Pedagogía democrática

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La democracia es un hecho cultural de elevada valía construido a lo largo de varios siglos de vivencias, reflexiones y creaciones intelectuales hasta el punto de convertirse en una categoría epistemológica universal. La ingeniería social y política ha hecho de la democracia un derecho humano cuyo contenido y vivencias se ha convertido en un anhelo de los pueblos de la tierra. Hablamos de la democracia no sólo como sistema de gobierno, sino fundamentalmente como sistema de vida.

Por César Pérez Vivas

Cómo hecho cultural es fundamental difundirlo y enseñarlo en todos los niveles y sectores de la sociedad. La existencia de un bien cultural por sí solo no significa que toda sociedad lo conoce, lo asume y lo internaliza de forma integral. Es menester enseñarlo permanentemente a cada generación, convertirlo en regla y sistema de vida social, de modo que sus principios fundamentales sean vividos en cada momento del proceso vital de toda persona humana.

En Venezuela la democracia logró una inserción profunda en la mente y en el alma de la nación durante la segunda mitad del siglo XX. Pero en lo que va del presente siglo la cultura democrática ha retrocedido sensiblemente. Sus valores no son asumidos y vividos plenamente por el conjunto social. La impronta cultural del autoritarismo chavista ha avanzado, y sus formas de vida y conducción han penetrado hasta los mismos sectores que se oponen al actual régimen.

La democracia debe ser entonces un sistema de vida y de gobierno, que debemos enseñar no solo en las aulas, en los medios y en las diversas organizaciones sociales. Esa pedagogía debe ejercitarse con el ejemplo de los líderes y actores de la sociedad.  Eso ha ocurrido con el evento denominado “Hablan los candidatos” que se celebró el pasado miércoles 12 de julio, organizado por diversas entidades de la sociedad civil, en el Aula Magna de la Universidad Católica Andrés Bello.

El saldo de dicho encuentro es altamente positivo para la sociedad democrática venezolana. Hacía mucho tiempo que líderes democráticos no se presentaban juntos a un evento, y menos para uno cuyo objetivo fundamental era ofrecer al país los elementos básicos de la propuesta política para la reconstrucción del Estado y del gobierno nacional.

Logramos desarrollar una actividad pedagógica para transmitir con la palabra y con el ejemplo una lección de civilidad, de pensamiento y convivencia. En un país donde la descalificación y el insulto son las herramientas comunes del debate político, participar en un evento donde el respeto entre los interlocutores, la presentación de ideas concretas de transformación  de nuestra sociedad y de la cosmovisión societaria de cada uno, constituye sin lugar a dudas un logro que le inyecta esperanza a una nación postrada por la pobreza y por la ausencia de esperanza.

El citado evento resultó educativo porque puso en escena un valor importante de la democracia como lo es el pluralismo político e ideológico. Admitir la existencia de una diversidad de liderazgos, factores políticos y propuestas conceptuales es de la misma esencia democrática.

Resulta además positivo el mensaje de la convivencia civilizada. La concurrencia en un mismo espacio de diversos actores políticos, con posturas diferentes frente al acontecer nacional y con un lenguaje respetuoso ofreció un clima amable y cordial, dejado de lado desde hace muchos años en la vida política venezolana. Se pudo evidenciar que es posible competir democráticamente, compartir espacios e intercambiar ideas de forma respetuosa.

Para mí fue una oportunidad para insistir en la necesidad de construir un pacto para la gobernabilidad y la transición política. Considero fundamental asumir ante el país el paquete de cambios estructurales que estamos dispuestos a respaldar. No se trata solo de impulsar una alianza en lo electoral con miras a la próxima elección presidencial. Se trata de un acuerdo de más largo aliento que permita de forma efectiva establecer un Estado auténticamente democrático e instaurar una economía productiva basada en la actividad e iniciativa privada.

Debo recordar, con ocasión y sin ella, la necesidad de garantizar la alternancia en el ejercicio del poder. Precisar los efectos negativos que la reelección presidencial nos ha traído a lo largo de la historia. Su eliminación de forma total del texto constitucional debe convertirse en un compromiso a asumir por todos los que auténticamente quieren recuperar una democracia para nuestra nación. Además considero fundamental establecer un periodo de cinco años, la doble vuelta presidencial, la reducción del presidencialismo y la instauración de un parlamento vigoroso que se puede hacer efectivo restableciendo el Congreso Bicameral. Estos cambios deben apuntar a garantizar el equilibrio de los poderes, el establecimiento del Estado federal municipalizado y así conducirnos a la recuperación del Estado de Derecho, requisito fundamental para implantar una economía de mercado, capaz de generar la riqueza con la cual debemos trabajar para la superación de la pobreza.

Definitivamente el evento de la semana pasada fue un ejercicio de buena pedagogía democrática.