La única victoria
No quiero cantar victoria, no podemos cantar victoria, no debemos cantar victoria, pese a los enormes avances que hemos tenido aún no hay victoria, porque en Venezuela a estas alturas sólo nos resta una victoria: la libertad, y esa se conquista en territorio nacional.
Sin embargo, hay motivos de sobra para recobrar nuestra convicción de que podremos –al fin– derrocar a la tiranía más cruel de todos los tiempos americanos.
Hay motivos.
Las pésimas decisiones
Hemos estado antes en situaciones similares de debilidad extrema de la tiranía, de su caída inminente y las pésimas decisiones políticas, vinculadas en todos los casos con “diálogos” farsantes y negociaciones embaucadoras, nos han derrumbado.
Sabemos de sobra que a la tiranía hay que desafiarla, combatirla, atacarla en todos los terrenos y sin tregua. A la tiranía no sólo hay que golpearla, hay que escupirle mientras cae.
Golpearla y escupirle.
La tristeza de la hiena
No lo niego, lo expongo, lo grito sin pudor a los cuatro vientos, disfruto un placer orgásmico cuando a las hienas chavistas las desprecian, las infaman o las humillan. Lo sé, soy un incorregible obstinado antichavista, todo venezolano digno debería seguir mi ejemplo.
Por ejemplo, celebro hasta la ebriedad y con la risa más sarcástica que la hiena Jorge Rodríguez sufra desprecios como el que su hermana sufrió en España: ¡Qué no pise Europa! ¡Da asco!
Y yo, bullying antichavista, aplaudo de pie.
Subtítulo
El urgido giro estratégico que dio el presidente Juan Guaidó este año ofrece razones suficientes para reivindicar la confianza. Volvimos a la ofensiva, claro, también nos han beneficiado los marranos errores de Diosdi y su burdo asalto a la Asamblea Nacional.
Hay que seguir a la vanguardia, no parar, atacar en todos los terrenos: políticos, diplomáticos, sociales, culturales, personales. Atacar, atacar sin tregua al chavismo.