El susto de la hiena… por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

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La única victoria

No quiero cantar victoria, no podemos cantar victoria, no debemos cantar victoria, pese a los enormes avances que hemos tenido aún no hay victoria, porque en Venezuela a estas alturas sólo nos resta una victoria: la libertad, y esa se conquista en territorio nacional.

Sin embargo, hay motivos de sobra para recobrar nuestra convicción de que podremos –al fin– derrocar a la tiranía más cruel de todos los tiempos americanos.

Hay motivos.

Las pésimas decisiones

Hemos estado antes en situaciones similares de debilidad extrema de la tiranía, de su caída inminente y las pésimas decisiones políticas, vinculadas en todos los casos con “diálogos” farsantes y negociaciones embaucadoras, nos han derrumbado.

Sabemos de sobra que a la tiranía hay que desafiarla, combatirla, atacarla en todos los terrenos y sin tregua. A la tiranía no sólo hay que golpearla, hay que escupirle mientras cae.

Golpearla y escupirle.

La tristeza de la hiena

No lo niego, lo expongo, lo grito sin pudor a los cuatro vientos, disfruto un placer orgásmico cuando a las hienas chavistas las desprecian, las infaman o las humillan. Lo sé, soy un incorregible obstinado antichavista, todo venezolano digno debería seguir mi ejemplo.

Por ejemplo, celebro hasta la ebriedad y con la risa más sarcástica que la hiena Jorge Rodríguez sufra desprecios como el que su hermana sufrió en España: ¡Qué no pise Europa! ¡Da asco!

Y yo, bullying antichavista, aplaudo de pie.

Subtítulo

El urgido giro estratégico que dio el presidente Juan Guaidó este año ofrece razones suficientes para reivindicar la confianza. Volvimos a la ofensiva, claro, también nos han beneficiado los marranos errores de Diosdi y su burdo asalto a la Asamblea Nacional.

Hay que seguir a la vanguardia, no parar, atacar en todos los terrenos: políticos, diplomáticos, sociales, culturales, personales. Atacar, atacar sin tregua al chavismo.