Desde el 17 de marzo en el país se impuso la suspensión general de actividades en el marco de una cuarentena nacional para impedir la propagación del Covid-19, pero hay otro elemento que ocurre en paralelo y que comienza a poner en riesgo el abastecimiento de los productos y servicios básicos que demanda la población. Se trata de la aguda escasez de combustibles que sacude a Venezuela a un ritmo más acelerado que el propio coronavirus.
Zenaida Amador / KonZapata
Dos décadas de políticas públicas desacertadas arrasaron el campo venezolano. Al cierre de 2019 la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) calculaba que, en promedio, Venezuela sólo produce 25% de los alimentos que consume, un cuadro dramático para un país sin recursos para importar lo necesario para compensar este déficit. De hecho, entre 2013 y 2018 las importaciones alimentarias registraron un declive de 64%, según los datos de la Red Agroalimentaria de Venezuela. Se estima que esa contracción se agravó en 2019 y que para este año el desplome en las compras externas se agudizará tanto por los coletazos de la pandemia sobre la actividad comercial global como por la esperada caída de más de 60% en los ingresos petroleros de la nación.
Al margen del tema sanitario asociado a la pandemia, con la actual escasez de combustibles luce complicado que se intente una reactivación amplia de actividades laborales en el país en los próximos días, lo que a su vez tiene un severo impacto sobre la economía en su conjunto. A la fecha las estimaciones de los economistas proyectan una caída de 20% del PIB al cierre de 2020.
Pero en este momento, de manera puntual, el elemento más grave es la escasez general de gasolina, que no solamente complica la distribución de productos en el país sino que está generando la pérdida de la poca producción agropecuaria que todavía subsiste. Lo peor es que no hay perspectivas de que la crisis de la gasolina pueda subsanarse pronto. El mercado interno venezolano consume unos 110.000 barriles de combustible al día, pero el colapsado sistema refinador nacional a duras penas produce 40.000 barriles por día y las dificultades para importar combustibles en el marco de las sanciones perfilan un oscuro panorama de racionamientos.
Según la Asamblea Nacional (AN), el suministro de gasolina de manera continua en el país apenas se ubica en 0,28% y el surtido está siendo controlado por la Fuerza Armada Nacional, lo que no se ha traducido en un reparto equitativo de las pocas existencias a los sectores priorizados (salud, alimentos, servicios básicos, transporte y seguridad) sino que ha dado lugar a manejos turbios, como sobreprecio en dólares de más de 400.000% por la llamada “gasolina más barata del mundo” (0,001 dólares por litro) y venta de cupos en las largas colas, dejando sin atender a dichos sectores.
Las esperanzas están centradas en el próximo arribo al país de una carga de 700.000 barriles de gasolina, equivalentes a una semana de consumo, que las autoridades tendrán que rendir ante el incierto futuro de los suministros.
Pérdida de producción
La Subcomisión de Desarrollo Agroalimentario de la AN señala que, si bien es cierto que el sector primario de la economía ha sido severamente golpeado por las políticas públicas, todavía existe producción de carne vacuna, de aves y de cerdos; así como producción de leche y de huevos; mientras que en el subsector vegetal se siembran y se cosechan hortalizas, raíces, tubérculos, granos, leguminosas, arroz, caña de azúcar y frutales; y mientras los pescadores artesanales e industriales y los acuicultores siguen produciendo alimentos proteicos, los cuales son fundamentales para atender las necesidades alimentarias de la población.
Sin embargo, la falta de suministro de combustibles y la orden de no permitir la movilidad hacia las unidades de producción de los vehículos de trabajo y de transporte de la cosecha y de la pesca, puede hacer colapsar el suministro de alimentos perecederos a la población. “Responsabilizarnos a las mafias que se han instalado en las estaciones de servicio de la escasez de alimentos en los centros de distribución y en las ciudades. Por otra parte, la situación de la población rural es desesperante, ya que las reservas de alimentos manufacturados empiezan a escasear debido también a la falta de transporte”, señala la Subcomisión.
Si los productores y distribuidores no puedan despachar se hace inminente el desabastecimiento en el mercado y una pérdida de producción que puede tener impactos más allá de la coyuntura actual, agravada por la presencia del Covid-19.
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