La activista venezolana Lilian Tintori reveló detalles de su vida privada cuando su esposo Leopoldo López se encontraba preso en la cárcel de Ramo Verde. Las declaraciones se han vuelto virales en las últimas horas.
En la entrevista, la opositora venezolana explicó cómo fue concebida su hija menor, Federica Antonieta, quien nació en el año 2018. «Concebimos a nuestra hija en la cárcel, en un baño, viendo correr las cucarachas», expresó.
En el libro «Nos quieren muertos», del escritor Javier Moro, se publica parte de la historia y es reseñada por el diario ABC.
«No hablaban, parecían una pareja de mimos haciendo contorsiones, o de sordomudos. Pero qué sabrosos los mordiscos, las caricias, los besos, se dijo Lilian. Qué vivo estaba. En el amor se daba cuenta de lo poco que la cárcel había hecho mella en su personalidad profunda. Era el Leo de siempre, desafiante, resistente, el padre de sus hijos, el hombre por quien estaba dispuesta a dar la vida. Pero había que darse prisa, en cualquier momento podía aparecer el Gordo por aquella puerta. ‘Al carajo las cámaras; si quieren vernos, que miren’, se dijo. Por lo menos no podrán alegar que el hijo será de Marco Rubio o de Carlos Vecchio, como dijeron en el programa de Diosdado al referirse al bebé que perdió. ¡Qué de maledicencias había soportado! No, este iba a ser el hijo de Leo y Lilian, concebido en una celda mugrienta a pesar de sus captores, como un ejercicio de pura libertad individual. El grito de placer de Leo era su respuesta a los malos tratos, a la incomunicación, al aislamiento, a la injusticia de su condena. Se reafirmaba ante la vida, esa vida que le intentaban cercenar y arrebatar», dice el texto.
LILIAN TINTORI, LEOPOLDO LÓPEZ Y LA CÁRCEL
Asimismo, Leopoldo López recordó el momento en que fue aprehendido en 2014 en Chacaíto.
“Me entregaron como si fuera una mercancía”, fueron las palabras del líder de Voluntad Popular.
«Los focos iluminaban los rostros de un fulgor blanquecino mientras lo escoltaban hacia el interior del edificio. Se fijó en esas cercas tan altas rematadas con concertina. Iba ser difícil escaparse, pensó. En el primer control le tomaron fotos de frente y de perfil, y le sometieron a un registro minucioso. Al devolverle la ropa, pidió que le dejasen quedarse con la cruz de madera que le había dado Lilian. Los custodios se la pasaron el uno al otro y la examinaron detenidamente para asegurarse de que no escondía nada prohibido o no fuese un arma disimulada. Eran jóvenes, y Leopoldo sabía ganárselos», reseña el libro.
Además, se menciona los duros momentos por lo que Leopoldo López pasó en Ramo Verde y un posible atentado a su vida.
«En su celda blanca, Leopoldo extrajo con delicadeza todo el cable que pudo, pero cada vez debía tirar con más fuerza hasta que se rompió. Pensó que no había suficiente para colgarse, intentó extraer un poco más, pero no lo consiguió. Derrotado, permaneció sentado en el suelo, los ojos cerrados para huir de la agresiva blancura de aquella luz. Empezó a sosegarse. Su pensamiento se volvió hacia los suyos, hacia todos los que lo esperaban fuera. La imagen de sus hijos, a los que hacía muy poco había estrechado entre sus brazos, le volvió a la mente. ¿Podía hacerles eso a ellos? ¿A Lilian (Tintori)? ¿Sus padres? ¿A sus compañeros? Sí, podía, y lo acabarían entendiendo; no en vano le habían acompañado hasta ese momento crucial. Sus compañeros entenderían que un héroe se fragua con la muerte», se lee en libro.
LA SALIDA DE LA EMBAJADA DE ESPAÑA
Sara de la Lastra fue la pieza clave en el escape de Leopoldo López de la Embajada de España en Caracas. La esposa del embajador para 2020, Jesús Silva, colaboró en la huida.
Y es que según lo expresado en el libro, fue ella quien sacó a López de la sede diplomática metido en la maleta de su carro y luego lo llevó hasta Los Palos Grandes, al este de Caracas.
«El 26 de octubre de 2020, después de un año en la embajada, Leopoldo salió escondido en el maletero de un coche, el utilitario de Sara, la mujer del embajador, conducido por ella misma. Saludó a los guardias con su sonrisa luminosa y la dejaron pasar sin problema. El coche efectuó un corto recorrido hasta llegar a Los Palos Grandes, donde dejó a su peculiar pasajero en la calle junto a otro automóvil. En el interior le esperaban Alberto y dos compañeros, con la documentación falsa preparada. Leopoldo pasaba a ser Eduardo Galleti, cédula de identidad 13833928, nacido el 19 de agosto de 1982, abogado y casado», destacó Javier Moro.
Asimismo, sostuvo que era clave poder responder con la mayor precisión posible. «No bastaba con dar el nombre, había que saberse la fecha de nacimiento, el número de cédula, la profesión, el nombre del padre, el de la madre, el número de hermanos, o sea, todo lo que uno debía saber en caso de toparse con un policía inquisitivo», apuntó.
Con información de ABC y Caraota Digital