El cambio tras la bruma kirchnerista y madurista

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El triunfo de Javier Milei en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de Argentina pone en peligro los veinte años de dominio del kirchnerismo, que ha utilizado la corrupción, la intervención estatal en la economía, el control de los medios de comunicación, el control cambiario, la polarización y confrontación, el control de los poderes del Estado y el enfrentamiento con el sector agropecuario para mantenerse en el poder.

Los resultados de las recientes elecciones en Santa Cruz, cuna del kirchnerismo y bastión político de esta corriente durante más de tres décadas, muestran su declive. El candidato oficialista, Javier Belloni, perdió. Durante más de 32 años, esta provincia estuvo bajo el control de la corriente política liderada por Néstor Kirchner y luego por su esposa Cristina. La derrota del domingo no es solo simbólica, es una clara señal del fin de una era.

Javier Milei, quien se define como «anarcocapitalista» y se opone al aborto, obtuvo el 30,1% de los votos sin el respaldo de un partido político establecido ni suficientes fiscales para asegurar los votos.

El 31% de abstención, sumado al apoyo significativo que recibió el movimiento libertario, revela una imagen impactante: estamos siendo testigos de «una explosión de la desgastada democracia argentina». Es un grito de hartazgo frente a la vieja política que resuena en las urnas.

Este fenómeno refleja claramente el rechazo hacia los partidos políticos de Mauricio Macri y Cristina Fernández, que la mayoría de los argentinos considera incapaces de abordar los persistentes problemas socioeconómicos del país.

En un giro inesperado de los acontecimientos en las elecciones PASO argentinas, Milei no solo sorprendió con su victoria, sino que también le arrebató la iniciativa al macrismo y al kirchnerismo con su narrativa de «la casta» -tomada de Podemos en España-, «la dolarización», «juntos por el cargo», «la camporonga» y «el frente de choros».

El fenómeno del voto libertario, encabezado por Milei, tiene una lectura particular. No se trata simplemente de una adhesión ideológica al candidato, sino más bien de un voto de protesta «contra el sistema». Como afirman algunos analistas: «Los votantes de Milei no votan por él, votan por enojo y no por opción ideológica».

Lo que muchos no han notado, y lo que finalmente ha quedado claro, es que Milei no solo ha capitalizado el «voto bronca» -una nueva identidad política-, sino que también ha canalizado un cambio cultural. Su visión implica una confianza renovada en las fuerzas del mercado en lugar del Estado benefactor.

Los resultados de las PASO indican que la mayoría de los argentinos busca un cambio. Quieren ser los gestores de su propia felicidad. Esperan de los políticos acciones, resultados y soluciones que les permitan superar el nivel de pobreza y el caos en el que viven.

Hoy en día, esta esperanza está encarnada en Milei, quien ha logrado sintonizar con el deseo de un cambio profundo y radical en la sociedad, con el sentimiento de «hasta aquí hemos llegado».

Por eso, su triunfo ha sido transversal. El apoyo proviene de un amplio y diverso espectro de votantes. Además de la frustración social generalizada, muchos ven en el fundador del partido La Libertad Avanza una figura que representa un cambio radical, una especie de «reinicio» en la política argentina. Un verdadero agente de cambio.

Su partido ha obtenido victorias en las zonas más pobres del país. Ha triunfado en 16 de las 24 provincias donde había tenido malos resultados en las elecciones provinciales anteriores, lo que demuestra que los gobernadores e intendentes peronistas electos no buscaban el voto para su candidato presidencial, Sergio Massa.

Los paralelismos entre Milei y figuras como Perón y Kirchner son evidentes. Ambos lideraron Argentina en momentos de cambio y transformación. Si Milei sigue su trayectoria, es probable que Argentina se adentre en una nueva era, alejada de las sombras del kirchnerismo.

El fenómeno Milei encuentra eco en Venezuela con María Corina Machado. Al igual que Argentina, Venezuela busca superar el yugo del chavismo-madurismo. Las tácticas políticas del kirchnerismo y del madurismo han generado frustración, desesperanza y pobreza.

En ambos casos, el clamor es el mismo: un deseo de cambio y una salida de la oscuridad política que ha eclipsado a estos países durante décadas. La esperanza es que, bajo nuevos líderes como Milei y María Corina, Argentina y Venezuela puedan renacer como naciones prósperas y libres, donde la felicidad y la libertad de sus ciudadanos estén garantizadas.

En conclusión, los recientes resultados electorales en Argentina son un recordatorio del deseo innato de cambio y renovación. Después de años de kirchnerismo y madurismo, la esperanza de un futuro mejor está más viva que nunca. Las naciones están al borde de una nueva era, en la que el poder vuelve a la gente y el futuro es prometedor.