La llegada al país de la gasolina que proviene de la República Islámica de Irán indudablemente genera un respirito a la crisis social compleja por la que atraviesa el grueso de la población venezolana, incrementada por la escasez de combustible y la pandemia Covid19.
Por: Oly Millán Campos / Aporrea
Nos preguntamos, esta nueva situación con el suministro de gasolina importada será estable y segura?, cuando los factores estructurales que condujeron al colapso actual de nuestra industria petrolera profundizado por el nefasto efecto que tienen las ilegales sanciones impuestas por el Departamento de Estado de los EEUU siguen estando presente. Cuando no existe voluntad política por parte de quienes mantienen la disputa por el poder para mínimamente establecer un proceso de negociación que permita una tregua, mientras se busca proteger a la población en el marco de la pandemia y del colapso general de todos los servicios públicos? La respuesta, lamentablemente sigue siendo negativa.
El gobierno tiene desplegada toda la maquinaria comunicacional propagandística para presentar el suministro actual de gasolina como un gran éxito, mientras, como suele suceder no explica con claridad lo que está ocurriendo con nuestras refinerías[1] y su recuperación en cuanto a costos y tiempo, tampoco cual es el modelo de negocios que se definirá a partir de ahora.
En nuestras narices -bajo una supuesta estrategia exitosa para resolver la escasez de combustibles- está ocurriendo un cambio radical en todo el modelo de negocios de nuestros hidrocarburos desde que se inició en 1900-Gomez, y para muestra un botón; pasamos radicalmente a dejar de tener la gasolina más barata del mundo e inclusive durante unos cuantos meses regalada, a tener que pagarla ahora a precios internacionales algo impensable hace escasos unos pocos años atrás, o peor aún, desde que llegó Chávez al poder en 1999 bajo las banderas de «refundar la república» enfrentando la tesis neoliberal que se había instalado como ideología en la clase política venezolana de fines del siglo XX, donde el tema: incremento de la gasolina era un mito que generaba mucho escozor hablando en términos sociales y políticos. Oh sí, mucho escozor, ahora parece que ya no asusta a nadie.
Lo cierto es que nunca o muy pocas veces se le ha hablado con claridad al pueblo venezolano, son muchas medias verdades que se presentan y son muchas las excusas y evasión de responsabilidades que caracterizan a la clase política de antes y de ahora. Definitivamente no existe mucha diferencia. Y dentro de esta visión tenemos entonces que como es lógico existe mucha incertidumbre sobre los mecanismos que se instrumentarán en los diversos métodos de pago que se han establecido para cancelar la gasolina. No sabemos cuánto tiempo durará la gasolina subsidiada y cómo será el procedimiento para la adquisición de combustibles una vez pasados estos próximos 30 días de «exitoso suministro» como bien lo promete el Ejecutivo nacional. Tampoco sabemos cuál es el esquema de negocios que se instrumentará entre el sector privado que tiene bajo su administración las 200 estaciones de gasolina que están definidas y el Estado venezolano? Y, en este mismo esquema, cuál será el ingreso fiscal que se reciba de esta negociación?
Dentro de este maremágnum de dudas, nos preguntamos será posible que se pueda contener el contrabando de extracción de gasolina y terminar de eliminar el modelo mafioso que existe en torno a este?
En fin, son muchas las preguntas y las dudas que hay que aclarar en esta nueva etapa que se perfila en la historia petrolera venezolana, quiero ser optimista y deseo que todo redunde en el fortalecimiento de la soberanía y en el bienestar del pueblo venezolano, aunque ya sabemos que con un salario mínimo de menos de 4$ mensuales[2] y sin una posible solución en el corto plazo de la profunda crisis política institucional que tenemos, pareciera que más allá de este respirito que significa el acceso al combustible, tenemos muy poco que celebrar.