Hace medio siglo, el mundo fue testigo de una crisis energética global sin precedentes. En octubre de 1973, los países árabes exportadores de petróleo impusieron un embargo a la venta de petróleo a Estados Unidos y otros países en represalia por su apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur. Este embargo provocó un aumento drástico en el precio del crudo, y la economía mundial se sumió en una crisis de la que tardó años en recuperarse, conocida como la Crisis del petróleo.
Para la mayoría de los países de América Latina, esta crisis representó un duro golpe que los obligó a endeudarse masivamente para cubrir sus necesidades energéticas. Esto sentó las bases de la crisis de la deuda que afectaría a la región en la década perdida de los años 80. Sin embargo, hubo un país que se benefició enormemente de esta crisis: Venezuela.
En los años 70, Venezuela se convirtió en uno de los países más ricos de América Latina, mientras sus vecinos sufrían las consecuencias de la crisis. En los dos años siguientes al embargo de 1973, Venezuela recibió 10.000 millones de dólares adicionales por la venta de petróleo, lo que impulsó su economía y provocó cambios significativos en su estructura.
A diferencia de otros países, Venezuela se mantuvo neutral y no se unió al embargo árabe contra Estados Unidos. Esto permitió que se convirtiera en un proveedor alternativo de petróleo para los países afectados por el embargo. Con una producción diaria de 3,3 millones de barriles, Venezuela se convirtió en el mayor exportador de petróleo fuera de Oriente Medio y su producción superaba la suma de todos los demás países latinoamericanos.
Esta bonanza petrolera también fortaleció la posición internacional de Venezuela. Según los expertos, el país se convirtió en uno de los principales actores internacionales y exportadores de crudo. Además, Venezuela pudo brindar generosas ayudas a los países de América Central, que se vieron especialmente afectados por la necesidad de importar petróleo.
La riqueza petrolera impulsó cambios profundos en el país. En 1975, Venezuela nacionalizó su industria petrolera, lo que le permitió tener un mayor control sobre sus recursos naturales y destinar los ingresos de su exportación al crecimiento interno. Esta nacionalización contribuyó al desarrollo de la tecnología necesaria para explotar las vastas reservas de petróleo en la Faja Petrolífera del Orinoco.
Durante esta época de bonanza, Venezuela experimentó un período de prosperidad conocido como la Venezuela saudita. El gobierno de Carlos Andrés Pérez impulsó un ambicioso «capitalismo de Estado» y utilizó los ingresos del petróleo para modernizar la infraestructura del país y nacionalizar industrias básicas.
Sin embargo, la llegada de tanto dinero fácil también generó problemas y desequilibrios en la economía venezolana. El consumo frívolo y ostentoso se extendió en los sectores más acomodados, mientras que el alto gasto público y la corrupción causaron inflación y afectaron especialmente a los hogares más humildes.
Además, la inversión estatal excesiva y la falta de incentivos para el sector privado contribuyeron a la ineficiencia y la corrupción en el sector público. Varios expertos estiman que una gran cantidad de dinero fue desviada indebidamente de la industria petrolera venezolana durante este período.
A medida que los precios del petróleo bajaron y la economía venezolana enfrentó dificultades, el país se vio atrapado en una deuda externa similar a la de sus vecinos. A finales de la década de 1980, Venezuela tuvo que implementar un severo plan de ajuste bajo la supervisión del Fondo Monetario Internacional.
La historia de la Venezuela saudita no tuvo un final feliz. A pesar de su riqueza petrolera, el país experimentó altibajos económicos y enfrentó problemas como la corrupción, la inflación y la falta de distribución equitativa de la riqueza. La llegada de la bonanza petrolera generó una ficción económica y desató el populismo en el gobierno, pero cuando los precios del petróleo cayeron, desapareció la euforia.
En resumen, la crisis del petróleo de la década de 1970 tuvo un impacto significativo en América Latina, pero Venezuela se convirtió en una excepción beneficiándose de la situación. Sin embargo, la falta de gestión adecuada y la dependencia excesiva del petróleo llevaron a problemas económicos y sociales en el país en años posteriores.