“EL ALACRANISMO LERDO” ¿Trabajar con Maduro? por Gustavo Tovar-Arroyo

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El alacranismo lerdo

El problema de Ceballos no es sólo que haya saltado la talanquera política o moral de su generación, el problema es la patética “jalada de bolas” que ofreció al asesino de niños, torturador y déspota del chavismo Nicolás Maduro. Si hubiese sido más inteligente, menos codicioso (por el dinero baila el mono), podría haber argumentado las mismas pendejadas que manifiestan sus colegas alacranes: “hace falta democracia”, “dialoguemos”, etcétera, pero no, Daniel no sólo jaló, se guindó.

Decir que con el criminal de lesa humanidad Maduro se puede trabajar equivale a afirmar que con Hitler se habría podido trabajar si no hubiese suicidado porque era el “presidente”.

¿Se puede ser más ruin?

El pobre diablo

Sin temor a equívocos puedo afirmar que Ceballos es una de los mejores espíritus que he conocido, su lucidez, su elocuencia, su fuerza intelectual, su capacidad de servicio y su carismática sensibilidad lo distinguían sobre otros. Políticamente, cuando eso se pone al servició de la maldad, la infamia y la crueldad, enfrentamos un peligroso desafío. Daniel se vendió a la tiranía más ruinosa y dañina que ha conocido la historia de América Latina, lo hizo sin memoria ni vergüenza.

La soberbia pudo más que su ética. También lucifer era la “luz más bella” y terminó siendo un “ángel caído”. La humanidad conoce a esos pillos espirituales, los llama “pobres diablos”

La bondad y el bien le ganarán la guerra.

El jorobado de 300

Cuando en 2007 con el movimiento estudiantil le metimos una zarandeada histórica a Hugo Chávez y le causamos una herida política cuyo desangramiento lo llevó a la tumba, teníamos una consigna: éramos los 300 espartanos (venezolanos) de la libertad, daríamos nuestra vida por Venezuela (Esparta). La película 300 de Zack Snyder (2006) nos sirvió de inspiración para enfrentar el mayor reto –para entonces– de nuestras vidas. Y vencimos: jodimos a Chávez.

Recuerdo que siempre nos preguntábamos sobre quién sería el resentido jorobado de nuestra épica, quién sería el que nos traicionaría. Van dos: Ricardo Sánchez y Daniel Ceballos.

Tristemente, el dinero comprará otros más.

¿Castro o Gómez?

He escuchado algunas intervenciones de Ceballos ante medios venezolanos, además de mostrar una vergonzosa complicidad criminal con Maduro con quien asegura “se puede trabajar” (imagino –Daniel– que asesinando niños en las calles, o hambreando, enfermando y torturando venezolanos hasta su muerte), la exposición de resentimiento y envidia con Leopoldo López es bíblica. La fijación lo ha llevado a asegurar que en la ecuación él es el dictador Juan Vicente Gómez y López es Cipriano Castro. ¡Carajo! ¡Qué nivel de imbecilidad!

Sí, una alucinante imbecilidad que más que mostrar su pequeñez espiritual e histórica, caricaturiza el genuino esfuerzo que hemos dado juntos para liberar a Venezuela de la peste chavista.

¿Castro o Gómez? La ayahuasca no a todos les cae bien.

Lavar el rostro de la crueldad

Insisto e insistiré hasta el último aliento, es posible que Leopoldo López, Henrique Capriles, Freddy Guevara, Julio Borges, Gustavo Tovar, Lester Toledo, Yon Goicoechea, Juan Guaidó, Primero Justicia, Voluntad Popular, hasta Juanito de los Palotes o Pablo Pueblo, hayamos cometido toda suerte de errores en nuestro esfuerzo por derrocar a la tiranía, pero de ahí a decir que se puede trabajar con Maduro, el más ruin y vil criminal –junto a Chávez y sus malandros– de Venezuela, representa un inaceptable y asqueante cinismo por parte de uno de los que más ha luchado.

No podemos ni debemos caer jamás en la tentación de justificar a la maldición que asesinó a nuestro país, no podemos ni debemos jamás lavarle el rostro a los criminales chavistas. ¡Jamás!

Que sean sólo los alacranes y los traidores quienes lo hagan.

Sólo ellos…

Postdata cainiana

Más que Castro o Gómez, Ceballos debería de percatarse que su narrativa es más cercana a la trágica historia de Caín y Abel, donde Daniel (Caín) por resentimiento y envidia procura la muerte de su hermano Abel (Leopoldo). Trágico, muy trágico, que la lucidez espiritual –Lucifer– de Ceballos se haya entregado a la maldad del satán chavista.