ARMANDO.INFO: Ni las mascotas están a salvo del ‘Sippenhaft’

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En la República Bolivariana se ha vuelto práctica común detener y aplicar torturas a las parejas, hijos, nueras, cuñados e incluso primos lejanos de quienes acusan de golpistas. Los cuerpos de contrainteligencia han llegado a secuestrar perros para forzar la entrega de disidentes. Este es un relato de cómo el Estado venezolano toma represalias contra sus perseguidos usando a sus seres queridos como carnada, mediante técnicas nazis que importó desde La Habana.

Por ARMANDO.INFO

A Ariana Granadillo funcionarios de la Dirección de Asuntos Especiales de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) la hicieron dormir en el suelo con las muñecas atadas con cinta adhesiva. Entonces la patearon en las costillas. Sucedió en febrero de 2018, pero no fue la única vez. En mayo de ese año, los mismos funcionarios volvieron por ella y sus padres a la casa del coronel Oswaldo García Palomo, a quien acusaban de un intento de magnicidio, y como no lo encontraron ni a él ni a su familia directa, se llevaron secuestrados a estos primos lejanos que le cuidaban la casa.

Los Granadillo –oriundos de Bocas de Río Chiquito, un pueblo del norte del estado Monagas– se habían mudado a la casa del coronel García Palomo, en la urbanización Monte Bello del municipio Carrizal, estado Miranda, para estar cerca del Hospital Victorino Santaella, donde Ariana debía culminar pasantías para graduarse de médico. Pero después del segundo secuestro y la retahíla de torturas de la que su hija fue objeto, decidieron abandonar el país sin que ella terminara la carrera. El 24 de junio de 2018 se presentaron en la frontera del estado Táchira, en los Andes del suroccidente de Venezuela, para seguir camino a Colombia. No esperaban entonces que Ariana fuera detenida, esta vez con una orden de captura que la solicitaba “por rebelión militar”.

El director del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Douglas Rico, subió a sus redes sociales el anuncio del arresto junto a la foto de la joven de 21 años. Funcionarios de ese organismo la detuvieron y trasladaron a Caracas en un periplo de una semana en la que pernoctó en calabozos de comisarías de ocho estados (Táchira, Zulia, Mérida, Barinas, Cojedes, Yaracuy, Portuguesa y Lara).

“Ellos decían que si vivíamos en su casa era porque sabíamos dónde estaba él”, recuerda Ariana Granadillo, ahora desde Washington DC, Estados Unidos. El suyo es un vivo ejemplo de que en la República Bolivariana de Venezuela el gobierno detiene y tortura de manera sistemática a familiares de disidentes y presos políticos, convirtiéndolos también en presos políticos.

Armando.info identificó 25 casos de parejas, madres, padres, hijos y hasta una prima tercera –en el caso de Ariana Granadillo– que fueron insultados, amenazados de muerte y torturados con golpizas, asfixias, descargas eléctricas y agresiones sexuales, para que confesaran el paradero de los suyos.

La coerción y el secuestro de familiares se volvió práctica común entre oficiales y comisarios de la Venezuela de hoy, al amparo de los tribunales. “Es un sistema organizado, donde hay una complicidad necesaria porque no pudiera trascender más allá si no estuviera en consonancia con el Poder Judicial, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y los propios organismos policiales”, advierte Joel García, abogado penalista y representante de varios presos políticos.

No en vano, los tribunales de control –la primera instancia para ir a juicio– tienen ese nombre: deben controlar el respeto a las garantías y derechos fundamentales de los ciudadanos. Para García, esta connivencia activa se extiende hacia arriba y hacia abajo de la cadena de mando, hasta llegar al primer mandatario nacional.

En efecto: el exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), general de división Manuel Cristopher Figuera, asegura que el propio Nicolás Maduro le ordenó detener a la mamá del dirigente opositor Juan Guaidó.

Fue la última semana de febrero de 2019 en el Palacio de Miraflores. “Me mandó a meter presa a la mamá de Guaidó y al otro día fui a hablar con él en su despacho y le dije: ‘Mire, voy a necesitar un equipo médico. ¿Usted está en cuenta de que esa señora está en un tratamiento oncológico en el Centro Médico Docente La Trinidad?’.  Y el tipo tuvo un momento de reflexión y me dijo: ‘no, no, bueno, mete preso al hermano’”.

Al final, Gustavo Guaidó pudo salir del país sin ir preso, pero los últimos informes de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela de las Naciones Unidas,  han documentado decenas de casos de familiares que han sufrido agresiones que evocan fantasmas de la Alemania nazi.

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