“¡Es que no le dio tiempo a Biden ni para equivocarse!”. La frase, que corresponde a un comentarista político afín al mandatario republicano, se escuchó hace 23 días en la eléctrica noche del 29 de septiembre en Cleveland, cuando Donald Trump interrumpió a Joe Biden en numerosas ocasiones durante el primer debate presidencial.
Por infobae.com
Obviando cualquier posible motivación ulterior, la Comisión de Debates Presidenciales tomó una decisión que busca evitar -o al menos reducir- las posibilidades de que ese escenario se repita en el segundo encuentro entre los candidatos que tendrá lugar este jueves por la noche: apagará el micrófono del oponente del candidato durante sus respectivas declaraciones de apertura sobre los seis temas que abordarán a lo largo de la noche.
Kirsten Welker, periodista de la cadena NBC, será la moderadora del debate que tendrá lugar en la ciudad de Nashville, en el estado sureño de Tennessee. No obstante, Welker no estará a cargo de encender y apagar micrófonos: eso quedará en manos de la producción. No pocos analistas en los medios locales advierten que la medida podría no ser efectiva.
“Hay potencial para problemas: la voz de Trump puede ser tomada por el micrófono de Biden, y viceversa, lo que quiere decir que una eventual interrupción aún podría ser captada, aunque más suavemente, por los espectadores en casa”, advirtió The New York Times al respecto. En el debate de septiembre, Trump interrumpió más de 70 veces a su contrincante.
Nashville debía ser sede del tercer debate, pero finalmente será la del segundo, porque el de Miami se canceló: tras el positivo de COVID-19 de Trump, la Comisión para el Debate Presidencial decidió convertir ese encuentro en virtual. El presidente se molestó, dijo que no iba a “perder el tiempo” y rechazó participar.
Días después reflexionó: es él el que va por detrás en las encuestas, es él el que necesita recortar distancias. Fue así que surgieron las entrevistas en formato “town hall” (asamblea ciudadana) de la semana pasada. Trump se encontró con una periodista aguerrida, Savannah Guthrie, y dejó en claro una vez más que él buscará imponer su mensaje de la manera que sea. Biden, por su parte, atravesó sin mayores sobresaltos su encuentro con George Stefanopoulos.
La previa del último encuentro antes de los comicios está marcada por la regla introducida por la Comisión de Debates. Los republicanos enviaron una carta a la Comisión criticando que una “persona anónima” tenga autoridad para cortarle el micrófono a los candidatos. “Es muy, muy injusto”, añadió Trump durante un vuelo en el Air Force One, el avión presidencial. “Es muy injusto que otra vez tengamos un moderador totalmente sesgado”, agregó.
Por su parte, Bill Stepien, jefe de campaña de Trump, se burló de la comisión independiente que organiza el debate llamándola “Comisión para el Debate de Biden”.
Pero más allá de las declaraciones cruzadas, el debate se realizará. Debido a la pandemia, y al igual que el primero, el encuentro no será a sala llena sino que ha pasado a un formato aséptico al extremo.
Ingresar a la Universidad de Belmont será, así, una pequeña odisea. Habrá un piso completo dedicado a realizar exámenes de COVID-19 a los pocos asistentes, cuyos resultados estarán listos en cuestión de minutos. Aquel que dé positivo no podrá ingresar al auditorio donde se celebrará el debate y deberá autoaislarse a la espera de instrucciones; quienes den negativo recibirán una pulsera que lo habilitará a moverse por determinadas zonas.
El debate estará dividido en seis segmentos de 15 minutos. Se abordarán los siguientes temas: coronavirus, cambio climático, seguridad nacional, liderazgo, familia y racismo. Brilla por su ausencia la política exterior, que tradicionalmente es tema en el tercer debate. Al convertirse el tercero en segundo y último, el tema se cayó de la grilla.