La decisión del dictador ruso de invadir Ucrania, no solo pone en riesgo la paz del mundo, sino que representa un retroceso en el campo del derecho internacional y de la democracia.
Con Putin al frente, los sistemas autoritarios apuestan a un fortalecimiento del modelo hegemónico instaurado en cada país de corte antidemocrático, sino a un repliegue a las democracias occidentales, fundadas en la alternancia, la separación de poderes, el control parlamentario y judicial de los gobiernos y la economía de mercado.
Putin representa, en estos tiempos, una reencarnación del espíritu de los zares y de la vocación imperial de Stalin. Pretende restablecer, lo que le sea permitido de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Sueña con convertirse en un especié de nuevo zar del oriente europeo, y no precisamente bajo el esquema de los modernos estados democráticos supranacionales, como es el caso de la Unión Europea, sino a base de la barbarie que representan las armas, con las cuales se atreve a invadir una nación como Ucrania.
Esta es la visión y la ambición de un personaje que ya va para 20 años ejerciendo el poder en Rusia. Para el cumplimiento de ese objetivo han asumido la tesis de un mundo multipolar, como sustituto del agotado modelo bipolar de los tiempos de la guerra fría y como fórmula para contraponer un contra peso al poder que representan los Estados Unidos de América, en la geopolítica mundial, luego de la caída del muro de Berlín y de la desintegración de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En ese discurso y en esa política del mundo multipolar se esconden todos los regímenes autoritarios del mundo, para justificar su comportamiento y para buscar apoyo en los regímenes de China y Rusia, que buscan entrar en una disputa por una hegemonía planetaria sumando estados y gobiernos dispuestos a una sumisión acrítica a cambio de respaldo a sus hegemonías personales, buscando una esfera de complicidad a sus constantes atropellos a los derechos humanos de sus ciudadanos. Lo cierto es que la humanidad necesita es un mundo plural y democrático, respetuoso del derecho internacional y de los derechos humanos al interior de cada país. Un mundo unipolar o multipolar es una negación del derecho y de la justicia.
La gravedad de la situación derivada del ilegítimo e ilegal ataque ruso a Ucrania, es la ruptura abierta y descarada del derecho internacional, donde por razones eminentemente de control territorial y dominación imperial, se ocupa el territorio de un estado independiente y autónomo.
Es en el marco de esa lógica y de esa dependencia que el régimen de Maduro se alinea acríticamente con la brutal invasión propiciada por los rusos contra la nación ucraniana. Una camarilla que lleva más de dos décadas dándose golpes de pecho, proclamando la vigencia del derecho internacional, cuestionando el imperialismo, negando toda participación de organismos y/o estados de la comunidad internacional en la búsqueda de corregir sus desafueros, con el burladero de la soberanía y el no injerencismo, termina de golpe apoyando una brutal invasión militar, de una antigua ex República del desaparecido imperio soviético.
Eso es como si el actual estado español se le ocurriera invadir nuestro país, o cualquier otro de la América Latina, bajo el pretexto de que nuestros países en el pasado formaron parte de su territorio. No hay argumento alguno con el cual defender y sostener la barbaridad cometida por Putin al ordenar la intervención militar en Ucrania, como tampoco hay argumento para que un régimen como el de Maduro, violando una política centenaria de no alineación en guerras extra continentales, involucre a nuestro país en un conflicto de esa magnitud, donde por lo demás la justicia y la más elemental razón no ofrecen ninguna justificación a esta absurda guerra.
Queda claro, entonces, que a Maduro sólo lo mueve una complicidad con la dictadura rusa, que se ha convertido en la encubridora de sus desafueros en el seno de los organismos internacionales. Cómo Putin le tolera las masivas violaciones a los derechos humanos, el desconocimiento de los principios fundamentales de la democracia, y además le provee asistencia militar y armas para la imaginaria guerra que Chávez y su entorno se planteó contra los Estados Unidos, entonces salen a apoyar tamaño crimen, como lo es la invasión a Ucrania.
La irresponsable decisión de Nicolás Maduro traerá consecuencias negativas a nuestro país. Si solo fuesen para el régimen anti democrático de la “revolución bolivariana” no revestiría tanta importancia, pero sus efectos tocaran a toda la población.
Mientras el mundo civilizado repudia esta guerra absurda, Maduro, Ortega y Díaz Canel, en este continente, solo por cuidar su permanencia en el poder, se ponen del lado de la guerra y de la barbarie. No en vano, ellos son la barbarie roja misma.