El triunfalismo interesado

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La campaña electoral que se desarrolla en Venezuela desde el 5 de marzo pasado es accidentada y aún así avanza. Es un escenario de reglas endebles y de notorio ventajismo de la candidatura que representa al gobierno. Quedan aún 47 días entre hoy y el 28 de julio para despejar un conjunto de incertidumbres: ¿alterará el CNE -es decir, el gobierno- el tarjetón electoral? ¿reconocerá la eventual derrota en las urnas que pronostican las encuestas más fiables?

Por El Nacional

Al llegar al centésimo día del proceso electoral hay otra serie de incertidumbres, referidas al comportamiento de la oposición democrática, que ha quedado desechada: una de ellas es la anunciada fractura de la unidad de las fuerzas adversas al gobierno de Nicolás Maduro. No solo no ha ocurrido sino que desde el 19 de abril, en que de manera unánime postularon a Edmundo González Urrutia como su candidato presidencial, los diez partidos de la Plataforma Unitaria, más Vente Venezuela, han sumado más apoyos partidistas y grupales y se han integrado, no sin dificultades, es cierto, al arduo trabajo electoral, político y organizativo.

Una segunda incertidumbre, para la que atizó brasas el oficialismo y los factores que lo apoyan y otros que pretenden apropiarse de un ropaje imparcial, consistía en revivir la opción abstencionista, en la que, también es cierto, sectores de la oposición incurrieron en procesos electorales a lo largo de estos 25 años de hegemonía de un solo color. La abstención fue derrotada como «estrategia» desde el momento en que la Plataforma Unitaria lanzó a fines del año 2022 la convocatoria a una elección primaria para escoger su candidatura presidencial única. Y quedó enterrada el 22 de octubre de 2023 con la realización de esa primaria que convocó a 2.5 millones de electores y en la cual salió reconocido el liderazgo de María Corina Machado.

De todos los procesos electorales que se han realizado en Venezuela durante un cuarto de siglo éste que conduce al 28 de julio es, en la opinión de gente que conoce a profundidad el tema electoral, el que se desarrolla en peores condiciones. Ni aún así las fuerzas democráticas se han apartado de la ruta electoral. Esas condiciones electorales incluyen la inhabilitación sin juicio alguno y sin validez constitucional de la candidata ganadora de la primaria opositora; el bloqueo de la candidatura de Corina Yoris; secuestro de las tarjetas de partidos opositores que fueron entregadas a operadores del gobierno; impedimento a millones de venezolanos en el exterior para registrarse para el ejercicio de su derecho al voto y a otros millones más en el país que son nuevos votantes o requerían cambiar su lugar de residencia para sufragar; persecución y encarcelamiento de dirigentes políticos y sociales; revocatoria de la invitación formulada a la Unión Europea para el envío de una misión de observación electoral.

Nada de esto, sin embargo, ha desanimado la participación de la oposición organizada y de los venezolanos, como evidencian los estudios de opinión, a participar electoralmente. En este contexto surge, de manera interesada, el  falso alerta del triunfalismo, que pretende, por un lado, minimizar el impacto de las extraordinarias convocatorias populares de Machado en sus recorridos por el país, en algunas de ellas con la participación del candidato González Urrutia; y, por otro lado, desconocer el avance de los planes logísticos para garantizar la presencia de testigos opositores en las cerca de 30.000 mesas de votación que se instalarán para el día electoral del 28 de julio.

María Corina Machado en su intervención del lunes ante la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado español, tras exponer las “adversas condiciones” que rodean el proceso electoral, dijo: “No somos ingenuos. Conocemos bien los obstáculos que enfrentamos, la realidad”. Una realidad de la que destacó como amenazas, la persecución política, la exclusión “obscena” de 10 millones de venezolanos del derecho a votar y la presencia de grupos criminales en varias zonas del territorio nacional.

No parece, pues, un discurso “triunfalista”; sí, en cambio, uno decidido a disponer de la fuerza para contar los votos que certifiquen la victoria del 28 de julio y que expresen la voluntad mayoritaria de los venezolanos a favor del cambio político.