El régimen insiste, sin recato ni pudor alguno, en dominar el proceso electoral imponiendo sus reglas, las formas e, incluso, lo que sin duda arruina cualquier proceso en democracia: los candidatos que Maduro considera estarían dispuestos a aceptar los resultados, cualquiera que sea el tipo de fraude. Busca una legitimidad que, desde ahora, en medio de este engaño continuado, pierde ante la comunidad internacional, lo que parece no importarle al apostar “a ganar como y a costa de lo que sea”.
Por El Nacional
Las trampas y las manipulaciones son evidentes y graves. Superan el descaro, el cinismo, tanto que hasta los señalados como aliados más cercanos a Nicolás Maduro han criticado abiertamente las arbitrariedades en el proceso, lo que ha generado reacciones destempladas del régimen que insiste en que cualquier declaración externa que no les favorezca es injerencia en nuestros asuntos.
El régimen busca por todos los medios una victoria electoral, la que jamás podrá obtener en un proceso limpio. Permitirá, es cierto, que los venezolanos voten, pero no que elijan; con lo que trata de mostrar una falsa imagen a la comunidad internacional que entiende perfectamente el nivel de corrupción política y su constante accionar en contra de las normas y las reglas.
Los obstáculos que impone Maduro y el CNE para que los venezolanos no voten se centran, entre otros, en la manipulación del registro electoral dentro y fuera del país, un manejo fraudulento que impedirá que más de 6 millones de ciudadanos voten en violación flagrante de los derechos civiles y políticos que le acuerda la Constitución de la República y los instrumentos internacionales de derechos humanos a todos los ciudadanos.
Alejado de las prácticas democráticas, condenado y rechazado por la comunidad internacional, Maduro insiste en seguir hasta el 28 de julio, arrollando la voluntad popular y frustrando la esperanza de los venezolanos, depositada en la figura de cambio: María Corina Machado.
Menosprecian las críticas, los rechazos y las condenas de la comunidad internacional que no solamente expresa preocupación, sino que adoptará medidas más serias para impedir los abusos de la dictadura y proteger a una población víctima de las más graves violaciones de derechos humanos, como lo han constatado los órganos internacionales, en consideración hoy por la Corte Penal Internacional.
Las reacciones a favor de la democracia y contra los atropellos y la insistencia del régimen de convertir el proceso en un simple acto de votación ha sido criticado por casi todos los jefes de Estado de la región, incluidos los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro.
La comunidad internacional debe seguir el proceso de cerca. No estamos ante un proceso electoral genuino y seguro, todo lo contrario, estamos ante una maniobra canalla que de la manera más cínica se impone para contrarrestar su debilidad popular, el profundo rechazo que sienten los venezolanos por un régimen corrupto e ineficiente que ha llevado al país a la dramática situación económica y social que vivimos hoy sin un verdadero Estado de Derecho y asediados cada vez más por el terrorismo ejercido desde el propio gobierno contra la oposición política y la sociedad civil.
Habrá votación, seguramente. Algunos podrán votar, aunque no todos. Pero no habrá elección. Las cartas están echadas y las cifras desde ya acomodadas por un CNE sumiso, a menos que el nivel de desagrado sea tan alto y la burla tan desmedida que algunas reacciones inesperadas hagan cambiar el ritmo de la debacle para convertirla en el cambio que todos esperamos.