“La última gran mentira del chavomadurismo, más que apuntar al meollo de la justa y legítima reclamación del Esequibo por parte de Venezuela -que debe contar con el apoyo de todos-, pareciera dirigida a crear una situación que permita continuar la persecución de sectores opositores ligados a la candidatura unitaria de María Corina Machado. Toda esta situación preocupa, aunque no sorprende”.
Este es un régimen genéticamente mentiroso. La mentira ha sido siempre su soporte desde que nacieron de las entrañas del golpismo, allá por 1992.
La mentira original estuvo en que sus propulsores eran desde entonces unos facciosos traidores a la Constitución de 1961 y a su propio juramento como oficiales de las Fuerzas Armadas Nacionales. Hipócritamente, y desde las sombras –donde sólo trabaja el crimen, decía Simón Bolívar-, urdieron aquellos sanguinarios golpes de Estado llegando al colmo de engañar a humildes soldados para utilizarlos como carne de cañón en procura de sus torvos propósitos.
Fracasadas las intentonas golpistas de febrero y noviembre de 1992 y puestos en libertad la mayoría de ellos por aquellos contra quienes conspiraron, siguieron su cadena interminable de mentiras. Así lo hicieron al pretender convertir su chapucería golpista en una “hazaña militar” y “justificarla” con argumentos exagerados y falsos. En verdad, el país no estaba entonces ni remotamente tan mal como ahora.
“Llegados al poder, saquearon y arruinaron al país y creció la corrupción como nunca antes, robándose centenares de miles de millones de dólares de los venezolanos”
Fieles a su hipocresía original siguieron mintiendo. En las elecciones de 1998 se disfrazaron de “mansas ovejas” para ocultar su verdadera naturaleza. Por desgracia, hubo quienes les creyeron y cayeron en la trampa votando por ellos. Claro, entonces su candidato se jactaba de ser demócrata y negaba ser socialista; decía que en Cuba había una dictadura condenable; que -si ganaba- sólo sería presidente una vez; que acabaría con la corrupción y repetía hasta el cansancio sus ofertas de conciliación, paz y libertad.
Pero esas promesas se convirtieron luego en la más descomunal mentira se les haya dicho a los venezolanos entonces. Llegados al poder, saquearon y arruinaron al país -cuando más recursos tenía- y creció la corrupción como nunca antes, robándose centenares de miles de millones de dólares de los venezolanos.
Desde el 2000 las elecciones se convirtieron en otro engaño. Trampas, ventajismo corrupto y corruptor y un Consejo Nacional Electoral (CNE) a su favor, validaron entonces cada resultado. Luego enfermó el jefe del proceso y todo fue otra vez una sucesión de mentiras. Nicolás Maduro, su sucesor, decía que aquel estaba muy bien, que se reunía con ellos y hasta hacía ejercicios, cuando se rumoreaba ya que estaba muerto. Cuando les convino, fue entonces cuando anunciaron la extinción de su jefe.
Por eso mismo, siempre les han mentido a los venezolanos sobre la colosal crisis que nos agobia, causada por el actual régimen y sus desacertadas medidas que acabaron con la producción nacional y crearon la pobreza, carestía y desempleo que hoy sufrimos. De allí viene la otra mentira cínica de “la guerra económica”, una guerra que inventó la cúpula del régimen y que, por lo visto, perdió. En 2017 anunciaron otra mentira: la elección de una Constituyente que nos costó una millonada y que no cumplió su cometido, todo lo cual configuró una nueva burla a los venezolanos.
Ante su incapacidad, corrupción e ineptitud como gobernantes siempre se escudan en sus mentiras, sin admitir jamás su culpabilidad en el desastre que han creado desde 1999. Por el contrario, invariablemente inculpan a los demás con su disco rayado de mentiras habituales (el imperio, la derecha, la guerra económica, etc.) y nunca les han dicho a los venezolanos la verdad sobre las dimensiones catastróficas de la tragedia producida por ellos mismos en estos 25 años.
La última gran mentira del chavomadurismo -de proporciones gigantescas como pocas veces- la constituye el referendo consultivo del pasado 3 de diciembre, cuyas cifras de participación fueron minúsculas. Ello, sin embargo, no fue óbice para que el régimen y su CNE las abultaran de manera escandalosa y mendaz en 10 millones de electores, desmintiendo sus cifras iniciales, contabilizadas por las respuestas a cada una de las cinco preguntas, todo lo cual sumaba una cantidad de apenas dos millones; cifra que también resultó dudosa para los entendidos, vista la patética soledad de los centros de votación ese domingo 3 de diciembre.
La mentira, en este caso, más que apuntar al meollo de la justa y legítima reclamación del Esequibo por parte de Venezuela -que debe contar con el apoyo de todos-, pareciera dirigida a crear una situación que permita continuar la persecución de sectores opositores ligados a la candidatura unitaria de María Corina Machado; tal como lo revelan las acciones del régimen en los días siguientes al referendo en cuestión.
Toda esta situación preocupa, aunque no sorprende. La mentira siempre ha sido un arma inescrupulosa en las manos de quienes ejercen perversamente el poder. La famosa frase del doctor Joseph Goebbels, ministro nazi del Tercer Reich, encierra una monstruosa mezcla de cinismo e ironía: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. Por eso mismo, los regímenes antidemocráticos siguen usándola como parte de sus políticas desinformativas y propagandísticas.
El régimen venezolano no ha dudado en hacer suya la recomendación del ministro de propaganda de Hitler.