La cúpula deshumanizada, Por César Pérez Vivas

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La muerte en prisión del exministro de la Defensa de Hugo Chávez, el general Raúl Isaías Baduel; la forma cómo la cúpula roja manejó la misma, junto al elevado número de presos políticos, revelan de forma inobjetable la profunda deshumanización a la que han llegado los personajes que administran el país.

Cuando lo que importa es el poder por el poder, cuando la dignidad de la persona no importa absolutamente nada a un sistema político, se llega a los extremos de ensañamiento, a lo que los altos jerarcas del socialismo del siglo XXI han llegado.

La injusta prisión y las torturas físicas y psicológicas, que se han producido en las personas de los líderes de la ONG Fundaredes, me han colocado de cerca, nuevamente, del tema de los presos políticos. He tenido que pasar horas, junto a sus familiares, a las puertas del Helicoide para buscar la forma en que las víctimas de la infinita sed de venganza y de odio de los revolucionarios, puedan recibir alimentos, medicinas y enseres. Y allí, en aquella antesala inhumana, oír a las familias de los presos políticos narrar la infinita lista de vejaciones a que son sometidos, por la legión de mal encarados funcionarios que el régimen ha reclutado, para cumplir el papel de carceleros de hombres y mujeres depositados ahí, sin el menor respeto a sus derechos fundamentales.

La rimbombante comisión de “reforma de la justicia”, encabezada por Diosdado Cabello, designada “por el Consejo de Estado”, forma ladina de esconder la mano de su mentor; llegó al Helicoide para aplicarle a los presos políticos unas regalas cuartelarías, con las cuales vejar aún más a quienes el “socialismo bolivariano” ha declarado sus enemigos.

Ese régimen de terror, ahora imperante, en las mazmorras del madurismo terminó con la vida de un ciudadano, el general Baduel, a quien la cúpula roja le cobró con su humillación y su vida, haber roto con su mentor, y expresar su desacuerdo con la instauración de la dictadura comunista en la que nos encontramos.

Los personajes que hoy controlan La Rotunda del Siglo XXI, algunos de ellos responsables de muchas muertes, en el golpe frustrado del 4/02/1992, se les olvidó cómo la democracia los trató durante su permanencia en prisión. Se les olvidó cómo les dieron trato digno. Como sus familiares y amigos podían visitarlos y cómo jamás les faltó alimentos, medicinas y atención de salud.

Hoy, cuando le permiten a un familiar visitarlos, o acceder a algún bien, entonces se presentan como samaritanos que le hacen un gran favor. Es importante destacar que no es ningún favor permitir a las familias, de vez en cuando, una visita a sus presos. Es un derecho de todos, más aún de los presos políticos, tener la visita de sus familiares y amigos. Acceder a alimentación adecuada, medicinas y atención de salud.

El trato que la cúpula roja les está dando a los presos políticos (civiles y militares) constituye un crimen revelador de su deshumanización y del nivel de perversión que el poder les ha producido. Son el verdadero prototipo del hombre nuevo, que Hugo Chávez, copiando las obsoletas teorías del marxismo-leninismo, decidió impulsar y elevar a posiciones de poder. Del hombre nuevo sin alma, sin valores, con alevosa conducta cínica que los lleva al disimulo y a la manipulación, con tal de prolongar al máximo su nociva presencia en los espacios del poder político y económico.

Seguramente todos estos personajes han internalizado la concepción del hombre nuevo que Juan Bonilla, en su libro “Prohibido Entrar sin Pantalones”, reseña cuando nos presenta el contenido moral del poeta de la revolución bolchevique, Vladimir Maiakoski. El mismo que avaló la orgia de sangre de la revolución bolchevique, delataba a sus colegas escritores, defendió la prisión de los disidentes, hasta que la revolución derivada al stalinismo le toca directamente para obstinarlo y llevarlo suicidio.

Ese hombre nuevo, sin principios morales, sin amor por el prójimo, presumidos de poder y dinero, es el que se pone de manifiesto con la rabiosa defensa que la camarilla de Maduro hace del barranquillero Alex Saab. Este oscuro personaje, presentado en palacio por la senadora de la guerrilla colombiana Piedad Córdoba, para ejecutar los contratos que Chávez le asignaba a su grupo, devino en un multimillonario agente de ilícitos negocios, disfrazados de programas sociales para los pobres. En efecto Saab era el hombre, que a precios exorbitantes, le vendía al gobierno “socialista” las bolsas de alimentos, mejor conocidos como los CLAP.

Bolsas de alimentos vencidos y de mala calidad, con lo cual las “ganancias” obtenidas llegaban a niveles jamás conocidas en otro tipo de negocios. Ninguna regla moral ni política justifica ese comportamiento de la nomenclatura oficial. En un estado medianamente estructurado el escándalo de este personaje hubiese dado lugar a investigaciones de naturaleza fiscal, judicial o administrativa. La que se trató de hacer a nivel parlamentario sucumbió por los efectos de la misma corrupción, que el personaje puso en marcha en nuestro entramado social y político.

En conclusión este sensible tema de los presos políticos revela de forma nítida la deshumanización de la camarilla madurista. Su insensibilidad por la vida y por los derechos humanos. La muerte de Baduel y el trato dado a los jóvenes de Fundaredes son prueba irrefutable. Su apego al poder y al dinero lo revela el manejo dado a la prisión de Alex Saab. Es parte del llamado daño antropológico que la revolución ha causado. Nos corresponde, entonces, como lo ha precisado nuestra Conferencia Episcopal, “una refundación de la república” que debe comenzar por una reconstitución moral de la sociedad.