La intervención de la prisión de Tocorón por orden del gobierno de Nicolás Maduro ha dejado al descubierto la base de operaciones del Tren de Aragua, uno de los grupos criminales más temidos de Venezuela y América Latina.
El impacto de esta intervención se hace sentir en los alrededores del penal. Ya no se ven mujeres cargadas de bolsas de alimentos y ropa para sus familiares presos, ni niños ansiosos por llegar a la piscina. Las ventas de cerveza y la mayoría de los comercios en el pueblo de Tocorón están cerrados.
Los puestos de ladrillos frente a la cárcel, donde cobraban a los visitantes por guardar sus teléfonos móviles, están abandonados. Además, continúa la demolición de las construcciones que se encontraban dentro de la cárcel.
Cuando el gobierno anunció la toma de la prisión de Tocorón, fue difícil de creer. Hace menos de un año, había estado allí para investigar y completar un libro sobre el Tren de Aragua, uno de los grupos criminales más poderosos de la región.
Durante mi visita, pude presenciar la magnitud de este lugar. Tocorón no era solo una cárcel, era como un parque temático. Me recordaba a la serie de televisión distópica «Westworld», donde recrean el lejano oeste.
Había piscinas, un zoológico, canchas deportivas, pequeñas viviendas, restaurantes, un estadio de béisbol, una gallera para peleas de gallos, locales de venta de drogas, motocicletas y armas de fuego. Todo lo que había visto en fotos y videos filtrados era real.
El líder de la banda, conocido como el Niño Guerrero, tenía un ambicioso plan de convertir Tocorón en una urbanización. La prisión contaba con su propia planta eléctrica y un equipo de técnicos presos que se encargaban del mantenimiento del sistema eléctrico.
La seguridad en Tocorón era extrema. Hombres armados con fusiles y pistolas custodiaban todos los espacios de la cárcel. Incluso había un zoológico con animales cuidados por «gariteros» armados.
En el interior de la cárcel, había comercios que vendían drogas y réplicas de marcas de lujo. Era evidente que había una gran cantidad de dinero circulando dentro de la prisión.
Sin embargo, no pude acceder a las viviendas de los líderes, ya que estaban restringidas a personas cercanas al Tren de Aragua. Se decía que allí también había piscinas y áreas de recreación exclusivas para los jefes de la banda.
Después de la intervención del gobierno, todo este mundo ha quedado desmantelado. Miles de agentes participaron en la toma militar de la cárcel y se descubrieron numerosas irregularidades en las instalaciones.
El destino de los presos, incluyendo a Julio, quien me hizo de guía durante mi visita, es incierto. El líder de la banda, el Niño Guerrero, está siendo buscado por las autoridades.
Si bien la intervención de Tocorón representa un duro golpe para el Tren de Aragua, no está claro si esto significa el fin de esta megabanda que ha expandido sus actividades delictivas a lo largo de América Latina.