Moisés Naím: “Yo creo que la democracia es una forma de gobierno que está en peligro de extinción”

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Moisés Naím, uno de los columnistas más leídos en idioma español, viaja hace 32 años a Davos para participar del foro que congrega a jefes de Estado, empresarios y ejecutivos de las empresas más importantes del mundo. En la pequeña ciudad de las montañas suizas, el autor de La revancha de los poderosos conversó con La Tercera sobre lo que la cita 2023 va dejando en limpio, y su mirada de Latinoamérica y Chile en el contexto global

Por El Nacional

Ha venido hace 32 años a Davos, la reunión en la pequeña ciudad de las montañas suizas, donde se dan cita jefes de Estado, empresarios y ejecutivos de las empresas más importantes del mundo. Es por eso que capta como nadie las tendencias que emergen cada año, las tensiones y preocupaciones que se reflejan, así como también los nuevos temas que vendrán no solo en economía, política, geopolítica, sino ciencia, tecnología, conocimiento y cambios sociales.

Moisés Naím es uno de los columnistas más leídos en idioma español, y actualmente se desempeña como miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace en Washington, DC. En 2013, Naím fue incluido por la revista británica Prospect en la lista de los intelectuales más destacados del mundo y ha sido reconocido como un “global thought leader” por el Gottlieb Duttweiler Institute de Suiza. Dirigió por 14 años la revista Foreign Policy, revitalizando y robusteciendo el proyecto, que bajo su mandato ganó el National Magazine Award for General Excellence tres veces.

Sus libros han sido traducidos a varios idiomas, y cuenta que el último de ellos, La revancha de los poderosos, está en la lista de los más vendidos en Asia, España, y distintos países del mundo.

Mientras afuera nieva suavemente, Naím se sienta en uno de los cafés del Congress Center -donde cuesta encontrar asiento- para conversar con La Tercera sobre lo que Davos 2023 va dejando en limpio, y su mirada de Latinoamérica y Chile en el contexto global.

—La guerra en Ucrania ha sido uno de los temas centrales en este Davos, con el mensaje de Zelensky y la presencia de su esposa. ¿Cómo ha visto la postura europea?

—La decisión de Putin de invadir Ucrania tuvo varias sorpresas, inclusive para él, quien suponía que era cuestión de días… Se pensó en general que iba a ser de corta duración, pero esto va para largo. La otra sorpresa es que los ucranianos no solo demostraron ser feroces soldados y militares, sino eficientes comunicadores. Y manejan la comunicación moderna, las redes sociales y los influencers, de manera muy eficaz. También se pensaba que iba a haber ataques cibernéticos que iban a paralizar a Ucrania y lo que ha habido son ataques medievales de destrucción de infraestructura y edificios, y asesinatos. Y la gran sorpresa, por último, es que esta guerra hizo que los europeos descubrieran que son una superpotencia. Y que tienen armas superpoderosas: la más poderosa que tienen es la unión. Descubrieron que si actúan unidos, pueden ser una superpotencia que se sienta en la mesa -no como observador, como había sido hasta ahora-, sino como protagonista. Están los chinos, están los norteamericanos, y ahora está Europa, como protagonista.

—Ursula von der Leyen fue muy clara en su apoyo a Ucrania todo el tiempo que se requiera…

—Eso está revelado en el discurso de Von der Leyen en Davos, que es uno de los mejores discursos que he oído en Davos en muchos años. No lo esperaba de ella, ni de Europa, y me han sorprendido positivamente. Lo otro es que lo que estamos viendo en Davos es una campaña mucho más amplia de Ucrania. Ya han logrado captar la atención de Davos de manera significativa, están muy representados y muy presentes, y también están en otras partes. Mientras que a Putin no lo hemos visto, está desaparecido.

—Los rusos no están invitados a Davos, de hecho…

—Claro, quedaron fuera. Otra de las cosas que estamos viendo es el sorprendente desenchufe de un país entero. Rusia ha sido desenchufada, y todo eso se refleja.

— La desglobalización, o reglobalización, ha estado muy presente en el debate. Esta idea de que la globalización estaría llegando a su fin, o que será transformada, ¿cómo lo ve?

—Lo veo confuso, basado en una definición obsoleta y muy estrecha de lo que es la globalización. A la que se refieren la mayor parte de esas conversaciones -la desglobalización, la desindustrialización, etc.- define la globalización en términos de flujo de comercio e inversiones. Pero resulta que es mucho más que eso. Un virus que nació en medio de China, pasó en muy pocas horas a afectar a toda Europa, después rebotó en todo el mundo, y causó una pandemia global donde no hubo país del planeta que no estuviera tocado por ella, a una velocidad y una trayectoria inusitadas. ¿No es eso globalización? ¿No lo es la globalización de los terroristas? ¿O de los activistas de derechos humanos? ¿O El Me Too? Yo te puedo dar una lista de cosas buenas y cosas malas que tienen que ver con la integración del mundo.

—¿Es imparable?

—Claro, no es un proyecto de nadie, así que no es que ahora lo vamos a desacelerar… Aquí lo que está pasando es que están reconstruyendo las redes de suministro. (Pero) todo lo que está pasando con el comercio no basta para definir la globalización. Es una definición que pierde de vista estas otras dimensiones.

—El “desacople” con China, diversificar las cadenas de suministro, se han puesto como objetivos muy prioritarios.

—Hasta que hacen los números. Todo eso suena muy bien hasta que haces los números. Y eso le ha pasado a una gran cantidad de compañías. Hay partes donde no vas a poder estar porque los gobiernos han intervenido, hay todo tipo de limitaciones y embargos, sobre todo Estados Unidos. Pero la razón por la cual ha habido tanta intensidad de integración de China con el resto del mundo, no estaba basada en discursos, sino en los números. Era muy barato producir en China y exportar a Europa, Estados Unidos y el resto del mundo. Y sigue siéndolo. Lo que pasa es que ahora hay otros protagonistas -Vietnam, Tailandia, Indonesia, Malasia- que también están jugando en suplir al resto del planeta de productos manufacturados en economías de bajos salarios. De nuevo: en esto hay mucho eslogan, mucho cliché, hasta que ves los números.

—Sobre la democracia en declive, se ha hablado de cambiar la narrativa: pasar de decir que está en declive hacia decir que la democracia está bajo ataque. ¿Hay consenso en eso?

—El libro que acabo de publicar, La revancha de los poderosos, sostiene esa tesis. Yo creo que la democracia es una forma de gobierno que está en peligro de extinción; tenemos que reanimar el apoyo a la democracia. Estamos viviendo en un planeta donde la mayoría de las personas no ha conocido la democracia, y para mucha gente la democracia va contra la naturaleza del ser humano. Yo no creo eso, creo que el ser humano está genéticamente orientado hacia la libertad, y donde hay opciones, prefiere opciones antes que monopolios, de todo tipo. Entonces, uno: la democracia está bajo ataque. Dos: en peligro de extinción. 3. No es tarde para actuar. 4. Hay que saber dónde actuar, y cómo. Pero ningún problema ha sido resuelto si antes no ha sido diagnosticado. Y el diagnóstico de que la democracia está en peligro de extinción todavía no es claramente aceptado. No forma parte de la narrativa. Y sí, es uno de los peligros que tenemos hacia adelante.

—Ha bajado la adhesión a ella…

—Porque ya hay una gran desilusión con la democracia. Y entonces ahora, como estamos entrando a una época de inflación, y de bajo crecimiento, vamos a tener países cuyas democracias van a ser perdidas debido a estas nuevas condiciones.

—Los populismos tienen ahí un caldo de cultivo, ¿no?

—A ver: ¿cuántos países conoces tú que tienen gobiernos exitosos? Pocos. En el mundo, la norma es que los países no tienen gobiernos exitosos, sino fracasados, que no le están sirviendo a la gente. Eso no se dice ni es reconocido suficientemente. Hace falta una revolución en la gestión gubernamental, que no solo es de administración, sino de política, de tecnología, de recursos humanos, de talento, etcétera. En momentos en que nunca antes había sido tan importante el talento y el conocimiento en el manejo de las organizaciones, los gobiernos no logran atraer y retener el talento del nivel que hace falta para navegar y sobrevivir. Entonces hay desilusión con las promesas que han sido hechas y exigidas. Pones todo eso y lo mezclas y es un caldo de cultivo muy importante y una amenaza. Como los gobiernos, que no logran tener desempeño, deben encontrar otras maneras de lograr apoyo de la gente, utiliza lo que yo llamo las tres P: populismo, polarización y posverdad. Han existido siempre pero están con una potencia y una globalidad enormes. Como no puedes rendirle a tu gente, los enredas en conflictos, les haces promesas que sabes que no puedes cumplir, que desilusionan a la gente pero que te sirven para quedarte un poquito más en el poder. Divides a través de la polarización, conviertes a tus rivales políticos en enemigos, criminalizas la diferencia de ideas, y todo eso potenciado, aumentado eficazmente, cruzado, por las tecnologías, que crean este ambiente de posverdad, en que no hay a quién creer ni qué creer.

—¿Dónde se dan estas tres P hoy?

—Las encuentras en todas partes. En Estados Unidos, donde Trump fue un fantástico utilizador de esto, pero lo encuentras en América Latina, en Europa, en Asia.

La democracia está en peligro
—¿Qué antídoto?

—Democracia. La palabra mágica acá es: entérate primero. Hasta que toda esta gente no entienda que “la democracia está en peligro”, como tema de conversación va a ser muy difícil.

—Acelerar la transición energética es otro problema que se ha tomado la agenda de Davos este año, por razón del cambio climático, pero también geopolíticas. ¿Cómo hacerlo más rápido, si justamente por la guerra en Ucrania se ha reactivado el uso de combustibles fósiles?

—La gente sabe que existe ese dilema que tú dices. Es muy importante entender que las dos grandes amenazas a la estabilidad del mundo son el cambio climático y la inteligencia artificial, y ahí Latinoamérica no está bien preparada. La IA va a tener impactos que no son imaginables, va a transformarlo todo. Algunas para muy bien y otras para muy mal. La IA como tema central debería existir, prestarle atención y saber cómo usarla, cómo regularla. Y en cuanto al cambio climático, es lo que tú dices, la convergencia de intereses inmediatos geopolíticos, la realidad de que o se hace algo o nos freímos. Y vamos a tener, nuestras democracias, países, que hacer lo necesario. Pero cómo escribí una columna: a veces lo necesario es obvio pero imposible.

—¿Qué es lo que más le preocupa de la IA?

—Que contribuya más a la radicalización y la confusión. O sea, si tú eres sometida diariamente a contenido tergiversado, manipulado, diseñado para manipular, pues es un mundo muy capturado por los charlatanes. Siempre ha estado muy vulnerable a la influencia de charlatanes, mentirosos, manipuladores, demagogos, eso no ha cambiado. Lo que ha cambiado es que ahora son digitales, globales y grandes.

Los autogoles de Boric
—Ha habido en este Davos importante presencia latinoamericana. Mucha delegación de Brasil, de Colombia vino el Presidente Petro y sus ministros, también los presidentes de Costa Rica y Ecuador, la canciller peruana y la vicepresidenta de República Dominicana, aunque no hubo autoridades de Chile. Se decía en un panel que la región tenía tres ventajas: que es la única donde no hay guerra, que tiene agua y recursos naturales. Son buenas ventajas comparativas, ¿no?

—Pero en el mundo de hoy, las ventajas comparativas no salen del control de los recursos, sino del control del conocimiento. De nada te sirve tener un yacimiento petrolero o de gas o unas grandes minas de cobre, si no logras utilizar más tecnología. Puedes seguir produciendo y exportando cobre como se hacía hace 100 años, pero también lo puedes hacer con técnicas más novedosas. Entonces, sí, América latina tiene ventajas en términos de recursos, pero su relación con el mundo está dictada esencialmente por la exportación de drogas y de gente, y de materias primas. Ninguna de estas cosas forma parte de la conversación mundial. Las materias primas ahora están en la mira, y América Latina es un jugador importante, pero solo como eso, sacando recursos del suelo, y mandándolo en barcos a otros países. Pero de ahí el valor agregado, o la transformación de esas exportaciones en un instrumento de influencia geopolítica…

—¿Sigue siendo Latinoamérica “el continente olvidado”, como dice el libro de Michael Reid?

—Sí. Una vez, un altísimo funcionario de Estados Unidos, cuando le pregunté por qué no le prestan atención a América Latina, me dijo que América Latina no es competitiva ni siquiera como amenaza. No tiene armas nucleares, no tiene cómo estar en la lista. Entonces, me decía él, cuando me despierto en la mañana y me entregan el reporte de lo que pasó en la noche, el número 54 de los temas del día es que algún presidente en América Latina dijo o hizo una barbaridad. Hay muchas otras prioridades que son más importantes, de importancia existencial (para ellos). Corea del norte es más importante porque tiene bombas atómicas, etc.

—¿Cómo ve a Chile en este contexto latinoamericano?

—Chile es el modelo. Yo tenía la esperanza, y todavía la tengo, de que así como Chile marcó la pauta y le mostró al mundo cómo se podía manejar la economía de un país emergente, pobre, remoto, que se convirtió en un país exitoso. Era un ejemplo en la política económica. Y, bueno, yo dije: quizás puede ser que con este gobierno Chile no solo nos muestre cómo se hace la economía en un país de este siglo, sino cómo se hace la política. Y yo tenía mucha esperanza de que eso funcionara y que Chile fuera ejemplo del cambio político, con este Presidente. Y luego lo que veo es que una vez a la semana se hace un autogol. El Presidente Boric no pasa una semana en que hace una cosa en que, simplemente, pareciera ser que es para atender su base, que le está exigiendo cosas. Hay un choque entre lo que el resto del mundo espera y lo que la base más estridente y más radical de la coalición de Boric quiere. Y él está en el medio, entonces eso explica por qué lo vemos una vez a la semana haciendo cosas, que uno piensa, ¿para qué está haciendo esto? Esto no le compra nada, salvo unos apoyos internos que él debería tener. Mientras él siga cautivo de una base radical y estridente, paralizante -porque no logran imponer su punto de vista pero sí logran bloquear los avances en otros ámbitos-, Boric puede ser simplemente una oportunidad perdida. Pasar a la historia como una oportunidad perdida, como un país que podría darle al mundo una visión de cómo se reforma la economía para que sea una de crecimiento, y como se reforma para ser una democracia atractiva, competitiva y funcional al siglo XXI.

—Pero le quedan tres años…

—Le quedan tres años. Tiene que ver con su capacidad de aprendizaje, con cómo resuelve él el dificilísimo equilibrio entre satisfacer a una base de radicales, que está dentro de su coalición, y lo que el mundo espera de un país como Chile en estos momentos. Pero dentro de eso también hay la esperanza de que haya un aprendizaje haciendo (learning by doing). y que dejemos de ver este espectáculo donde se enreda en temas donde no debería estar enredado. El autogol como patrón regular debe desaparecer.

Por Paula Escobar Chavarría, desde Davos