La migración de venezolanos hacia Colombia presenta una gran diversidad en términos de medios de transporte utilizados. Además de los que optan por viajar en avión, también se pueden encontrar venezolanos caminando, viajando en autobús o incluso cruzando el país en camiones de carga. Muchos de ellos tienen como objetivo final llegar a Estados Unidos, pero también hay quienes buscan establecerse en México, Centroamérica u otros países de América del Sur.
Sin importar si deciden continuar su viaje o quedarse en Colombia, los venezolanos deben enfrentar un camino lleno de desafíos. Los caminantes venezolanos suelen viajar en grupos y se suben a los camiones de carga, conocidos como mulas en Colombia, escondidos entre materiales de construcción. Pasan desapercibidos y atraviesan el país como fantasmas.
La mayoría de los migrantes venezolanos pasan por Cúcuta al salir de Venezuela y, dependiendo de su destino final, se dirigen hacia Ipiales, en la frontera con Ecuador, o hacia el norte, hacia Necoclí, que es la última etapa antes de cruzar valientemente el peligroso Darién. A lo largo de estas rutas, existen numerosos campamentos para refugiados, administrados tanto por organizaciones benéficas como por grupos informales. Estos lugares no solo brindan refugio, sino también apoyo comunitario a los migrantes, en medio de una de las olas migratorias más significativas de la historia.
La solidaridad se extiende incluso en las carreteras por las que transitan los migrantes. Aunque es poco probable que los conductores se detengan para recoger a una familia entera o a cualquier migrante, existen estudios que demuestran que la migración no ha incrementado los niveles de delincuencia en Colombia, sino que ha sido la causa de agresiones contra los propios migrantes. Un informe del Banco de la República de Colombia señala que el 74% de los colombianos considera que la migración ha empeorado los niveles de seguridad nacional, aunque esta percepción se basa únicamente en la estigmatización de los venezolanos.
Debido a las dificultades que enfrentan los migrantes venezolanos para ser recogidos por camiones o mulas, su única opción es lanzarse a los vehículos en movimiento antes de que se detengan por completo. Esto ha provocado accidentes en diferentes partes del país. El más reciente reportado ocurrió este año en Boyacá, donde tres migrantes perdieron la vida mientras viajaban en un camión de carga.
La triste realidad es que la hostilidad no termina cuando los viajeros llegan a la frontera tan anhelada. Existe una ola de migrantes que están regresando a la ruta del éxodo para volver a su país de origen. Las fronteras que alguna vez fueron el refugio de sueños ahora solo son pasajes de autobús de un país a otro más al norte. Los venezolanos, cansados de la xenofobia y la discriminación en el lugar de trabajo, escuchan hablar de una posible mejora en su patria y se aferran a la esperanza o simplemente prefieren enfrentar el desánimo en su propia comunidad que ser invitados indeseados en un país extranjero.