El régimen invierte millones de dólares en la compra de páginas, tropas de redes y ejércitos de influencers para mercadear un mito: “Venezuela superó lo peor y ahora lo que viene es la recuperación”
Por Julio Borges – Infobae
“Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, una frase que se le atribuye al jefe de la propaganda Nazi, Joseph Goebbels. Un reconocido genio del lenguaje del mal, un artífice de la mentira, cuyas destrezas comunicacionales eran excelsas para endulzar cualquier alma, inclusive la más racional. Era un experto en torcerle el brazo a la realidad, justificando lo injustificable y victimizando al victimario. Pero su estrategia era sencilla: repetir y repetir hasta que el subconsciente de las masas captara el mensaje y lo convirtiera en un hecho digerible e irrefutable.
Traemos a colación a Goebbels y su prominente arte de propaganda porque han surgido en Venezuela estrategias que pretenden desempolvar teorías que corresponden a este representante del nacismo. Cuando escuchamos tanto fuera como dentro del país, muchas veces en tono jocoso, que Venezuela se arregló y que las condiciones de vida de la población están mejorando, no nos percatamos que estamos ante una guerra comunicacional y psicológica emprendida por la dictadura de Nicolás Maduro.
El régimen de Maduro invierte millones de dólares en la compra de páginas, tropas de redes y ejércitos de influencers para mercadear un mito: “Venezuela superó lo peor y ahora lo que viene es la recuperación”. Un mito que quienes ostentan el poder pretenden sostenerlo a base de dólares, conciertos, restaurantes lujosos, destinos paradisiacos, y todo el derroche que podamos imaginar. Un burdo espejismo que solo arropa al 1% de la población que se encuentra conectado con el poder, desfilando riquezas mal habidas provenientes de la corrupción y el crimen organizado que mantiene a la estructura dictatorial.
Maduro no es el primero que echa mano de esta maniobra de propaganda. Durante el siglo XX, el régimen castrista desplegaba todas sus baterías comunicaciones en el mundo para que matrices como “En Cuba logramos analfabetismo 0″ o “Cuba es una potencia en salud” calarán y se hicieran casi un dogma. Muchos en su época lo creyeron y hay algunos que todavía lo creen, era un relato que producía amnesia ante los crímenes del castrismo.
Los efectos de esta operación de propaganda pueden ser particularmente nocivos cuando nos nubla y nos hace prácticamente imposible distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira, entre lo superficial y lo importante. Todo se vuelve un pantano muy negro, donde la conciencia se va extinguiendo. No obstante, la verdad en Venezuela es que hay un país sufriendo. Un país mayoritario que no camina en medio de excentricidades y que todos los días debe bregar para superar dificultades de todo tipo.
Para percatarse de esto solo hay que revisar las páginas de la Encuesta Nacional de Hospitales que posee datos muy precisos sobre las condiciones de salud del pueblo venezolano. Uno de los más estremecedores dice que al menos 233 personas murieron entre 2019 y 2021 por cortes eléctricos en hospitales de Venezuela. Estos pacientes fallecieron porque necesitaban ventilación mecánica o porque tenían que entrar a quirófano de emergencia y no pudieron ser trasladarlos dentro debido a que no había ascensor para hacerlo. Ni hablar de los médicos que hacen malabares para salvar vidas en medio de este contexto, llegando incluso a culminar operaciones con la luz de sus dispositivos electrónicos por la persistencia de los apagones. Aunado a ello, el mismo estudio describe que hay 70 % de escasez de insumos en los quirófanos y 44 % en las emergencias de los principales hospitales de nuestro país.
Es esa la realidad que enfrentan miles de venezolanos que no tienen recursos para acceder a centros de salud privados y que se encuentran expuestos a los mayores niveles de vulnerabilidad. Y debo ser enfático en subrayar que, así como están de deteriorados los hospitales, están las escuelas, y así como las escuelas, están los aeropuertos, y así como están los aeropuertos, están las carreteras. Es una crisis estructural y trasversal, que no se resolverá con pañitos de agua tibia, llámense dolarización o apertura económica, sino que requiere de una reforma estructural cuyo origen es político y democrático; pues solo una transición y un nuevo gobierno podrá sentar las bases para una prosperidad real, que permee los sectores más desfavorecidos y que permita recobrar las condiciones de vida digna para todos los venezolanos sin exclusión alguna. ¡Qué la propaganda no nos haga perder el foco y la noción de la realidad! La verdad es lo único que nos puede hacer libres.