La compañía estatal Unión Eléctrica (UNE) de Cuba tiene previsto llevar a cabo apagones generalizados en aproximadamente el 30% de la isla durante el período de mayor demanda. Además, advierte que estos cortes se extenderán durante toda la jornada. Los apagones, que afectan a industrias y provocan el deterioro de alimentos refrigerados, se han convertido en un problema crónico en el país, que lleva tres años sumido en una grave crisis multidimensional. En algunas zonas, los apagones duran hasta diez horas al día.
La dictadura cubana anunció la semana pasada que la situación empeorará a partir de octubre debido a la falta de combustible, que en su mayoría se importa. Los apagones de este lunes representan la tasa más alta en meses. Aunque durante el verano (julio-agosto) los apagones estuvieron relativamente bajo control, a diferencia del mismo período del año pasado, en las últimas dos semanas los cortes se han intensificado.
La UNE, que forma parte del Ministerio de Energía y Minas, estima que durante el horario de mayor demanda de esta jornada, en la tarde-noche, la capacidad de generación será de 2.180 megavatios (MW), mientras que la demanda máxima alcanzará los 3.000 MW. La diferencia entre la oferta y la demanda (déficit) será de 820 MW, y los cortes afectarán aproximadamente a 890 MW durante el denominado «horario pico».
El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) de Cuba se encuentra en una situación precaria, con infraestructuras de generación y distribución obsoletas y un déficit crónico de mantenimiento e inversiones. A esto se suman los problemas financieros del país para adquirir combustible en el extranjero. Las siete centrales termoeléctricas del país experimentan fallos y paros con regularidad, ya que tienen un promedio de unos 40 años de funcionamiento, por encima de su vida útil programada.
En los últimos cinco años, la dictadura cubana ha alquilado hasta siete centrales eléctricas flotantes a una empresa turca para compensar la caída de la capacidad de generación propia. Esta solución rápida, aunque temporal, resulta contaminante y costosa.
Según los expertos, cualquier solución estructural para la crisis energética cubana sería costosa y requeriría años de implementación, algo difícil de lograr en un momento en que el régimen cubano enfrenta serias dificultades financieras.
El régimen de Miguel Díaz-Canel anunció la semana pasada que Cuba se encuentra en una situación «estrecha» en cuanto a combustible, lo que obligará a imponer medidas de austeridad para racionar los carburantes. El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, señaló que los efectos de esta crisis comenzarán a notarse a partir del 1 de octubre.
Estas consecuencias tienen un impacto significativo en la sociedad cubana, que lucha diariamente para poder trabajar y acceder a productos básicos para sobrevivir. Uno de los efectos más visibles se observa en los alimentos, que ya son difíciles de conseguir en la isla y, cuando se encuentran, tienen precios elevados.
Ante estos períodos de escasez, muchos cubanos optan por congelar carnes y otros productos para racionarlos durante las semanas. Sin embargo, la falta de combustible para las centrales termoeléctricas provocará nuevos apagones que podrían durar muchas horas y arruinar la comida.
Esta crisis también paraliza las actividades económicas, ya que muchas de ellas dependen de energía o combustibles. Además, dificulta el desplazamiento de las personas hacia sus lugares de trabajo o los establecimientos comerciales.
Los frecuentes cortes en el suministro eléctrico han generado malestar social en el país y han sido uno de los detonantes de las protestas de los últimos dos años, incluyendo las masivas del 11 de julio de 2021, las mayores en décadas.