El Día del Trabajador en socialismo, Por César Pérez Vivas

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Este sábado pasado fue Primero de Mayo, fecha establecida en el calendario mundial como Día Internacional del Trabajador. Conocemos el origen y significado de esta celebración. En nuestra historia democrática, la jornada en honor a los trabajadores venezolanos era una oportunidad para exigir mejoras en las condiciones socioeconómicas y de trabajo, también para celebrar los logros y avances de los hombres y mujeres que con su esfuerzo, venían construyendo una nación más justa y equitativa. No hay duda de que durante la república civil los obreros y asalariados de nuestra Venezuela lograron significativos avances en todos los órdenes de la vida laboral, económica cultural y social.

Sin pretender omitir carencias y errores de esa etapa histórica, hay una verdad incuestionable: los trabajadores venezolanos alcanzaron un reconocimiento, jamás visto, en sus derechos fundamentales. El trabajo como hecho humano elevó su categoría en la escala de valores sociales y políticos. Se desarrolló una legislación para protegerlo, habiendo, incluso en algunos momentos, generado situaciones inconvenientes para la actividad productiva.

El trabajador asalariado, material o intelectual, se convirtió en un agente clave no solo de la vida económica, sino también de la vida política y social del país. Los sindicatos se convirtieron en instituciones reconocidas y valoradas por el Estado democrático, cualquiera fuese el signo político e ideológico de quienes la lideraran. Se promovió en todo momento el diálogo tripartito entre patrones, trabajadores y Estado, para buscar reivindicaciones racionales y estables en bien del trabajador.

La democracia siempre tuvo a los obreros en el centro de su preocupación. Buscó mejorar su salario, hasta ubicarlo entre los más elevados del continente. Estableció un sistema de seguridad social, que con sus altibajos atendía a obreros manuales con el Seguro Social, a educadores con el Ipasme, a otros sectores con seguros privados. Todo ello de conformidad con lo establecido en la contratación colectiva. Herramienta esta última eje fundamental de las relaciones de los trabajadores con los patrones. Cada área de la economía, de acuerdo con su potencialidad, iba logrando conquistas significativas.

Entre tanto, el Estado democrático se esforzaba en abrir escuelas y universidades para que los hijos de los obreros accedieran a una educación de calidad, en centros de estudio que contaban con instalaciones dignas, servicios médicos, comedores, transporte escolar y becas.

En paralelo, la democracia trabajó y logró viviendas decentes, sistemas de agua potable y suministro de energía eléctrica para ofrecer a los trabajadores una mejor calidad de vida.

Durante toda esa etapa histórica el marxismo venezolano pretendió liderar a nuestros trabajadores. Se presentaron como sus grandes defensores. Ofrecieron una y otra vez un socialismo donde “los trabajadores serían los dueños de su propio destino”. Donde ellos serian “los propietarios de los medios de producción”, y en consecuencia, dejarían de ser explotados. Menospreciaron los logros de la democracia y ofrecieron el paraíso socialista.

Llegados al poder, establecido el socialismo del siglo XXI, todas las grandes conquistas del trabajador venezolano fueron confiscadas. Los hechos están a la vista. Son tan protuberantes que no hay forma de ocultarlos o justificarlos.

El chavismo llegó para convertir a los obreros y trabajadores, de todos los sectores y niveles, en auténticos esclavos. Los antiguos esclavos no recibían salario, pero tenían la alimentación que proveía “el propietario”. En el socialismo bolivariano un trabajador no recibe ni siquiera lo necesario para su alimentación básica. Nadie puede ocultar esa realidad: Nicolás Maduro, autocalificado como presidente obrero, es responsable de haber destruido el salario de los trabajadores venezolanos.

Pero no solo es la ruina del salario el logro más destacado de la revolución, es el desconocimiento de todos los derechos contractuales, sindicales y gremiales de los trabajadores.

De forma deliberada la camarilla roja ha desconocido a los sindicatos independientes. Ha hostigado, encarcelado y perseguido a los líderes que se atreven a alzar la voz en defensa del obrero. Rubén González, en Guayana, para solo mencionar un caso emblemático, es prueba irrefutable de esta verdad.

En el gobierno del presidente obrero desapareció la contratación colectiva. Las conquistas de años de lucha de diversos sectores del trabajo fueron eliminadas. Hoy no hay escalafones, concursos, primas, ni cláusulas para reconocer las capacidades, antigüedad y logros de los trabajadores. Todos fueron igualados a la base de miseria de la pirámide revolucionaria, donde solo hay una cúpula privilegiada que tiene todo, y una masa de ciudadanos, trabajadores intelectuales y manuales sometidos a la miseria.

El día del obrero en el socialismo es triste. Una fecha donde el obrero recuerda con nostalgia los tiempos de un salario digno y de una vida mejor. Es un día para recordar que hoy sus hijos ya no pueden estudiar, pero tampoco trabajar. Han tenido que emigrar a otros confines, donde ir a buscar el pan y el futuro que la revolución socialista y bolivariana les ha negado.

Venezuela necesita rescatar el trabajo como actividad capaz de elevar la vida, la dignidad y la autoestima de sus ciudadanos. Eso solo será posible en una democracia garante de los derechos fundamentales de la persona humana. Por ello es urgente expulsar del poder a Nicolás Maduro y su camarilla. Para lograrlo, tenemos a las puertas la oportunidad de activar el referéndum revocatorio consagrado en el artículo 72 de la Constitución.

Estoy seguro de que nuestros obreros atenderán el llamado para organizarse y movilizarse con miras a exigir ese derecho. Somos conscientes de que la cúpula roja hará lo imposible por impedirlo. La lucha unitaria de los trabajadores venezolanos permitirá derrumbar el muro de la soberbia y el autoritarismo que pretenderá impedir su ejecución.