- Giorgia Meloni es la líder al alza en la ultraderecha europea y puede inclinar el equilibrio de pesos en la UE
- Marine le Pen no tiene cargo cargo oficial, pero es la líder indiscutible de la oposición en Francia, pilar del club
Tres mujeres con mucho poder en la Unión Europea. Tres mujeres conservadoras. Dos lideresas al alza y una que aspira a serlo. La carismática y populista Giorgia Meloni, presidenta del gobierno italiano, líder indiscutible de la derecha y ultraderecha italianas y cabeza de uno de los grupos de ultraderecha en el Parlamento Europeo, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR). «En la papeleta del voto escribid simplemente Giorgia. Porque es cómo se dirige a mi la gente, porque sigo siendo una de vosotros, soy una mujer del pueblo»: así pidió el voto en estas elecciones el día que anunció que ella encabezaría la lista al Parlamento Europeo.
Igualmente carismática es Marine Le Pen entre los suyos, los votantes, por así decirlo, menos radicales dentro de la ultraderecha francesa. En sus actos la euforia llega cuando el público intuye que va a aparecer ella, en los espacios muertos es su nombre de pila lo que corean «¡Marine, Marine!» o la variante, «¡Marine, presidenta! ¡Marine, presidenta!». Ahí tiene puesto el foco Le Pen, en la Presidencia de la República Francesa, en la jefatura de Estado, y, aunque faltan tres años para las próximas elecciones presidenciales, en esa clave hay que interpretar sus movimientos.
Poco carismática, pero igualmente ambiciosa -sin connotación peyorativa- y con una querencia mediática similar es la conservadora alemana Ursula Von der Leyen, presidenta saliente de la Comisión Europea, el (co)gobierno, simplificando, de la Unión Europea. Von der Leyen, candidata del Partido Popular Europeo (PPE) a seguir en el cargo cinco años más.
Elecciones en clave de plebiscito
Así lo planteó Giorgia Meloni en Italia cuando anunció que ella encabezaría la lista de su partido, Hermanos de Italia, al Parlamento Europeo y que estas elecciones serán un examen a su liderazgo y su año y medio de gobierno: «He decidido presentarme porque quiero preguntar a los italianos si están satisfechos con el trabajo que estamos haciendo».
En Francia es un plebiscito sobre el presidente Emmanuel Macron y todo indica que lo perderá por goleada y que la ganadora será Marine Le Pen. Tanto es así que, después de dos debates electorales entre el joven presidente del partido de Le Pen, y cabeza de lista al parlamento europeo, Jordan Bardella, con la cabeza de la lista del partido de Macron y con el primer ministro de Macron, el presidente ha propuesto debatir él con Marine le Pen. Es decir, adelantar tres años un debate presidencial, con lo cual le da la razón a Le Pen, estas elecciones en el contexto francés son tanto sobre los próximos cinco años de Europa como sobre el próximo/a jefe/a de Estado. No habrá tal debate porque Le Pen ha doblado la apuesta, ha puesto como condición que si el partido de Macron, Renacimiento, pierde la elecciones, Macron dimita o convoque elecciones legislativas.
En el caso de Ursula Von der Leyen es un plebiscito indirecto sobre sus cinco años, busca una futura mayoría parlamentaria que respalde su candidatura a repetir como presidenta de la Comisión, pero de momento sólo es candidata por su grupo, el Partido Popular Europeo, porque quienes tienen que presentarla a presidir la Comisión para que el Parlamento se pronuncie son los jefes de gobierno y de Estado que forman el Consejo Europeo, los gobiernos de los 27 Estados miembros.
Gestos y movimientos preelectorales
Lo hemos comentado varias veces en artículos y reportajes, Marine Le Pen ha logrado desdiabolizar su partido, Agrupación Nacional (RN), el antiguo Frente Nacional que fundó su padre, Jean-Marie Le Pen. Una estrategia para que votar a Le Pen haya dejado de dar miedo o vergüenza es el destierro al que ha condenado a quienes hacían declaraciones demasiado incorrectas políticamente. No tuvo contemplaciones ni con su padre. Las políticas, respecto a la inmigración, por ejemplo, pueden ser drásticas, pero el lenguaje tiene que moderarse.
En la persecución de esa moderación formal para poder alcanzar ¿en tres años? la Presidencia de la república Marine le Pen no se ha detenido en Francia. Ella ha encabezado la reacción que ha acabado expulsando a Alternativa por Alemania (AfD) de su grupo en el Parlamento Europeo, Identidad y Democracia (ID), movimiento en que la ha secundado el italiano Matteo Salvini de La Liga. La causa de esta reacción son unas declaraciones del cabeza de lista de AfD al Parlamento, Maximilian Krah, en las que relativizó el carácter criminal de los miembros de las SS nazi. Inaceptable para la ultraderecha que representa Marine Le Pen.
Los partidos de ultraderecha o derecha radical populista o nacionalistas comparten algunas posiciones, pero tienen muchas divergencias y ello les ha impedido formar un único grupo en el Parlamento Europeo, están agrupados en dos bloques, Identidad y Democracia (ID), considerado más radicales y pro-Rusia, y los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), más moderados y pro-Ucrania, y por libre van el partido del húngaro Viktor Orbán, Fidesz, y los alemanes de Alternativa recién expulsado de ID. La máxima de Julio César «divide y vencerás» sigue siendo válida en política, la división debilita.
Con esa realidad en mente hay que interpretar la invitación de Marine le Pen, del ID, a Georgia Meloni, el ECR, para que ambos grupos colaboren en el próximo Parlamento. Si los sondeos aciertan, la suma de ambos grupos podría convertirlos en votos en la segunda fuerza, por delante de los socialdemócratas, decantando el legislativo europeo definitivamente a la derecha, alejado del centro. «Creo -ha dicho Le Pen- que ambas estamos de acuerdo en lo esencial, especialmente en que nuestros respectivos países recobren poder [en detrimento, se sobreentiende, de las instituciones europeas]».
El último en unirse al cortejo ha sido el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, líder de mayorías absolutas, nacionalista, populista y pro-ruso. En una entrevista a la revista francesa Le Point desea una alianza entre las dos grandes lideresas nacionalistas del momento en la UE: «El futuro de los soberanistas en Europa dependerá de la capacidad de cooperar entre Marine le Pen y Giorgia Meloni».
Meloni en Europa ha logrado que se olviden sus inicios neofascistas y se la considere una pragmática, una derecha con la que se puede llegar a acuerdos. Su principal valedora es Ursula Von der Leyen, que la ronda pensando en los votos en el Consejo, para que la presenten, y en el Parlamento para que aprueben su reelección, y también en tener una opción en la derecha alternativa a la alianza tradicional tradicional con socialdemócratas y liberales.
Meloni se deja querer
Es la líder indiscutible de esa derecha a la derecha de la derecha tradicional y ella se deja querer. En su pragmatismo sabe que en la Unión Europea todo es cuestión de negociar, de pactar, y de momento Giorgia Meloni no se pronuncia.
En el año y medio al frente del gobierno italiano Meloni ha mutado sobre todo en la política exterior, haciéndose claramente atlantista y pro-Ucrania. La política más radical la reserva para asuntos internos. En principio, y teniendo en cuenta que Italia es un país endeudado que necesita de las ayudas europeas, a Meloni le interesa seguir mejorando su relación con los conservadores tradicionales, que seguirán siendo el principal bloque en la UE.
Además aspira a reproducir en la Unión Europea una alianza parecida a la de su gobierno, de la derecha a la ultraderecha. Eso descartaría la propuesta de Le Pen, pero tampoco le interesa mantener un enfrentamiento entre ella, no vaya a ser que en cuestión de tres años Le Pen sea la presidenta de Francia, el país que junto a Alemania más pesa en el club europeo.
Presionada en esta campaña electoral por su acercamiento a Meloni y su grupo, la presidenta interina de la Comisión Europa, Ursula Von der Leyen, ha marcado sus líneas rojas para entrar a negociar: tienen que ser líderes y partidos «pro europeos, pro Ucrania y pro estado de derecho«.