importantes, porque necesitábamos tiempo para entender al virus. Necesitábamos tiempo para entender cuál era la mejor manera de controlarlo y de reaccionar ante él. Particularmente creo que en ese sentido fueron importantes las cancelaciones de eventos masivos. Ahora, una tasa de letalidad del 0,37% o del 0,4% es bastante más alta que la de la gripe estacional, por ejemplo, que está en torno al 0,1 por ciento. Pero, al mismo tiempo, es bastante menos mortífero de lo que creíamos y temíamos al comienzo por las imágenes que veíamos. Y ahora que se están tomando medidas higiénicas espero que la letalidad baje aún más y que tengamos aún más cantidad de casos asintomáticos como consecuencia de una carga viral menor.
Una tasa de letalidad del 0,37% o del 0,4% es bastante más alta que la de la gripe estacional pero, al mismo tiempo, bastante menos mortífera de lo que creíamos y temíamos
—Ha pasado más de un mes desde que Alemania comenzó a relajar las restricciones sociales y, hasta ahora, no hubo un aumento significativo de los casos. ¿Qué les permitió mantener al virus bajo control? Considerando que usted dijo que fue correcto imponer medidas duras al comienzo, ¿haberlo podido controlar significa que quizás no sea necesario volver a imponerlas más adelante?
—Bueno, la verdad es que no lo sabemos. No sabemos cómo hubiera sido, y nadie tiene la bola de cristal para saber lo que vendrá. Pero al menos para Alemania nosotros vemos que podría depender del clima. No tenemos certezas, pero podría estar vinculado a la humedad, por ejemplo. Y lo vemos claramente con los otros coronavirus: tenemos un comienzo de las olas en el mes de noviembre y un final en mayo. No me refiero al SARS-CoV-2, pero ahora justamente vemos que se comporta de forma similar y por eso podemos asumir que sucederá algo parecido. No puedo referirme a lo que sucede en Argentina, porque no sé nada sobre el clima ni la humedad que tienen en el país, ni ninguno de los otros factores que allí podrían jugar un rol, pero al menos para Europa observamos esta relación. Y, al mismo tiempo, podemos esperar ver un crecimiento y nuevas infecciones otra vez. Ahora tenemos tiempo para prepararnos para eso, y evaluar que cuál es la mejor forma de controlar esos nuevos brotes que podrían llegar con el otoño.
—Entonces, ¿usted considera la posibilidad de que llegue una segunda ola, o incluso tercera ola de coronavirus?
—No creo que sea una ola. Creo que como estamos tan atentos ahora, y vigilando al virus, es posible que tengamos un aumento de pequeños focos de contagio, y trabajaremos para contenerlos de manera inmediata. Ola refiere a algo que te rodea, y no creo que nos veamos rodeados por tantas infecciones.
No creo que venga una nueva ola. Es posible que tengamos un aumento de pequeños focos de contagios y trabajaremos para contenerlos de manera inmediata
—Hablando nuevamente de cuarentenas, y partiendo de la base de que cada país es diferente, una vez que las restricciones son impuestas, ¿por cuánto tiempo cree que deberían ser mantenidas? En Europa los confinamientos fueron bastante breves, pero en varios países de América Latina ya superaron los dos meses y aún continúan. Al mismo tiempo, la curva de contagios sigue subiendo, aún no baja. ¿Cree que hay un límite para estas medidas duras?
— Es tan difícil responder esta pregunta. Quiero decir, depende completamente de cuántas infecciones observes, de cómo sea el pico, cuántos testeos hagas, qué capacidad sanitaria tengas y cuán habilidoso seas en el rastreo de contactos. Me genera mucha curiosidad saber si el incremento en la curva de contagios que ustedes observan allí está vinculado a su temporada de invierno. Una cosa que a mí me interesaría observar en su país es cómo se comportan los otros coronavirus a través de las temporadas climáticas. Si ven una caída en primavera o no. Porque como ustedes ahora se están acercando a su temporada invernal, es posible que vean un aumento debido al clima. Pero de nuevo, honestamente no lo sé, y tampoco tengo claro en ese contexto cómo debería ser su confinamiento. En realidad esas son decisiones exclusivamente políticas.
—Volviendo al caso alemán, si uno lo compara con lo que sucedió en otros países europeos, sus resultados fueron bastante diferentes. Alemania está entre los diez países con mayor número de infecciones registradas, pero ni siquiera entra en el top 20 en mortalidad por habitante. ¿Cómo se explica que hayan muerto tan pocas personas en relación a la cantidad de casos?
—Creo que ya lo he dicho, pero la tasa de letalidad del virus depende de cuánta gente esté siendo diagnosticada con la enfermedad y Alemania se ha destacado por su capacidad de testeo. Hemos apuntado a testear a todos, inclusive a aquellos sin síntomas. Entonces, para los países que parecen tener una muy alta mortalidad ligada al COVID-19, yo deduciría ahora mismo que en realidad lo que tienen es una población mucho más alta de individuos infectados, pero que no lo saben. En promedio en Alemania hacemos medio millón de test a la semana.
—Pero eso no termina de explicar cómo hizo Alemania para gestionar exitosamente el virus, ¿o si? Entonces, ¿a qué cree que se debe haber logrado una estrategia tan exitosa globalmente? ¿Está vinculado a su sistema de salud pública, a algún factor demográfico?
—Claro. Creo que un factor muy importante es haber hecho un testeo agresivo de la población, y estamos haciendo mucho rastreo de contactos para identificar a cualquiera que pudiera haber estado en contacto con alguien infectado. Además, realmente aumentamos la cantidad de camas de terapia intensiva, hasta las 30.000, y tuvimos el tiempo para prepararnos para la ola de COVID-19 que, de hecho, no golpeó a Alemania de manera tan fuerte. Los médicos pudieron leer sobre la enfermedad, comprenderla, encontrar el mejor tratamiento. Pero no creo que haya un factor particular que haya hecho que Alemania tenga una experiencia exitosa, en relación con otros países. De forma similar, hay otros países con experiencias exitosas, por ejemplo Vietnam fue muy exitoso, Japón, Grecia. En particular el caso de Grecia es bastante interesante, si se lo compara con países similares. Detrás de esos resultados puede haber otro tipo de factores que aún no somos capaces de explicar, pero que podrían estar vinculados a otros coronavirus, pero bueno, simplemente no lo sabemos.