Con las elecciones regionales y locales a la vuelta de la esquina, y el desafío de convencer a la ciudadanía que quiere un cambio de que el voto sirve para derrotar al chavismo, la oposición venezolana se enfrenta a múltiples fracturas e incapaz de mostrar en público una imagen de unidad.
La mayor grieta se observa en el estado Miranda -que cuenta en su seno con buena parte del área metropolitana de Caracas-, donde el candidato David Uzcátegui, promovido por varios alcaldes, se enfrenta a Carlos Ocariz, quien cuenta con el respaldo de Henrique Capriles.
Con sus miembros enzarzados en una disputa que incluye peregrinos argumentos sobre la validez de encuestas previas, la oposición no cuenta todavía con un candidato unitario para el segundo estado más poblado del país.
Todo ello, pese a que el Consejo Nacional Electoral (CNE) habilitó en junio a la coalición de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) -inhabilitada desde 2018- con la que los antichavistas obtuvieron su mayor victoria electoral en las parlamentarias de 2015 y con la que deben seducir a una sociedad a la que no convocaron a las urnas desde 2017, en las que también se eligieron gobernadores.
Un lastre para atraer el voto
El presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, explicó a Efe que los sondeos han mostrado que, en este momento, el 20,4 % de los preguntados se mostraron «muy dispuestos» a acudir a las urnas, mientras que el 40 % «dispuesto a votar».
Por eso estima que «si la elección ocurriera el próximo domingo», la participación rondaría el 40 %, si bien «la tendencia es positiva» y puede crecer.
A juicio de León, que entre el 40 % y el 50 % acuda a las urnas es «retador», puesto que «la oposición es mayoría sobre el total del país, pero el chavismo está completamente comprometido con el voto y pueden representar del 20 % al 25 % de la población total».
Eso empuja a la oposición a buscar convencer a los venezolanos por el voto tras un lustro de boicot electoral y estimular a una ciudadanía cansada.
Como parte de esos estímulos, León comenta que «la gente se cansó de la propuesta de abstención» que «te dice, básicamente, ‘mira no hagas nada’, pero no te da una alternativa».
«Cuando no pasa nada, cuando tú no votaste, tu adversario ganó y ejerce poder, te vuelven a llamar a la abstención en parlamentarias y lo único que ocurre es que el Gobierno controla el Parlamento, llega un momento en que sientes que esto no va por aquí», afirma.
La oposición llamó a la abstención en las elecciones legislativas de 2020 y presidenciales de 2018, lo que permitió a Maduro ser reelegido y al chavismo obtener el 92 % de los diputados del Parlamento.
Frente a ello, explica, «hay un deseo en algunas personas» de participar «porque es la única cosa que crees que puedes hacer».
Por contra y entre las trabas para atraer el voto están las garantías electorales y las divisiones de la oposición.
«No es verdad que toda la oposición está unida; se llama unidad pero no es verdad. Yo diría que uno de los momentos con mayores problemas de facturas y división», explica León.
Además, en algunos casos, la oposición tiene unos «candidatos que son impresentables, como dinosaurios que llegan por un acuerdo político, pero que la gente rechaza».
La calle pide cambios
En la calle, la voz se escucha con rotundidad. Leyza Flores, que se define como «opositora total», reconoce que «quisiera decir, ‘sí quiero votar’», pero que su desencanto le impide animarse como en otras elecciones.
Para que ese llamado a las urnas tuviese eco, explica que «tendría que venir otra persona» que la convenciera y asegura que «hay que esperar a otro mesías para creer otra vez».
Además de más garantías electorales, pide «otro liderazgo de una persona que no se deje embaucar, que no se deje llevar» y «contaminar con tanta corrupción».
En un sentido similar se expresa Jeanette Montiel, que afirma que, a sus 71 años, «casi siempre» cumplió «con el deber de votar», un compromiso del que se alejó «de unos años para acá».
En su caso, pide que haya «unas elecciones transparentes y con libertad», pero también considera que su desconexión con la política podría resolverse con otro liderazgo opositor porque «una renovación también es muy importante».
«Yo no creo ni siquiera en los opositores de ahora porque nos han hasta traicionado porque se han vendido. La decepción ha sido bastante», concluye.
A mujeres como Flores y Montiel deben dirigirse los antichavistas antes del 21 de noviembre, día de las elecciones, y, sin embargo, las fracturas no paran de agrandarse, alejándolas cada día más de la cita con las urnas.