Desprofesionalización, partidización y una voraz corrupción rodeada de una opacidad e improvisación sin precedentes en la historia eléctrica no sólo de Venezuela sino a escala mundial, han sido los ingredientes usados por la revolución bolivariana para la destrucción del sistema eléctrico nacional
Abelardo Perez / TalCual
La electricidad es sinónimo de progreso. Desde hace casi un siglo los venezolanos dependen de un suministro eléctrico confiable para realizar la mayoría de sus actividades. Además, el crecimiento económico, el desarrollo industrial y la evolución demográfica del país van de la mano de una red interconectada que funcione de manera óptima.
Antes de 1999, año en que asume el poder la llamada «revolución bolivariana» con el fallecido Hugo Chávez Frías a la cabeza, los apagones no eran eventos frecuentes ni formaban parte de la cotidianidad de los venezolanos, al menos en los principales centros urbanos.
El desempeño del SIN (Sistema Interconectado Nacional) era aceptable en las áreas de generación hidroeléctrica en Guayana y los Andes, termoeléctrica y en materia de transmisión, distribución y consumo.
La central hidroeléctrica «Simón Bolívar» ubicada en la represa del Guri se terminó de construir en 1986.
El ingeniero José Aguilar, consejero técnico en materia eléctrica de Juan Guaidó (presidente de la AN y reconocido como mandatario interino por más de 50 países, incluyendo Estados Unidos) refiere que en lo relativo a la generación térmica, el mejor desempeño correspondía a las empresas privadas en Caracas (EDC); Valencia (Eleval); Zulia (Enelven); Barquisimeto (Elebar); Costa Oriental del Lago (Enelco) y Nueva Esparta (Seneca).
Añade que cerraban el cuadro, con un desempeño subestándar, las instalaciones de la Compañía de Administración y Fomento Eléctrico (Cadafe) tanto en las hidrológicas en los Andes y las térmicas en los Andes, Falcón, así como en las regiones central y oriental.
«Colectivamente se asomaban problemas, que fueron debida y oportunamente advertidos, por falta de inversión y diferimiento de mantenimientos críticos y rezago en proyectos estructurales para satisfacer la demanda y crecimiento previstos. Administrativamente de manera colectiva, la gestión comenzaba a sufrir, por falta de recaudación», reconoce Aguilar.
Sin embargo asegura que existía un sobre equipamiento, mejores capacidades de diagnóstico y fortaleza en el área de planificación del SIN de mediano y largo plazo. «Con la relativa poca edad de la infraestructura, se daba un servicio que gozaba de mucha aceptación en el público».
Destrucción del sistema eléctrico
No obstante, desde hace una más de década se ha hecho evidente la destrucción del sistema eléctrico nacional por acciones de la gerencia designada en un primer momento por Hugo Chávez y posteriormente por el gobernante Nicolás Maduro.
Los apagones son cada vez más habituales en un país con la mayor reserva de petróleo del mundo pero donde las plantas termoeléctricas no aportan ni 7% de la energía que se consume, amén de no servir de respaldo a la generación hidroeléctrica.
Según Aguilar, Venezuela cuenta con 65 plantas termoeléctricas mayores y 94 de generación distribuida. “De las plantas mayores, 38 están en cero MW, es decir totalmente inoperativas, entre estas Planta Centro y el complejo adyacente de Termocarabobo que poseen una capacidad instalada combinada de 3.492 MW”.
Agrega que sólo unas 27 plantas mayores operan en el país y de estas 15 lo hacen con pocas unidades en funcionamiento.
Además, de las 94 plantas de generación distribuida asegura que apenas si funcionan, con cierta intermitencia, unas 3 o 4 dependiendo de la disponibilidad de combustible.
Miles de fallas
Además de los dos mega apagones que se registraron en 2019 (7 y 25 de marzo) ese año se contabilizaron cerca de 23.860 fallas eléctricas en todo el país y en lo que va de 2020 esta cifra supera los 20 mil eventos.
Entendiendo | La destrucción del sistema eléctrico por el chavismo
Dos mega apagones y miles de fallas eléctricas se registran desde 2019.
Para Aguilar, esto se debe a que en las dos últimas décadas la llamada revolución bolivariana ha causado «destrozos» en toda la cadena de valor del SIN (generación; transmisión; distribución y atención al cliente o gestión comercial).
«A mi juicio, de forma ex profeso a fin de utilizar la falta de electricidad, que se traduce en la disminución de la calidad de vida y el progreso, para la dominación y hasta domesticación de la sociedad desde la palestra del poder», asegura.
Voraz corrupción
Aguilar estima que en materia gerencial, «se asfixió el recurso humano a través de la desprofesionalización y partidización. Además, se desató una voraz corrupción rodeada de una opacidad e improvisación sin precedentes en la historia eléctrica no sólo de Venezuela sino a nivel mundial» que provocó la destrucción del sistema eléctrico.
Según sus cálculos, los venezolanos deberían contar con el mejor servicio eléctrico del mundo porque entre 1999 y 2019 los gobiernos chavistas «invirtieron» una cifra cercana a los 100 millardos de dólares para el SIN.
En contraste, durante las administraciones anteriores, entre 1948 y 1998, todos los capitales públicos y privados destinados al SIN sumaron $48,25 millardos, «y dejaron un sistema eléctrico que, aunque no era perfecto, siempre se anticipó a los requerimientos energéticos del país».
Señala que técnicamente Corpoelec ha sobrecargado la red interconectada para cubrir marcados déficit de generación térmica fuera del estado Bolívar, sobre todo en los últimos cinco años y esto lamentablemente, junto con una creciente ausencia de mantenimiento, ha resultado en el deterioro del sistema troncal y la subtransmisión.
Aguilar añade que la red de distribución (la más cercana a los usuarios del servicio) ha sido la «cenicienta» en cuanto a recursos asignados (menos del 10%) y el mantenimiento ha sido muy deficiente.
«Este tratamiento ha llevado a grandes fallas a una red de transmisión que ya se le había quedado chica al país para utilizar de manera eficaz el poderío de los recursos hídricos de Guayana, llevando en tres ocasiones (2003, 2010 y 2016) en lo que va del siglo XXI a meses de criticidad por mal manejo del embalse de Guri, en este caso por sobrexigencia en ciclos hidrológicos desfavorables ante la ausencia de suficiente generación térmica efectivamente disponible. Esto causó una gran socavación a la industria, comercio y calidad de vida de los venezolanos».
Explica Aguilar que los daños a la red interconectada, en especial en la red troncal y sus derivaciones más importantes, finalmente sucumbieron en marzo del 2019, sumiendo al país en un caos por los apagones y los daños inducidos en más de seis docenas de equipos de gran envergadura que al sol de hoy casi 18 meses después, no han sido reemplazados. Esto ha ocasionado severas limitaciones en el mantenimiento y maniobrabilidad de la red interconectada.
Crisis en estéreo
Según Aguilar, otro factor que agudiza la grave situación del SIN es la situación en la que se encuentra la industria petrolera nacional.
«Las dos crisis están en estéreo y contribuyen a la miseria energética del país. Pdvsa requiere de electricidad para su producción eléctrica y Corpoelec requiere de los combustibles que ésta puede producir para sus plantas térmicas, en especial el gas, para de esa manera completar el requerimiento energético de la nación».
Considera que la mejor manera de darle a Pdvsa la electricidad que necesita para su activación es a través de los complejos hidroeléctricos y para ello se requiere la recuperación del SIN.
«Pdvsa va a requerir de respaldo térmico, pero no en la manera en que se procedió bajo un plan mal concebido conocido como plan de autosuficiencia, que no fue otra cosa que otra parte de la ‘piñata eléctrica’ con el Tesoro de los venezolanos para esquilmar recursos inimaginables, los casos más emblemáticos son los escándalos Derwick, las plantas construidas con empresas Chinas y la Planta Bachaquero, al sol de hoy casi 3 millardos de dólares para 300 MW, la planta térmica más costosa del mundo en su género».
Para Aquilar, la estatal petrolera necesita ser remunerada por sus combustibles adecuadamente y debe regresar al «core» de su negocio: producir petróleo.
«Lo mismo pasa con Corpoelec que también debe pagar el verdadero costo de los combustibles que obtenga de Pdvsa y al mismo tiempo ella debe recibir una tarifa que genere sustentabilidad, rentabilidad de sus actividades. Cero corrupción, fraudes, mucha ética, disciplina y constancia».
En cualquier momento
Aguilar recuerda que a finales de 2018 advirtió que estaban dadas las condiciones para un gran apagón nacional, lo que lamentablemente pocos meses después ocurrió en dos ocasiones (7 y 25 de marzo de 2019).
«Lo grave no es que ocurra un gran apagón, lo peor es que la gerencia de Corpoelec demostró que no están preparados para la recuperación de la carga ante este tipo de contingencias».
Asegura que cada apagón revela fallas, lecciones, análisis y recomendaciones para evitar su recurrencia. «Si los análisis técnicos fuesen hechos con las herramientas adecuadas y los criterios técnicos libre de toda interferencia politiquera, y se permite la operación del SIN en condición de degradación y no se violan las recomendaciones y las lecciones aprendidas, entonces se minimiza el riesgo de la recurrencia. Esto es un tema de disciplina operacional».
Aguilar explica que hasta con los mejores sistemas se corre el riesgo de que pueda ocurrir un apagón, «son los procedimientos y la pericia de los operadores lo que pueden marcar la diferencia para minimizar el trauma a la colectividad. Eso ha venido brillando por su ausencia desde 2007 de manera creciente».
Considera que para minimizar los riesgos que conllevan los apagones lo primero que debería hacer el gobierno es decirle la verdad al pueblo.
«La falta de transparencia no permite precisiones. La disciplina técnica operacional es vital para minimizar el riesgo. Hoy Guri está al tope de su capacidad y Venezuela jamás había sido tan racionada como ha venido sucediendo desde 2019».
¿Qué hacer?
«La primera causa, la raíz de la crisis en el SIN es el régimen de Nicolás Maduro. Al cambiar el régimen se abren las oportunidades para un cambio positivo, ético, libre de vicios y con estricto apego a meritocracia. Si los vicios persisten, es decir con una nueva administración pública se ejecuta un cambio a la ‘quítate tú pa ponerme yo’, el fracaso será estruendoso y rápido».
Aguilar explica que actualmente forma parte de una comisión designada por Juan Guaidó que tiene como objetivo presentar ante proveedores internacionales el Plan para la Recuperación del Sistema Eléctrico Venezolano, conocido como Vesrp (por sus siglas en inglés, Venezuelan Electrical System Recovery Plan)
«Hemos venido dando a conocer nuestros resultados, siempre respetando los convenios de confidencialidad firmados, con la intención de tener, al momento que se de un cambio político, un proceso de asignación ético y totalmente pulcro por lo que en algunos temas debemos guardar la reserva del caso, para garantizar al país las mejores soluciones al mejor costo. No es un secreto que el tema eléctrico se ha prestado para muchas estafas al tesoro de la nación».
¿Tiempo y dinero?
El experto asegura que el plan de recuperación del sector eléctrico venezolano requiere al menos 15.000 millones de dólares. «Para darle solución definitiva, aumentar la eficiencia y poder ofrecer las tarifas más bajas a Venezuela, dándole así una ventaja competitiva en el ámbito regional».
Estima que incluso el monto de la inversión podría bajar, «pero no se puede esperar indefinidamente para su implantación, ya que mientras más dure el régimen chavista en el poder, mayor será el deterioro».
Sobre el tiempo estima que tomará entre tres y cuatro años. «Todo depende de los recursos que se puedan conseguir, que van en función de convencer a los inversionistas de la congruencia técnica del plan, su alta probabilidad de éxito, medido entre otras cosas por la confianza, rentabilidad y mejoramiento que el mismo daría a Venezuela para que de los grandes saltos de recuperación de la potencialmente es capaz».