El Día del Maestro es una ocasión oportuna para discutir el tema de la educación en Venezuela. Durante el proyecto de «Refundar la República» propuesto por Hugo Chávez hace 25 años, uno de los principales objetivos era la «refundación» de la educación en todos los niveles, desde la escuela básica hasta la universidad. Según la narrativa oficial, la educación en el período democrático era elitista, excluyente y antidemocrática, y no cumplía su función de redimir a los pobres y promover la igualdad social.
Al principio, el plan de tomar el control del sistema educativo se presentó como una medida inclusiva. Se creó el Plan Bolívar 2000 para mejorar la infraestructura educativa y la Misión Robinson para alfabetizar a los analfabetos «olvidados» por el sistema educativo «burgués». Se establecieron Simoncitos, Escuelas Bolivarianas y universidades destinadas a los hijos de los trabajadores, con la promesa de que ya no serían discriminados ni excluidos. Al mismo tiempo, se ejerció una presión financiera y política cada vez mayor sobre las universidades autónomas y los centros educativos que no aceptaban la ideología socialista. La toma de la Universidad Central de Venezuela en 2001 por un grupo financiado por el gobierno fue el preludio de un acoso constante.
Bajo el gobierno de Nicolás Maduro, el hostigamiento hacia la educación no ha cesado. Uno de los aspectos más impactantes ha sido la degradación de los ingresos de los educadores. Desde el inicio de la democracia, los docentes de todos los niveles educativos formaban parte de la clase media. Los profesores universitarios, en particular, tenían salarios entre los mejores de América Latina. Aunque los maestros de bachillerato y primaria no ganaban tanto, sus ingresos les permitían vivir dignamente. La profesión docente era atractiva porque proporcionaba estabilidad económica y laboral, un seguro de salud sólido y oportunidades de desarrollo profesional a través de posgrados.
En el pasado, el sector educativo público en Venezuela era mucho más sólido que en la actualidad. Los sindicatos docentes y los expertos en educación han documentado en detalle el deterioro de las instalaciones educativas, las condiciones de los laboratorios, la calidad de los conocimientos impartidos y los bajos salarios de los docentes del sector público. Pero más allá de estos problemas ampliamente conocidos, es importante resaltar el impacto que la disminución de los ingresos de los docentes tiene en la calidad de la educación y en su función como mecanismo para promover la igualdad social.
Si los profesores no reciben salarios dignos, como ocurre en Venezuela, no solo ellos y sus familias se ven afectados, sino toda la sociedad. La ruina de los docentes de la educación pública inevitablemente lleva a la destrucción del sistema educativo y a la desaparición de un mecanismo para promover la movilidad social y la igualdad de oportunidades.
En la actualidad, estamos viendo cómo la educación privada en Venezuela hace grandes esfuerzos para retener a sus profesores. La brecha entre los ingresos de un profesor de la educación privada y uno de la pública es abismal y sigue creciendo. Los incentivos que se ofrecen en el sector privado son posibles gracias a las contribuciones financieras de las familias que pueden permitirse enviar a sus hijos a escuelas privadas. Sin embargo, la mayoría de los padres que ganan el salario mínimo o un poco más no pueden costear la educación privada. El costo de brindar una remuneración adecuada a los docentes es alto.
El gobierno de Maduro está fomentando la ampliación de la brecha entre aquellos que pueden enviar a sus hijos a escuelas privadas y aquellos que deben conformarse con instituciones precarias, donde los profesores no asisten regularmente debido a que deben buscar otras fuentes de ingresos para sobrevivir.
Bajo el gobierno de Maduro, la educación se ha convertido en una herramienta para perpetuar y ampliar la pobreza. El sueño de fundar una sociedad basada en los principios igualitarios y libertarios del maestro Simón Rodríguez se ha convertido en una pesadilla: escuelas y universidades públicas vacías, profesores y estudiantes ausentes, maestros y alumnos huyendo del país. En contraste, la educación privada trata de mantener la calidad a pesar de las limitaciones.
Todo esto forma parte de un proyecto nefasto para someter al país y gobernarlo eternamente, aunque sea sobre sus ruinas.