En los últimos tiempos, los actores políticos del PSUV en Venezuela han estado implementando distintas estrategias para garantizar un proceso electoral que les beneficie. Esto ha llevado a acciones como el viaje de Diosdado Cabello a Cuba y la designación de un nuevo CNE por parte de la Asamblea Nacional. Sin embargo, el elemento central que genera grandes diferencias dentro del gobierno es el acuerdo sobre quién será el candidato.
El rechazo a Nicolás Maduro es evidente y su afán por la reelección es notorio. El PSUV ha estado perdiendo elecciones de manera no transparente desde hace mucho tiempo. La diferencia en este proceso radica en la magnitud del fraude y su repercusión a nivel internacional. Los costos políticos serían sin precedentes, desbaratando todas las maniobras políticas que han llevado a cabo los hermanos Rodríguez para evitar confrontaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, mientras mantienen relaciones con otros bloques históricos y La Habana como epicentro de su política.
La designación del nuevo CNE refleja la desesperación de Nicolás Maduro. Los rectores Elvis Amoroso y Rosalba Gil están estrechamente ligados a Cilia Flores, mientras que Carlos Quintero sigue la línea de Nicolás Maduro. Los otros dos rectores son figuras decorativas que evidencian la complicidad de los partidos de oposición Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo. Además, la ausencia de Diosdado Cabello en estas decisiones demuestra una vez más la desconfianza que le tienen Nicolás Maduro, Cilia Flores y los hermanos Rodríguez, quienes siempre serán una barrera infranqueable para él.
Por otro lado, queda claro que la audacia del gobierno se limita a la hora de elegir un candidato distinto a Nicolás Maduro. Ninguno de los contrapesos internos tiene la fuerza suficiente para hacerlo cambiar de opinión. Este error los lleva hacia un desastre colosal que anuncian sin ningún tipo de pudor. La designación de Elvis Amoroso es un exceso que podría haberse evitado con otra figura intermedia, pero han preferido arriesgarse y generar más conflictos tanto internos como internacionales.
Nuevas sanciones por fraude electoral
La normalización de la política en Venezuela es un principio establecido en los mecanismos internacionales de negociación. Sin embargo, los voceros del gobierno mienten y hacen promesas falsas cada vez que se presentan desafíos electorales. La pérdida gradual de apoyo popular, que se ha traducido en casi 5 millones de votos desde Hugo Chávez en 2012 hasta las elecciones regionales de 2021, es alarmante. En una elección presidencial, cualquier candidato unificado tendría una ventaja de más de 5 millones de votos sobre Maduro si este es finalmente el candidato del PSUV.
Dentro del gobierno, muchos tendrán que evaluar si vale la pena aferrarse al poder a pesar de las sanciones y las dificultades para contener la crisis y los reclamos internos. Además, deben lidiar con la constante amenaza de levantamientos militares que podrían poner fin a la denominada «revolución del siglo XXI».
Así, Nicolás Maduro y el PSUV se adentran en un desastre, con el suicidio electoral como única forma de mantenerse en el poder. La falta de confianza entre ellos es un símbolo de la naturaleza voraz de la política, donde todos son prescindibles y nadie se siente seguro. Esto genera un panorama sombrío para las relaciones de poder y las posibilidades de un desenlace electoral y pacífico en Venezuela.
Si Nicolás Maduro es finalmente el candidato, el PSUV fracasará estrepitosamente.