I
Desde septiembre de 2020 se ha hecho evidente una nueva oleada en el éxodo migratorio venezolano hacia el exterior, este último sobrevenido primordialmente a partir de la grave y severa depresión económica que azota a ese país caribeño desde el año 2014.
Por: Jorge Forero | Aporrea
Esta nueva oleada se da en condiciones particularmente precarias. Multitudes de caminantes emprenden desesperados y penosos viajes de centenares de kilómetros. De acuerdo con testimonios registrados, los lugares de origen de estos caminantes son muy diversos: Maracay, La Victoria, Valencia, Tinaquillo, San Carlos, entre otros.
Las escenas que se observan en la troncal cinco (05) que comunica a los llanos con el Táchira, o en la vía que interconecta a San Cristóbal con San Antonio del Táchira son deplorables: grupos de personas (especialmente jóvenes y adolescentes, pero también hay niñez, e incluso neonatos) extenuados, sedientos-hambrientos y harapientos.
Lo único abundante es la resignación, la desesperanza y ese estar dispuestas(os) a cualquier cosa «a pedir limosna si es necesario, pero de hambre no nos morimos». Esos venezolanos entienden que en su país está en riesgo su propia existencia.
II
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), antes de los confinamientos decretados por los poderes estatales suramericanos en el marco de la irrupción del coronavirus como pandemia global, ya se había producido un flujo migratorio de por lo menos cuatro (04) millones de venezolanas(os).
La recesión económica se desencadenó en la región, y con ella se profundizaron las condiciones de extrema vulnerabilidad de gran parte de las(os) migrantes venezolanas(os), con precarios niveles de integración en la economía formal de sus países de destino, y con medios de vida frágiles e inestables, lo que determinó en que se tornaran cotidianas escenas de desalojo forzoso y de muchedumbres pernoctando en la intemperie en países como Colombia, Ecuador y Perú.
Tal circunstancia derivó en un reflujo de ese éxodo, reducido en comparación con la masa migratoria global precedente. Según cifras oficiales, entre abril y septiembre de 2020, se llevó a cabo el retorno de al menos 115.000 ciudadanas(os) venezolanas(os) a través de los pasos fronterizos formales-legales de San Antonio del Táchira, Paraguachón (Zulia) y Guasdualito (Apure).
Cabe subrayar, ese retorno se produjo en condiciones especialmente complejas y adversas. Las medidas de excepción implementadas para reducir la movilidad humana, exacerbaron la atmósfera de xenofobia y estigmatización -de vulneración del Derecho Internacional de los Derechos Humanos- que ha signado al tratamiento de migrantes venezolanas(os) por parte de los gobiernos de la región (incluso del venezolano, que mediante restricciones y una narrativa de criminalización produjo una revictimización de los migrantes en proceso de retorno a su país).
Sin embargo, a pesar de un escenario tan desfavorable, la reactivación de los flujos económicos en Colombia se percibió como una oportunidad. El objetivo de las(os) caminantes, buscar alternativas de medios de vida en Colombia o en cualquier otro país del continente.
III
El éxodo migratorio venezolano ha funcionado como un instrumento de la política exterior estadounidense, la cual ha utilizado este fenómeno como un medio para potenciar las narrativas restauradoras de su dominación secular y para acentuar su presencia militar en Sur América ante la amenaza regional que representa la diáspora migratoria venezolana.
De igual manera, la migración venezolana ha sido empleado por las oligarquías suramericanas para -sobre la base de una mistificación intencionada- imponer una racionalidad de miedo ante el cambio social (porque si votas por tal candidatura el país será como Venezuela), para crear un enemigo interno utilitario a sus regímenes de dominación a través de la estigmatización y criminalización de los sujetos migrantes (los culpables del desempleo, la violencia y la inseguridad, los aumentos en los contagios, de los vicios y las infidelidades, y un largo etcétera de problemas estructurales).
Esta nueva oleada migratoria no será la excepción. El muro policial que ha implementado Colombia para evitar el ingreso de estos migrantes indeseables (bajo una lógica de explícita aporofobia) contrasta con los brazos abiertos ofrecidos a todo el que desee migrar a Colombia, y las lágrimas de cocodrilo derramadas por el presidente de ese país.
Mientras tanto, la dramática situación de esta nueva oleada migratoria, es el aderezo del amarillismo, la xenofobia y el clasismo de unos medios de desinformación que en lugar de abogar por los derechos de las personas, cosifican (venden) y exaltan la tragedia para mejorar sus índices de rating, y con ello obtener mayores rentas.
IV
La actuación del Estado venezolano ante el éxodo de migratorio del 13% de la población ha sido irresponsable e indolente.
No existe una política pública rigurosa y sistemática para atender la situación, con la excepción del Plan Vuelta a la Patria, que en su implementación desconoce u omite el signo multidimensional del problema y cuya escala de cobertura es insignificante en relación con la cantidad de venezolanos que han emigrado.
El servicio exterior venezolano en gran parte de los países suramericanos, se ha visto desbordado porque no tiene capacidad de respuesta para atender una población tan masiva. Los trámites administrativos ante embajadas y consulados se han convertido en un calvario para los migrantes y en algunos casos (extremadamente vergonzosos), en una fuente de extorsión por parte de funcionarios inescrupulosos.
Los discursos oficiales han alternado entre la negación del problema, hasta la caracterización del mismo como parte de una operación internacional contra Venezuela (hipótesis tan absurda y vil como la que arguyen quienes señalan a la migración venezolana como una amenaza para la seguridad regional).
Voceros oficiales del más alto nivel del poder estatal venezolano, han exacerbado las narrativas de criminalización de los sujetos migrantes, acusados de ser serviles a intereses extranjeros e incluso, literalmente, de traición a la patria.
El calamitoso retorno de venezolanas(os) dado en el contexto de la pandemia ha derivado en nuevas medidas de excepción para su ingreso a territorio nacional. Agentes institucionales y políticos de las regiones fronterizas hacen notables esfuerzos para garantizar los derechos de esas personas, pero las carencias materiales y los lineamientos nacionales impusieron un cuello de botella que exacerbó el riesgo social y sanitario.
Por el contrario, los retornos han sido criminalizados (se ha señalado a los retornados como «armas de terrorismo biológico» por medio del «virus colombiano»: muy al estilo de Trump o Bolsonaro), y además ha sido objeto de una narrativa oficial signada por la revancha y el ensañamiento, con un sensacionalismo repugnante, con burlas y reprensiones en redes sociales y en medios de comunicación por el gran pecado de buscar medios de vida en otro país.
Esa tendencia irresponsable e indolente no ha cambiado ante la nueva oleada migratoria en desarrollo. Se ha reiterado un negacionismo ante el fenómeno (el tema no existe ante los medios oficiales), y las escasas referencias que se han hechos, se han orientado a identificar a este problema como un nuevo episodio de los ataques sicológicos en contra de Venezuela.
Para estos voceros, no se trata de un problema estructural intensificado en el marco de la depresión económica de los últimos años (mucho menos de la evidencia de una política económica devastadora para los pobres en Venezuela), sino una especie de debilidad sicológica colectiva que empuja a miles de «tontos útiles del imperio» a «creer en pajaritos preñados» para irse del país.
V
El gobierno de Venezuela arguye que el éxodo migratorio venezolano es producto de una conspiración internacional del imperialismo para socavar su imagen ante la opinión pública. Mientras tanto, los bloques alineados con la política exterior de Washington en la región (que incluye a alguno sectores de la oposición venezolana, en particular a los mas conservadores, así como a las oligarquías suramericanas) afirman que las(os) venezolanas(os) huyen del comunismo en Venezuela.
La verdad es que la gente emigra porque Venezuela experimenta una depresión sin precedentes en su historia republicana, un proceso de devastación económica y social que ha lesionado de manera severa los medios de vida y el modo de vida del pueblo venezolano.
El gobierno omite su responsabilidad ante la crisis económica e institucional del país, y prefiere crear exabruptos leguleyos para «desaplicar» la constitución, así como alinearse con intereses exógenos para salvagurdar sus posiciones y profundizar el despojo de las diezmadas rentas nacionales.
Las facciones conservadoras y reaccionarias de la oposición venezolana (esta última más amplia y heterogénea de lo que solía ser en tiempos de los gobiernos de Chávez), tampoco asume su responsabilidad ante la crisis institucional interna y el intervencionismo explícito de Washington en los asuntos internos.
VI
El éxodo migratorio no es producto del régimen comunista venezolano, porque contrario a la propaganda oficial y a las cajas de resonancia de las narrativas políticas de Washington, en Venezuela no se ha instaurado ninguna medida del programa mínimo del socialismo.
Coincidimos con la posición del Partido Comunista de Venezuela en afirmar que la crisis venezolana es una nueva fase de la crisis del capitalismo dependiente, rentista y periférico.
El colapso de la industria petrolera; el endeudamiento insostenible del país; la caída estrepitosa del PIB (52,3% entre 2013 y 2018 según el BCV; y del 70% para el mismo periodo de acuerdo con el FMI); la contracción del comercio exterior y distorsiones en el mercado nacional; la megadevaluación; la hiperinflación; y la destrucción de las fuerzas productivas, que incluye la precarización extrema de la fuerza de trabajo, no son el resultado de un modo de producción, intercambio y consumo de signo socialista, por el contrario corresponden con lógicas y tendencias del capitalismo dependiente, ya que responden a procesos metabólicos de acumulación de capital y de transferencia de rentas que reproducen una carga histórica de despojo para el país.
VII
Según la ONU, en Venezuela hay 2,3 millones de personas en condiciones de desnutrición y 9 millones de personas enfrentan una situación de inseguridad alimentaria. El país pasó de ser un referente en la lucha contra el hambre (incluso un programa de FAO tiene el nombre de Hugo Chávez, a convertirse en uno de los países con cifras críticas en el mundo).
Las masas de migrantes venezolanos se van del país, porque sencillamente la base material de bienes y servicios producidos (reducida en 70% en un lapso de 6 años) es insuficiente para atender la demanda de 30 millones de personas.
La devastación económica del país ha empobrecido de manera grave a millones de venezolanos. Mientras tanto, los fraudes, la corrupción, la elusión y la evasión de impuestos, y la astronómica fuga de capitales enriquecieron a una nueva burguesía dineraria (la denominada por el pueblo como boliburguesía o burguesía revolucionaria en el lenguaje oficial), y robustecieron aún más a una burguesía tradicional (enemiga del gobierno en el discurso, pero asociada a sus intereses mediante múltiples y muy diversos negocios).
VIII
La nueva oleada del éxodo migratorio venezolano es profundamente desoladora, por las condiciones penosas en las que se produce, y porque los bloques dominantes en la política y la economía nacional son indiferentes ante las raíces estructurales de la misma.
La desesperanza camina en esos miles que transitan inhóspitas carreteras para buscar nuevos medios de vida. Nos corresponde a todos (los que nos quedamos y los que se marcharon), tejer luchas para recuperar esa esperanza, como primer eslabón para romper el empate catastrófico y rescatar el tejido institucional en lo político, y para recuperar la economía nacional, para reencontrarnos, en un día no muy lejano.