O aplaudes las “tres patadas” o vas preso

0
432

Creo que fue el 18 de agosto de 2022 (pero es probable que lo haya utilizado antes) cuando Nicolás Maduro empleó por primera vez, con natural desvergüenza, uno de sus recursos mentales preferidos, el de “las tres patadas”.

Por Miguel Henrique Otero

Dijo nada menos que esto: que La Guaira le da tres patadas a Miami. Conviene leer la cita completa, para mirar de cerca el patético espectáculo que ella encierra: “Y yo que conozco Miami, he estado con Cilia en Miami también. Hemos estado en la Calle 8. Hemos bailado salsa y casino en la Calle 8. Yo casi que soy mayamero pues. Y yo que conozco Miami, es una sola calle que va pa’llá y pa’cá, y unos edificios más o menos bien pintaítos. La Guaira es una superciudad. Por eso yo lo dije, y lo saqué por las redes, no sé si lo vieron, La Guaira le da tres patadas a Miami en belleza, en extensión, en servicios, en diversión, en todo. Tres patadas a Miami. ¿Para qué ir a Miami? No hay nada que hacer. Más bien, que los miamenses vengan pa’cá”.

No tardaría Maduro en insistir en el argumento de las tres patadas. Fue en la inauguración de la Expoferia Plan Escolar 2022-2023, en la ciudad de Valencia, estado Carabobo, el 28 de septiembre de 2022. En esta oportunidad, la desvergüenza produjo un salto a la pura desproporción: afirmó que Valencia le da tres patadas a Nueva York. Y, muy importante, dejó establecida que las patadas en raciones de tres o cuatro o quién sabe si más, es una medida gubernamental: “Así como yo digo que La Guaira le da cuatro patadas a Miami, Valencia le da tres patadas a Nueva York. Como se observa, en el tiempo de solo 5 semanas, el número de patadas que La Guaira le da a Miami aumentó de tres a cuatro. Las razones que explican el cambio de tres a cuatro no fueron explicadas ni por Maduro ni por los miembros del alto gobierno.

En noviembre de 2023, el método de medición por patadas entra en una nueva fase, una vez más en detrimento de Miami: cuando Maduro asiste a la inauguración del segundo trecho del bulevar Cinta Costera de Catia La Mar. Allí fue tajante: Catia La Mar también le da tres patadas a Miami: “Nada que envidiarle. Me han dicho que Miami está invivible”.

La siguiente apelación involucra una vez más a Nueva York, pero ya no con respecto a Valencia, sino a Barcelona. Dijo Maduro, el gobernante-patada, que en este caso la capital del estado Anzoátegui le da tres patadas a Nueva York. Las limitó a tres. Que no fueran cuatro o cinco decepcionó a las autoridades maduristas de la región, que esperaban una comparación todavía más favorable.

El quinto episodio se produjo el 7 de marzo, durante la visita que Maduro hizo al estado Falcón. Lo cito: “Nuestras ciudades están más bellas que cualquiera de Estados Unidos. Coro le da tres patadas a Chicago, por ejemplo”. Esta quinta declaración sobre la métrica de las patadas como método de análisis comparado de las urbes revela que, no solo se trata de una política pública o un plan  en marcha para contraponer las realidades de Venezuela a las de la nación estadounidense, sino que -y de aquí en adelante voy en serio- el régimen aspira a que estas payasadas, estas vulgares frases de un demagogo sin talento, estas afirmaciones falsas y desproporcionadas, sean elogiadas, aplaudidas y reconocidas de algún modo, a pesar de la imposible comparación que formulan.

Lo primordial es esto: no son comparables. Punto. Cualquier ciudad del país que es la primera economía del mundo desde finales del siglo XIX no puede compararse, no digamos con las ciudades de Venezuela (segundo país más pobre del continente, solo por encima de Haití), sino con cualquier ciudad de América Latina, ni siquiera las de los tres países con las economías más grandes, Brasil, México y Argentina.

No hay factores históricos, ni culturales, ni relativos a la planificación y la gestión de las ciudades; tampoco a las leyes y a la relación que los ciudadanos tienen con los lugares en los que viven. Y es que las comparaciones de las «tres patadas», además, son absurdas: ¿cómo comparar Coro, pequeña ciudad en la que viven cerca de 270.000 habitantes, con una ciudad que tiene una población 10 veces mayor, decenas de rascacielos y una infraestructura que es de las más desarrolladas del mundo? ¿De qué revoltillo mental, de qué ensalada de piezas inconexas, de qué batiburrillo ha podido elaborarse una comparación semejante, a menos que la misma quiera proponerse como disparate o chiste?

¿Y qué decir de La Guaira, con un poco más de 400.000 habitantes, empobrecida, con su crónica infraestructura ruinosa, sin fuentes de trabajo, con barriadas donde habitan miles de familias en estado de hambre y enfermedad, ciudad con frecuencia llena de basura y malos olores, a la que ni siquiera le ha sido concedido el beneficio que merece su privilegiada ubicación de contar aunque sea con una mínima infraestructura turística? ¿Y cómo compararla con Miami, cuya rica zona metropolitana ya sobrepasa los 6 millones de habitantes, porque ella se ha convertido en la ciudad destino de personas de todo el mundo, que aspiran a vivir con el sinnúmero de ventajas que ella ofrece?

¿Está en sus cabales quien dice que La Guaira “le da tres patadas” a Miami? ¿Está en sus cabales, insisto, quien pretende que un muñeco torcido, como el que contiene esa frase sea tomado en serio? ¿Está en sus cabales Maduro cuando ordena detener a Armando Sarmiento -habitante del estado Falcón, es decir, un ciudadano que conoce a fondo la situación en que transcurre la vida en Coro-, por haber realizado una encuesta preguntando la opinión sobre la afirmación de Maduro? ¿Pertenece al reino de lo legítimo, lo legal, lo razonable, decir que Coro le da tres patadas a Chicago y, a continuación, acusar a Sarmiento de incitar el odio? ¿No es este un síntoma de que el régimen ha ingresado en una nueva etapa, una etapa de peligrosa y violenta intolerancia?