La periodista Carmen Inojosa contó la experiencia que vivió durante el año que llevó a cabo la investigación titulada «Escuelas a prueba de balas», lo que le permitió adentrarse en la lamentable situación que atraviesan niños que viven en Petare y Cota 905. Están traumatizados debido a las balaceras que se han registrado en esas barriadas, durante los últimos años.
En el Día Escolar de la No Violencia y la Paz de este 2023, Cecodap y la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y Adolescencia, junto con Historias que Laten y Dart Center, publicaron este trabajo que describe cómo la niñez en Venezuela se defiende de las balas. «En sus comunidades y escuelas esta es una de las lecciones más importantes en los primeros años de vida. Ocurre sin protocolos de actuación ni programas de salud mental por parte del Estado que les ayuden a enfrentar la violencia que los ve crecer. Es un vacío oficial que algunos planteles educativos, como pueden, intentan llenar para salvar sus vidas», apuntó Cecodap al lanzar el trabajo especial hace unos días.
Para conocer más a fondo de qué se trata la investigación, ND contactó a Inojosa, quien egresó de la Universidad Central de Venezuela en 2015 y ahora da clase en esa misma casa de estudios y se describe como periodista independiente. En entrevista telefónica, comentó lo que originó esta investigación: fue una visita a una escuela de José Félix Ribas, Petare, estado Miranda.
«Eso fue en 2020. Me sorprendió ver un cuadro con una fotografía de una niña indígena, y digo que me sorprendió porque el cuadro tenía un impacto de bala a la altura del ojo de la niña. Cuando pregunte qué estaba pasando, la directora de la institución me dijo que producto de los enfrentamientos entre bandas e intervenciones policiales, las balas llegaron a la escuela y era una situación constante», expreso. «Eso afectaba al plantel porque caían balas perdidas dentro de la institución. Otras veces, debían suspender las actividades escolares; o los niños dejaban de asistir a la escuela porque en esos días había enfrentamiento o simplemente porque el barrio estaba malo, como dicen ellos».
A partir de entonces, comenzó a cultivar esas fuentes, y a buscar testimonios de otras personas. «Descubrí que estaban entrenando a los estudiantes para saber cómo actuar en momentos de un conflicto armado, de qué manera resguardarse, esconderse y encontrar un lugar seguro en la escuela».
¿Cómo se cuidan en las escuelas?
«Escuelas a prueba de balas», detalló que en el país al menos 7 escuelas enseñan a los niños a cuidarse de las balas. Inojosa explicó que es una iniciativa impulsada por la Cruz Roja Internacional.
«Es un mismo plan que tienen todas estas escuelas, es iniciativa del Comité de la Cruz Roja Internacional. Es la Cruz Roja la encargada de dar el taller a los docentes, no a los niños. Dura unos días y consiste en que acompañan el simulacro de actuación y comportamiento seguro en caso de una balacera. Posteriormente, son las maestras quienes se ocupan de enseñar a los estudiantes lo que aprendieron», aseguró.
Inojosa subrayó que las heridas emocionales afectan tanto a los niños que han pasado por este tipo de situaciones en sus escuelas.
«Estos efectos de la violencia urbana, su impacto en la rutina escolar pasa por una misma línea: la suspensión de actividades académicas; niños que han presentado traumas porque ven a grupos armados en las calles; maestras que cuando van caminando a la escuela ven a estos hombres armados, que han sido apuntadas, que se las han tenido que ingeniar para llegar hasta los planteles a dar clases. Otras maestras manifestaron su preocupación por que han tenido que dar clases, mientras dejan a sus hijos adolescentes solos en casa. Otras manifestaron que sienten mucho temor de dejar a los niños solos cuando van al baño, porque en cualquier momento se presenta un tiroteo y no van a poder ayudarlos. El dejar la puerta abierta en horas de entrada y salida, y que ocurra una situación terrible en cualquier momento. Todo eso ha modificado la rutina escolar».
En este punto, recordó que mientras hablaba con una directora de uno de los planteles que visitó, le mostró una carta de una representante que decía que tuvo que abandonar su casa, luego de que una banda la amenazó. «Se tuvo que ir del barrio, y pasa mucho, piden ayuda psicoemocional, psicopedagoga para los niños. En otros casos, hay familias desplazadas y las maestras deben enviar los documentos o papeles de los estudiantes por internet porque se van de un día para otro. No tienen chance de ir a retirarlos».
«No puedo decir si unas escuelas están más expuestas a la violencia que otras, pero la realidad es que hay violencia en la ciudad, en el interior del país, Venezuela sigue siendo uno de los países más violentos del mundo, y eso tiene una repercusión en la escolaridad, en el desarrollo cognitivo y emocional de estos niños. Es lamentable que niños que atraviesan la primera infancia conocen de cerca la muerte y saben que están en peligro. Saben que en cualquier momento pueden ser una víctima de la violencia. Niños que reconocen las balas de plomo, saben cuándo hay una detonación, saben la diferencia entre una granada o una bala. Son muchas cosas que afectan su desarrollo en una etapa tan importante como es la primera infancia», analizó.
El temor en sus dibujos y cartas
Durante el tiempo que duró la investigación, tuvo la oportunidad de observar a la comunidad, y a los niños durante su permanencia en el aula de clases, y aunque no pudo conversar con ellos directamente, pudo conocerlos de cerca.
«Conversé con sus mamás, sobre todo con el personal docente y hubo una actividad de simulacro en una de las escuelas de Petare, donde los pude escuchar. Yo no tenía autorización para hablar directamente con los niños. Todo ese trabajo quedó delegado en las maestras, quienes durante el simulacro hacían preguntas de todo lo que ellos han venido aprendiendo sobre comportamiento seguro».
Les preguntaban dónde se podían ubicar y esconder, cuál era la zona segura. «Ellos respondían y yo tomaba nota, siempre las preguntas estaban vinculadas a la cotidianidad de la comunidad. Así pude saber un poco más de cómo era su día a día, me acerqué a ellos a través de la observación, al menos en Petare. En la Cota 905, estuve más cerca ya que la actividad que tuvimos fue a través del dibujo».
Los niños dibujaron cómo recordaban el conflicto armado del 7 de julio de 2021, y cada uno de ellos fue explicando su dibujo, cada uno con la presencia de su mamá y su papá en ese encuentro. También estaban líderes comunitarios.
«Pude conocer cómo ellos reconocen cuando hay balaceras, cómo vivieron lo qué pasó ese día y pude percibir qué tan afectados estaban. Unos por los gestos que hacían, pude saber que son historias que los ponen tristes; otros niños prefieren olvidar ese momento. Decían yo estaba dormidita, me asusté, me desperté, mi mamá me agarró con una cobija y ese día tuvimos que salir de la casa, pensaba que iban a matar a mi mamá».
A través de los dibujos contaron cuándo llegó la policía, las balas cayendo sobre los techos de las casas. Otros escribieron cartas.
¿Cuál fue el mayor aprendizaje en esta experiencia?
– Aprendí de la resiliencia de las comunidades y de las escuelas, de no dejarse quitar sus espacios por la violencia. Entre todos protegen a la escuela porque entienden el valor que tiene la institución para la niñez. La escuela, diría yo, es la bandera de cultura de paz que se impone ante la violencia urbana. Y así es como el personal escolar, las familias y los estudiantes, la enfrentan.
Violencia en cifras
En enero de 2023, el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) dio a conocer las cifras de su informe de 2022 y destacó que el año cerró con 9.367 muertes violentas, de las cuales 2.328 corresponden a víctimas de «homicidios cometidos por ciudadanos comunes»; 1.240 son muertes como resultado de «intervenciones policiales», las cuales han sido calificadas en los años anteriores por las autoridades como “resistencia a la autoridad” y 5.799 muertes que se encuentran en «averiguación» por los organismos de investigación criminal. La ONG calificó de «sorprendentemente similares» estos resultados, al ser comparados con los de 2021, cuando reportó 9.447 muertes violentas correspondientes a los homicidios, muertes por intervención policial (resistencia a la autoridad) y muertes en averiguación.
El 7 de julio de 2021 y por los siguientes tres días consecutivos, la Cota 905 vivió una escalada de la violencia, cuando bandas criminales y efectivos de diferentes cuerpos de seguridad se enfrentaron sin medir las consecuencias. En aquel entonces, la ministra de Interior, Justicia y Paz, Carmen Meléndez -actual alcaldesa de Caracas-, confirmó lo sucedido en Twitter.
Aseguró que se trataba de «grupos estructurados de delincuencia organizada que sistemáticamente han atacado a nuestra sociedad, amedrentando, hiriendo y asesinando a gente inocente». Días después, el Gobierno ofreció un balance más concreto: cuatro funcionarios policiales y 22 delincuentes murieron en los enfrentamientos. También registraron 28 heridos. La operación que significó una «gran victoria» para el Ejecutivo, fue bautizada con el nombre «Operación Gran Cacique Indio Guaicaipuro».
En hechos más recientes, al menos 11 hombres fueron asesinados en una operación policial conjunta que se inició el pasado 27 de septiembre de 2022, en los barrios José Félix Ribas y Fechas Patrias, del municipio Sucre del estado Miranda. Durante una primera fase del operativo, cayeron cinco personas. Sus cadáveres fueron trasladados hasta la morgue del Hospital Domingo Luciani de El Llanito. En la segunda fase, murieron otras 6 personas.
En el operativo participaron funcionarios de la Dirección Contra la Delincuencia Organizada (DCDO) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), las direcciones de Contra Bandas y Homicidios del Cicpc, el Comando Nacional Antiextorsión y Secuestros (Conas) de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía del estado Miranda y Polisucre. Estaban detrás de las bandas de alias “Wilexis” y Los Chicorrios.