Esta es la historia no contada de unas advertencias y sugerencias ignoradas por la dirección política de AD y cuyo costo resultó demasiado elevado para «el partido del pueblo” y para toda Venezuela, indicó Jesús Seguías, analista político, presidenta de la consultora Datincorp
1. El documento anexo (AD, es hora de cambiar… antes que sea tarde) queda desclasificado a partir de hoy, 13 de septiembre de 2021, cumpliéndose 80 años de la fundación de Acción Democrática.
2. Este documento fue elaborado en 1994 (hace casi 30 años), y entregado de manera confidencial a Luis Alfaro Ucero, secretario general de Acción Democrática en aquel entonces. Como era de esperar, Alfaro nunca le hizo caso a las advertencias y a las sugerencias allí expresadas.
3. Alfaro era autoritario, antidemocrático y se hacía llamar caudillo (siendo jefe del partido que nació para combatir el caudillismo y los proyectos individuales). En esa época, yo era un simple dirigente medio de AD en el municipio Caroní del estado Bolívar. Y hasta allí pude llegar. Era una piedra en el zapato de un liderazgo decadente.
4. Luego (ya estando Chávez en el poder) se le entregó el documento (también de manera confidencial) a Henry Ramos Allup, secretario general de AD, y a Bernabé Gutiérrez, secretario de organización, con la esperanza que sí le iban a prestar atención a esas sugerencias porque lo que aquí advertimos presagiaba la autodestrucción progresiva de AD, dejando a Venezuela huérfana de una referencia política de proyección histórica y con capacidad de contrarrestar cualquiera tendencia totalitaria en el país. Nunca obtuvimos respuesta.
Henry Ramos Allup y Bernabé Gutiérrez mantienen conversaciones para presentar candidaturas únicas de Acción Democrática
Ramos Allup: “No he conversado ni conversaré sobre candidatos comunes con los estafadores que usurparon la tarjeta de AD”
5. Buena parte del contenido de este documento lo comenté personalmente a Carlos Andrés Pérez y Leopoldo Sucre Figarella. Ambos admitieron que esa era definitivamente la tragedia de Acción Democrática. CAP reconoció en una larga y amena conversación que tuvimos en privado en su casa (La Ahumada) en 1994 que él fue en gran parte responsable de esta crisis por cuanto no hizo lo suficiente, desde su posición de poder, para impulsar la transformación de AD (le dio mayor relevancia a su liderazgo individual). Pero ya era tarde.
6. Lamento reconocer que la Acción Democrática de hoy sigue bajo los mismos dilemas de la AD de Luis Alfaro Ucero. Nada ha cambiado de manera sustancial. La AD de Alfaro labró el camino a la insurgencia del chavismo (¿alguien se atrevería a discutirlo?), y la AD de hoy no es capaz de canalizar el descontento nacional (¿alguien lo discutiría también?). Aun “el partido del pueblo” no hace lo correcto para llevar a Venezuela al nuevo milenio. Por eso concluyo que, en gran medida, la crisis de Venezuela sigue siendo la crisis de AD.
7. El nuevo milenio llegó seis años después de haber redactado aquellas reflexiones y sugerencias políticas. El primer presidente de ese nuevo milenio en Venezuela no fue un adeco sino un militar golpista e izquierdista radical, quien optó inteligentemente por comerse en rodajas al elefante de la democracia venezolana durante dos décadas, y destruyó al país por completo sin construir nada bueno a cambio.
8. Desde hace 30 años, Acción Democrática no ha tenido siquiera un candidato presidencial. Por el contrario, AD viene ocupando un lugar secundario entre una gama de movimientos opositores (algunos de los cuales fueron creados exclusivamente para llevar obsesivamente a la presidencia a algunos de sus dirigentes), y a merced de aventuras políticas que nada tienen que ver con la histórica conducta política de Acción Democrática.
9. Hoy, 80 años después, aún existen muchos adecos añorando con volver al poder y con hacer historia, porque -como dijo Rómulo Betancourt- AD nació para hacer historia, no para medrar en la baja política. El día que los acciondemocratistas comprendan esta misión, es cuando estarán preparados para volver al poder y evitar la “uerredización” del partido.
10. Es una tarea pendiente no sólo para Henry Ramos Allup y Bernabé Gutiérrez sino para todos los acciondemocratistas que quieran hacer de AD el partido del nuevo milenio, el partido de la sociedad red, el partido de la democracia, de la ciudadanía, de las comunidades activas, de la educación, de la gobernanza, y de la economía libre.
11. Si de algo estoy convencido es que la Acción Democrática originaria está más vigente hoy día que hace medio siglo. Sólo falta atreverse y salir de una autodestructiva y paralizante zona de confort, y dejar de rendirle culto a los errores del pasado.
12. Lo mejor de todo es que el cambio es gratis, especialmente si se quiere volver al poder. De lo contrario, en Venezuela surgirán muy pronto nuevas expresiones del poder que llenarán el vacío creado por partidos políticos fallidos y liderazgos tercos (pues así es la historia del poder). El país está preparado para ello. Es hora de las grandes decisiones, y donde las excusas autocomplacientes sobran.
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AD, es hora de cambiar… antes que sea tarde (anexo)
Guayana, 1994
I. Por qué se derrumbó Acción Democrática
Los resultados de los últimos procesos políticos y electorales en los cuales AD ha sido derrotada no son más que la natural consecuencia de una crisis profunda que padece nuestro partido, y que trasciende al fenómeno electoral.
Insistir en encontrar explicaciones electoralistas, superficiales, limitándose a enumerar factores técnicos y casuales, a un hecho que es esencialmente político y de principios, es persistir en ignorar las raíces verdaderas del trance de Acción Democrática; para ser más exactos, es querer desentenderse y no enfrentar con madurez la delicada situación que vivimos. Y el pueblo acciondemocratista no acepta más equívocos y palos de ciego.
El margen de las equivocaciones se nos agotó. O tocamos fondo ya, o estaremos declarando definitivamente la disolución (seguramente paulatina) de Acción Democrática, o lo que algunos definen como la “uerredización” del partido.
Es necesario señalar que Acción Democrática ha abandonado las razones que fundamentan a un partido político. En primer lugar, hace mucho tiempo que en la organización no se discute la política. Por el contrario, nuestras controversias en los últimos 15 años han girado esencialmente en torno al tema electoral, lo cual no infiere necesariamente lo mismo. El léxico partidista se ha limitado dramáticamente a “votos”, “aspirantes”, “candidatos”, “padrón electoral”, “operación satélite”, “operación mosca”, “acta mata votos”, y “adeco que no aspire no es adeco”.
Las tesis programáticas, que convirtieron a Acción Democrática en la fuerza líder de las libertades públicas y de la democracia, de la reivindicación histórica del campesinado y los trabajadores, del nacionalismo y el antiimperialismo, fueron superadas por los cambios que la misma Acción Democrática impulsó en el país. Y lo más grave: nadie se encargó de actualizarlas y reemplazarlas por otras de mayor vigencia, como corresponde a todo movimiento político moderno.
Al parecer, la mayoría del liderazgo, y posteriormente la misma militancia, se embriagó con la fastuosidad que generaba un estado económicamente poderoso, olvidando los quehaceres políticos. A partir de ese momento, la gran orquesta política que era AD se quedó sin partitura, y cada músico terminó tocando su propia melodía e instalando su propio combo.
A decir verdad, ya no había ningún propósito común que amalgamara a la militancia y la condujera hacia objetivos políticos colectivos. De allí que el partido político de ayer dio paso a la federación de proyectos individuales de hoy.
Nuestro liderazgo, al igual que en los demás partidos políticos, se vio afectado por el síndrome del “estado rico”. Los partidos políticos en Venezuela están minados de directivos, en su mayoría con grandes limitaciones políticas, pero no de líderes.
Tenemos burócratas que sólo actúan mientras tienen los bolsillos llenos, pues cuando los tienen vacíos -tal como ocurre hoy- se les agotan las políticas y el liderazgo también. Su liderazgo va íntimamente relacionado con su poder económico.
Mientras ese “liderazgo” amasó jugosos recursos (ajenos en su mayoría) no importaba tener conocimientos políticos (no nos referimos a conocimientos literarios o universitarios, pues Rómulo Betancourt fue uno de los más brillantes políticos de América Latina y nunca tuvo un título universitario).
Para ese liderazgo no importaba la capacidad gerencial para dirigir a las organizaciones durante la adversidad, pues había un absoluto desprecio por la inteligencia; cualquier compañero que tuviese el atrevimiento de “pensar” era declarado como un individuo sospechoso; y generalmente, cuando se domaba a su rebeldía, era asignado a una “comisión de ideología”, algo parecido a un exilio de poetas, que lo mantuviese alejado de los demás compañeros del partido para evitar el contagio.
Por supuesto, siempre han existido los políticos que, por su excesivo teoricismo, quedan aislados de la organización, de sus compañeros, y generalmente terminan despreciando a la militancia común, olvidándose de una máxima de la política y de la vida en sociedad: “si rechazas, con recriminaciones permanentes al grupo social donde te desenvuelves terminaras siendo rechazado por el grupo”. Y, por otra parte, el “aparato” considerado el alma y razón de ser del partido de hoy, estaba reservado para los compañeros más pragmáticos. Así, Acción Democrática se debatía tramposamente entre dos alternativas que a la larga terminaban por ser igualmente dañinas.
En ese entonces –recuerdo que hablamos de las décadas de los años 70 y 80, hasta el 27 de febrero de 1989– no había problema difícil que no tuviese solución para ese liderazgo porque todo se resolvía con recursos abundantes. Así, era muy fácil ser político y “dirigente”, y también aspirante a todos los cargos públicos. Todos se consideraban “dirigentes”, “líderes”, pues hasta se había perdido el sentido de las proporciones y de la autovaloración.
Por esa falta de liderazgo real –al cual no escapa nuestro partido– fue posible el 27 de febrero de 1989 (el “Caracazo”), pues la gente continuaba exigiendo los recursos que antes afloraban con facilidad y ya nadie se los daba. Asimismo, surgieron los intentos de golpes de Estado, y por eso no pudo concretarse en su verdadera y sana dimensión el viraje económico propuesto por el compañero Carlos Andrés Pérez.
Quedó en evidencia que en Venezuela lo que teníamos era un liderazgo plástico, artificial, incompetente, gritón. Ese vacío de liderazgo desorientó al país, lo paralizó, y hoy estamos postrados ante la peor crisis de nuestra historia. Para decirlo en el argot de los jugadores de dominó: el juego se trancó en Venezuela.
En resumidas cuentas:
El partido político que crearon Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, y tantos otros fundadores fue reemplazado por un “movimiento electoral” cuyo objetivo fundamental era ganar elecciones, meta que igual e indistintamente podría asumir un club social y deportivo, o una junta de condominio.
La conquista del poder para transformar al país y convertirlo en una nación desarrollada, dio paso a la conquista del poder con el único propósito de preservarlo y usufructuarlo (es decir, el medio se convirtió en un fin).
Las grandes legiones de luchadores sociales que hicieron célebre a Acción Democrática hasta los años sesenta, fue sustituída por una imponente “maquinaria” cazadora de votos, que sólo se ocupaba del pueblo cuando se acercaba un proceso electoral; el hombre-pueblo, que siente, sufre y reclama, se le quiso trastocar mágicamente en un abstracto en insensible “hombre-voto”.
El tiempo que se dedicaba antes para el análisis y la investigación política -herramienta fundamental para saber, por lo menos, donde estábamos parados- fue ocupado por el más primitivo pragmatismo, al extremo que ya no conocemos a Venezuela, ni sus potencialidades, ni sus perspectivas. Los clichés, la superficialidad y los lugares comunes son la norma y no la excepción.
Al no existir una meta política común, los intereses individuales y los proyectos personales se potenciaron a niveles intolerables para una organización política y social; por eso, muchos militantes terminaron por aceptar que la única lealtad real que se desprendía de su relación partidista era la que se generaba con el compañero que aspiraba a ocupar algún cargo burocrático en la organización o en la administración pública.
Esa lealtad hacia unos individuos terminó pervirtiendo la mística, el compañerismo y la moral de aquel militante, explicándose de esta manera el fenómeno del clientelismo, el oportunismo, y el mercenarismo. Asimismo, las finanzas del partido terminaron confundiéndose con las finanzas personales, y las colaboraciones de los amigos de AD terminaban sufragando un proyecto individual. Una manera fácil de legitimar la corrupción ¿verdad?
El dirigente, y muchos militantes, sufrieron una letal metamorfosis: de servidores públicos pasaron a ser “servidos por el público”, dueños absolutos del poder con capacidad discrecional para hacer rico al amigo (o al socio) y liquidar mortalmente al adversario.
Los acuerdos entre la dirigencia del partido no se producen en torno a posiciones políticas determinadas sino a los parámetros que indiquen los proyectos individuales. Los pactos ocasionales (y efímeros) que se desprenden de esa ficticia “fraternidad” suelen generalmente variar con la velocidad de la luz, y van al ritmo que impongan los intereses de cada “aspirante” y no los intereses colectivos de la organización, por eso, cuando Acción Democrática y el país exigían un acuerdo homogéneo para enfrenar la crisis, lo que se brindó, por el contrario, fue un espectáculo de enfrentamientos grupales sin ninguna relevancia social y política.
Al perderse las metas políticas comunes, y al aflorar los proyectos individuales, las bases del partido comenzaron a perder interés, solidez y fundamento, quedando entredicho su soberanía sobre el destino de AD. Así, la democracia interna –el único instrumento que podía (y puede) garantizar el respeto a las decisiones soberanas de la militancia, y la vital fluidez de las ideas– fue reemplazada por aparatos autoritarios, mezquinos, fraudulentos y corrompidos.
Finalmente, ¿qué fuerzas éticas podría tener una organización y una dirigencia como la que hemos descrito para enfrentar la tentación de la súbita riqueza proporcionada por el poder del estado? ¿Y tratándose de la más importante organización política y social de los últimos 50 años en Venezuela, hasta qué punto no sería ésta una explicación oportuna a la crisis del estado venezolano?
Toda esa locura y pérdida de perspectivas generalizadas condujo, finalmente al desastre político, organizativo y ético que el pueblo nos acaba de cobrar.
II. La nueva Acción Democrática
1. La democracia interna para una nueva misión.
Creemos que la trascendental coyuntura histórica que sufre AD en estos momentos, marcada –como lo señaláramos anteriormente– por una inocultable obsolescencia de las tesis pragmáticas, y de las teorías y políticas organizativas, y que obligan al diseño de un nuevo programa político requiere, hoy más que nunca, de una democracia interna vital, y de libre juego de opiniones que permitan el enriquecimiento del debate, como única salida posible a la reconstrucción de Acción Democrática.
Cada día nos convencemos más de que la crisis de AD es una crisis de democracia (lo cual, por rigor histórico, no debe achacársele a una administración determinada sino a la natural consecuencia de un partido que se quedó sin brújula política y comenzó a anarquizarse), y que la democracia será el antídoto más eficaz contra el liderazgo incompetente, la corrupción, el abandono de las tareas políticas colectivas, y la aparición de los proyectos individuales.
Sólo respetando las normas democráticas internas es como haremos posible que la solución de la actual crisis se haga desde adentro de nuestra organización, y no desde afuera, con sus respectiva carga de enfrentamientos (sin querer perder, por supuesto, la necesaria autoridad que se requiere para que la organización marche con coherencia, evitando la anarquía y el debate grupal). El manejo equilibrado de la autoridad y la libertad serán las claves del éxito.
Una vez concretada la nueva misión política de AD, y renovadas sus tesis programáticas –lo cual no implica automáticamente que sean muy diferentes a las anteriores (total eso lo dirá la discusión)–, entonces debemos proceder a adaptar a nuestra organización a los retos y objetivos que genera la nueva misión.
Colocar un programa político moderno, conectado con el nuevo milenio, en manos de una organización que correspondía a objetivos ya superados históricamente, es condenar al fracaso político al partido. La organización no puede ser una camisa de fuerza para nuestros propósitos políticos. Por el contrario, la organización tiene su justificación, su razón de ser, en la medida en que sea un facilitador que permita desatar todo el potencial político de los dirigentes y militantes.
O lo que es lo mismo, la organización siempre debe ser un medio y no un fin en sí mismo. Hoy, por carecer de un “plan de vuelo” (programa político) coherente y con visión histórica, la organización se ha convertido casi en un fin de sí mismo; y el “aparato” ha pasado a ser nuestra más importante virtud. Bueno, quizás esta es una de las pistas que más nos llevaría a identificar la razón por la cual existe tanto divorcio entre las organizaciones políticas venezolanas y la sociedad civil.
2. La nueva organización y su relación con el poder del Estado.
La organización leninista de nuestro partido, quizás justificada en una época de democracia incipiente en Venezuela (sin perder de vista la influencia socialista de los movimientos políticos latinoamericanos), ha sido superada por la evolución del mismo país. Es decir, son impertinentes las organizaciones verticales y burocráticas en una sociedad horizontal y democrática.
Muy pocos militantes de AD se han percatado de una terrible paradoja: las elecciones uninominales, una propuesta trascendental de nuestro mismo partido, colocaron en el basurero de la historia a nuestras estructuras organizativas, y dieron al traste con la organización omnipotente y que incidía en todas, absolutamente todas las actividades de la sociedad civil (desde los centros de estudiantes, las asociaciones de vecinos y deportivas, los sindicatos y hasta los reinados de belleza).
A decir verdad, los partidos políticos ya venían sofocando excesivamente el ritmo de la sociedad civil hasta el extremo de hacerla inoperante, y aparentemente conformista. Ha sido un conformismo engañoso y amalgamado en gran medida por las dádivas petroleras que repartía el otrora poderoso estado venezolano.
Es decir, involuntariamente la sociedad civil entregó en concesión a los partidos políticos sus organizaciones naturales (gremios, ONG, sindicatos, centros de estudiantes, asociaciones de vecinos, etc) a cambio de una buena tajada de la renta petrolera. Pero el 27 de febrero de 1989 (cuando desaparecen “oficialmente” las dádivas petroleras) queda en evidencia la inutilidad de los partidos políticos y de las organizaciones intermedias (sindicatos, gremios, centros estudiantiles, asociaciones vecinales) que estos decían “controlar”.
Tanto es así que los candidatos presidenciales que han despertado el mayor apoyo de los venezolanos en los últimos seis años son personas que han levantado las banderas antipartido ¿No nos dice nada éste fenómeno?).
Antes decíamos controlar todo, ¿pero cómo controlar ahora a quienes resulten electos en forma uninominal? ¿A quiénes deben rendir cuentas los senadores, diputados, gobernadores, alcaldes y concejales? ¿A un secretario general, por ejemplo, que nada tuvo que ver con su elección directa, o a los ciudadanos que lo eligieron?
Lógicamente, se dirá que antes de ser electos uninominalmente fueron escogidos previamente por el partido. Sin duda, esto debiera generar una automática relación de dependencia, pero no de sumisión –como antes–. Tener el control del poder en momentos en que nuestro partido padece una fuerte depresión clientelar nos obliga a interrogarnos ¿quién depende de quién?
¿Quién influye a quién? ¿El partido toma las decisiones fundamentales de un gobierno que le pertenece, o es el gobierno local quien decide en el partido?
Una simple ojeada por todos los estados donde somos gobierno nos brindará una respuesta a este asunto. Allí veremos que los “mandamás” del partido no son los secretarios generales sino los gobernadores y alcaldes.
Pero sigamos, ¿no nos estaremos acercando, con la elección uninominal casualmente a la dinámica que rige a algunos políticos de muchas naciones desarrolladas, especialmente Estados Unidos, donde los parlamentarios y representantes populares no están obligados a marchar de acuerdo a una “línea” trazada por el jefe de la fracción parlamentaria y/o de la dirección de su partido?
O por el contrario, ¿la elección uninominal, en un país que no posee una cultura democrática arraigada en la sociedad, tal como si ocurre en las naciones desarrolladas de Europa y Norteamérica, no terminará convirtiéndose en una vía expedita para el surgimiento de caudillitos tropicales, generalmente sin formación democrática ni gerencial, que podrían terminar por anarquizar el poder político nacional y debilitar a la república? Estas interrogantes sin duda tienen una inmensa pertinencia histórica que debemos revisar.
Ya Bolívar lo decía en el siglo pasado: “La Constitución (federal) de Filadelfia estaba bien para los Estados Unidos por cuanto aquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral… la libertad ha sido su cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de pura libertad… es único en la historia del género humano. Es un prodigio… que un sistema tan débil y complicado como el federal haya podido regirlo en circunstancias tan difíciles y delicadas como las pasadas… ¿No dice El Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen?”.
Pero Simón Bolívar, influido por Montesquieu, iba más allá y tocaba el caso venezolano: “Este magnífico sistema federativo no era dado a los venezolanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. No estábamos preparados para tanto bien; el bien, como el mal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. Nuestra constitución moral no tenía todavía la consistencia necesaria para recibir el beneficio de un gobierno completamente representativo, y tan sublime cuanto que podía ser adaptado a una república de santos”.
Sin duda, Bolívar daba a la democracia una connotación cultural que iba más allá del fenómeno administrativo y político. Democracia, debemos acotar nosotros, no es simplemente un sistema de gobierno sino la cultura de la convivencia bajo el respeto absoluto a los derechos de nuestros semejantes. Es comprender que nuestros derechos culminan donde comienzan los derechos de los demás. Y que quien no es demócrata en el núcleo básico de la sociedad como lo es la familia, no podrá serlo jamás en el trabajo, en las responsabilidades públicas, y en el propio partido.
O dicho de otra manera, la democracia no es cuestión de leyes y decretos sino de convicciones. Por eso es que las leyes democráticas tienen poco valor en un país que no se comporta en su vida cotidiana en forma democrática. Y es allí donde la escuela primaria se convierte en el principal foro para la formación democrática del ciudadano ¿Eso está ocurriendo en nuestro país? En todo caso, le descentralización y la elección directa de gobernadores, alcaldes y representantes legislativos (una especie de federalismo criollo) merecen una reflexión muy desprejuiciada y objetiva, sin apasionamientos “democratistas” (que no democráticos). En todo caso, por donde lo miremos, siempre nos tropezaremos con el bendito sistema educativo venezolano.
3. Las dos Venezuelas, las dos AD.
Sería muy arriesgado incurrir en el exceso de afirmar que en Venezuela no hay democracia. Lo que sí es cierto es que nuestra democracia -la del país y la del partido- son aún muchos enunciados constitucionales que obligan al ciudadano o militante a comportarse de una manera determinada, pero que todavía no se ha arraigado culturalmente en el venezolano y en el acciondemocratista en particular.
De hecho, en nuestro país comienzan a convivir dos Venezuelas: Una, la que todavía padece la conmoción del shock del cambio político y económico que nos estamos trazando; y dos, la que se ha formado en las universidades, la que se ha conectado con otras naciones (muchos de ellos a través del Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho), la que hoy comienza a pegarse en la “gran red” mundial (Internet), la que maneja a la industria petrolera, la que fabrica acero, aluminio y produce hidroelectricidad, y especialmente la juventud que está copando los centros de estudios superiores, la que se incorpora a la era del conocimiento. En la primera conviven aún la mayoría de los venezolanos, en la segunda están los que mañana serán irreversiblemente mayoría por imposición de la historia.
Asimismo existen dos AD que conviven a veces en forma traumática: uno, la clientelar, la “Caribe”, las del puro aparato, la que tiene miedo de crecer (la más de las veces para evitar más competidores a los cargos a repartir), la marramunciera. Y dos, la AD que quiere ser referencia válida para la Venezuela de hoy, amplia, de estructuras flexibles, orientadora, en fin, la que sea un partido político normal, auténticamente democrático, la que discuta y haga política.
4. El nuevo partido político.
Si partimos del hecho que la elección uninominal de alcaldes, gobernadores y representantes parlamentarios no tendrá vuelta atrás, que la descentralización del poder central hacia los estados y municipios es irreversible, que los partidos irán perdiendo representatividad en los gremios, sindicatos, asovecinos y centros de estudiantes ¿entonces, para qué quedarán los partidos políticos en Venezuela?
Estas interrogantes, con respuestas seguras, demuestran que los partidos quedarán reducidos a actividades muy específicas. Hay que puntualizar que la crisis de los partidos políticos y de las ideologías es a nivel mundial, especialmente en aquellas organizaciones de estructura leninista y del llamado mundo socialdemócrata y democratacristiano, tal como ocurre en América Latina y buena parte de Europa.
En los países desarrollados, donde el cúmulo de problemas sociales y económicos son mucho más benignos que en las naciones pobres, los partidos no serán más que escuelas de alta política, donde se diseñan las estrategias fundamentales del país y de las regiones, respetando con mucha pulcritud a las organizaciones naturales de la sociedad civil, con un limitado número de militantes, y con un amplio uso de los medios masivos de comunicación.
En los países en vía de desarrollo (caso Venezuela), además de escuela de alta política, los partidos deben ser organizaciones para la emergencia social, tienen que ser el motor de los grandes cambios, especialmente los de carácter socio-económico, que nos exige la nueva era que vive la humanidad.
En Venezuela, además, los partidos políticos tienen que ser, en ésta coyuntura histórica, los conductores fundamentales del proceso de transferencia de las organizaciones intermedias, que hoy están en manos de los mismos partidos, a la sociedad civil. De allí que la estructura acaparadora, rígida, burocrática, costosísima, y sustentada en un liderazgo individualista tiene que dar paso, en forma definitiva, a una organización más limitada en número de militantes, flexible, dinámica, austera, y basada en un liderazgo colectivo.
5. Propuestas para la nueva organización política.
En tal sentido, y conscientes de que los cambios que se requieren se harán a mediano y largo plazo, pero también de que algún día tenemos que comenzar por algo, debemos proponer para su discusión, enriquecimiento, y aplicación gradual:
El secretario general. Suprimir la mayoría de las secretarías funcionales existentes, incluida la figura del secretario general (herencia legítima del primer secretario general del planeta, José Stalin) y reemplazarlas por organismos más acoplados a la nueva realidad política y social del país.
La secretaría de profesionales y técnicos. Asimismo debemos reconocer que algunas secretarías funcionales han perdido vigencia histórica. Tal es el caso de la secretaría de profesionales y técnicos, que se justificaba cuando en el país eran escasos lo egresados universitarios, y estos eran percibidos como un solo cuerpo colegiado que se diferenciaba de la sociedad común, la cual poseía altos niveles de analfabetismo. Era la época en que los médicos, los abogados y los ingenieros del “pueblo” eran percibidos como seres muy especiales de la comunidad. Eran los “doctores”, y el país dependía muy poco de estos para definir su destino.
Hoy, cuando el mundo está conmocionado por la era del conocimiento, cuando Venezuela (gracias a Acción Democrática, por cierto) se ha llenado de profesionales y técnicos, cuando la vía cotidiana del país ha sido segmentada profesionalmente, y casi todas las familias tienen no menos de un profesional en el hogar, entonces la Secretaría de Profesionales y Técnicos pasa a ser un organismo muy heterogéneo y poco funcional ¿Qué niveles de identidad pueden existir, por ejemplo, entre un abogado y un ingeniero? Más aún ¿qué pertinencia política tiene la secretaria de profesionales y técnicos en la Venezuela moderna?
¿No sería más útil asignar cada gremio al área política, social y económica que más se aproxime a su especialidad? En este sentido, creemos que tiene mas pertinencia flexibilizar la creación de las secretarías funcionales de acuerdo a la realidad y necesidades de cada estado o región, darle más dinamismo a la estructura organizativa del partido, adaptarla a las realidades de cada sociedad regional y municipal.
Así, por ejemplo, tendríamos una “secretaría del empleo” mientras dure la crisis ocupacional en Venezuela. Una vez superada esta crisis, entonces quizás se hace pertinente eliminar esta secretaría y pasaría a convertirse hipotéticamente en la secretaría de la Economía.
En el mismo orden hablaríamos de los problemas: “educación, “salud, “vivienda”, ”crisis del hogar”, “alimentación”, y sus respectivas secretarías. A éstas estarían asignados a su vez los economistas, los educadores, los médicos, los ingenieros y arquitectos, los sociólogos y los sicólogos, los agrónomos y veterinarios, en forma respectiva. No hay duda de que sería más útil un médico en la secretaría de la salud que en una genérica secretaría de profesionales y técnicos.
La secretaría femenina. La secretaría femenina también debe ser eliminada, pues de un organismo destinado en tiempos pasados a la vindicación histórica de la mujer, para la conquista de sus derechos humanos, hoy pasa a convertirse en la antítesis de la igualdad. Uno de los logros históricos de AD es haber reconocido a la mujer venezolana sus derechos políticos y económicos, en igualdad de condiciones al hombre.
La existencia aún de una secretaría femenina, en un partido que reconoce en forma absoluta la igualdad de la mujer respecto al hombre, y en momentos en que las mujeres ocupan con la mayor libertad y sin discriminación alguna de las posiciones que tradicionalmente se reservaban a los hombres, es como pretender seguir expresando que la mujer es “diferente” y no igual al hombre, y pareciera justificarse más para la obtención de algunos privilegios (lo cual contradice la reclamada igualdad) que para seguir luchando por los derechos de la mujer. Venezuela es uno de los países más avanzados del mundo en materia de igualdad femenina. De manera que el puesto de lucha de nuestras mujeres ahora debe estar en todos los frentes de la actividad política.
La nueva organización. Sugiero dividir la organización en tres departamentos diferentes y a la vez complementarlos con sus respectivos coordinadores. Su actuación será colegiada, de manera que las decisiones políticas que antes tomaba unilateralmente el secretario general ahora serán tomadas por los tres coordinadores de departamentos, y sin que cada coordinador (incluido el secretario general) pierda autonomía.
Departamento de política: coordinado por el secretario general. Diseño de estrategias políticas, propuestas a la localidad, a la región, y/o país, creación de departamentos funcionales. En el caso concreto de Guayana, por ejemplo, estos departamentos se abocarán a dar respuestas a problemas fundamentales de la colectividad: salud, transporte colectivo de pasajeros, seguridad ciudadana y educación, como actividades prioritarias de nuestro partido. El coordinador de este departamento será el vocero oficial del partido.
Departamento de comunicación, análisis e investigación social: investigación política, social, económica y cultural, banco de datos, estadísticas, comunicación social, propaganda, publicaciones.
Departamento de organización: actividades internas, actividades electorales, finanzas.
Finalmente…
No debemos dilapidar nuestro tiempo (controlado severamente por una crisis histórica sin precedentes) en disputas personales, en venganzas estériles, y en discusiones intrascendentes. Nuestra meta fundamental es darle al país una organización política moderna, conectada con las necesidades reales y sentidas del pueblo, y saneada éticamente.
También estamos persuadidos de que la crisis de AD no sólo pertenece a ella sino que ya es generalizada, y de que todos los partidos políticos padecen de los mismos males, o lo están incubando más rápido de lo que ellos suponen.
Seguimos convencidos de que nuestro partido continúa teniendo, a pesar de la actual crisis, la primera opción para convertirse en la fuerza política y social histórica que requiere la Venezuela del siglo XXI. AD es la propuesta política con mayor proyección histórica en la Venezuela del nuevo milenio.
Estas ideas, por supuesto, requieren de mucha discusión, y su hipotética aplicación debe tener un curso histórico. No podemos pretender hacer los cambios de la noche a la mañana, pues todo cambio de ésta magnitud genera muchos traumas en cualquier sociedad. Lo importante es tener los objetivos claros, saber hacia dónde vamos, y que cada día implique una nueva conquista. Total, ya estamos discutiendo a la Acción Democrática del nuevo milenio.
Fuente: El Nacional