El fracaso de Correa

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En su perfil de la red X (antes Twitter), Rafael Correa confiesa que envidia a los luchadores incansables. «Yo me canso, pero sigo luchando», añade el expresidente de Ecuador. Ergo, autoenvidia.

El Nacional

Reclamado por la justicia de su país, el exmandatario, que reside en Bélgica y se mueve libre y con frecuencia por América Latina, fue el gran derrotado de la noche electoral del domingo. Su candidata Luisa González, como antes Andrés Arauz, se quedó a las puertas de la victoria. Daniel Noboa será el presidente más joven del pequeño país andino con una ventaja similar (4 puntos y medio) a la que obtuvo el banquero y político Guillermo Lasso en abril de 2021 y quien no pudo concluir su  período.

«Patria querida, Patria Grande: esta vez no lo logramos. Enfrentamos poderes enormes. Hasta se asesinó a un candidato para evitar nuestra victoria. La traición de Lenín Moreno sigue causando estragos, pero que nadie dude de que, al final, Ecuador volverá a la senda del desarrollo…», escribe Correa. En verdad, debería decir «una vez más no lo logramos»; Moreno, quien lo sucedió en el poder, es la vieja historia del aliado que se vuelve en contra; y por «senda del desarrollo» habrá que entender que la única forma de alcanzarlo es cuando Correa se adueñe del poder.

Noboa solo gobernará hasta 2025, pues se trató de unas elecciones extraordinarias para concluir el período de Lasso, que recurrió a una figura -la muerte cruzada- que le permitió disolver el parlamento y, a la vez, significó su propia salida de la presidencia. Dos pájaros de un tiro.  La mayor fuerza parlamentaria es la de Revolución Ciudadana, el partido del «incansable» Correa que pondrá a Noboa en serios aprietos de gobernabilidad.

El venerable Osvaldo Hurtado, presidente entre 1981-1984, afirma que Ecuador ha sido «crónicamente» un país inestable. «Nunca hemos podido tener largos períodos de democracia y largos períodos de progreso y desarrollo. Todo ha resultado breve». Recuerda que en la década de los setenta, cuando el país dejaba atrás la última dictadura militar, se intentó hacer una reforma política para que la segunda vuelta electoral -como la que se efectuó el domingo- coincidiera con elecciones legislativas, para que el nuevo presidente consolidara su respaldo en el parlamento. Pero la iniciativa fracasó por intereses de partidos en vías de extinción.

Hurtado piensa que su país es ingobernable y que la «primera minoría» en la Asamblea Nacional limitará severamente el mandato del triunfador de las muy recientes elecciones.

Daniel Noboa, que el último día de noviembre cumplirá 36 años,  es un político de escaso recorrido que lidera la coalición política Acción Democrática Nacional (ADN), creada para respaldar su aspiración presidencial. Es hijo de Álvaro Noboa, el hombre más rico de Ecuador, quien  fracasó en las cinco oportunidades que disputó  la presidencia ecuatoriana.

El nuevo presidente tenía apenas el 2% de las preferencias políticas 10 días antes de la primera vuelta electoral. Pero su puesta en escena en el primer debate entre candidatos -protegido por un chaleco antibalas, luego del asesinato del periodista y candidato Fernando Villavicencio- y un discurso centrista, alejado de la polémica entre correístas y anticorreístas lo catapultó a la segunda vuelta electoral y, el domingo, al triunfo final.

«No se dejen impresionar por el exitpoll de Noboa», ponía Correa en la red X la noche electoral. Más que incansable, obsesivo. Hurtado lo llama caudillo. Por ahora,  caudillo derrotado. «Soy pesimista sobre el futuro democrático de mi país», sentencia Hurtado.