El valor de Cristiano…. Por Gustavo Tovar-Arroyo

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El inexplicable Obidos
Escribo en Obidos, Portugal, pequeña villa de la Edad Media ubicada a poco menos de cien kilómetros al norte de Lisboa. Es una ciudad inexplicable, al modo que también lo son Venecia, Praga, Viena, Guanajuato o París. Está cercada por una muralla de piedra que se erige a los alrededores de un castillo medieval que conserva intacto su esplendor. Sus casitas azuladas, sus calles empedradas, su alma de viejita elegante, no se pueden narrar con palabras porque no hay palabras que describan la experiencia de estar aquí.
Si no has venido, ven. Me lo agradecerás. Portugal es el mejor secreto guardado de Europa y Obidos lo es a su vez de Portugal.
Deja de leer este suelto ya, no sigas, planifica tu venida, no esperes.

El deleite de volver
Es la tercera ocasión que vengo a Portugal, antes había visitado sólo Lisboa y Oporto, no tenía idea –lo confieso– de las maravillosas y diversas alternativas culturales e históricas que ofrece la nación lusitana, sus misterios rurales, sus viñedos, sus tonalidades urbanas, su colorido antropológico, sus brillantes noches, su abundantísima memoria histórica, su expresión artística, su comida, en fin, el enorme mosaico de dulzuras (y sus panaderías) con que nos seduce y deleita este enigmático y hermoso país.
El cambio desde la última oportunidad que estuve en Portugal a la fecha ha sido a un tiempo sorprendente y delicioso. Estoy mudo de admiración.
Espero que para este punto de lectura ya hayas planificado la visita.

El valor de Cristiano Ronaldo
Antropológicamente me dio curiosidad entender las razones de una transformación tan evidente entre una visita y otra. He indagado entre personas de todas las edades, estratos sociales y oficios (panaderos, empresarios, académicos, etc.), hay variopinta abundancia en explicaciones, pero una me cautivó especialmente: la presencia como modelo e ícono cultural de Cristiano Ronaldo en la sociedad portuguesa. Su éxito y disciplina, su vida familiar, su aspiración a triunfar y, como otra forma de libertad, de vivir en prosperidad sin prejuicios socialistas ni falsas culpas cristianas han marcado a los portugueses. Cristiano está presente, muy presente, en la vida íntima de esta nación.
Miles de “Ronaldos” caminan por las calles con sus familias, apolíneos jóvenes que emulan a su héroe mostrando la transformación espiritual en la nación hacia la prosperidad, a cada paso.
El milagro portugués ocurre por el ejemplo, impresionante.

La vida paralela del eminente
Plutarco, Vasari, Carlyle y más recientemente Enrique Krauze, nos han ilustrado y comprobado la importancia de la biografía (la vida de la persona y su influencia en el contexto histórico) en el desarrollo a veces intangible, la mayoría muy tangible, de los pueblos. Cristiano no necesita biógrafos porque la suya es contada –como nunca antes en la historia– en vivo y directo por medios de comunicación y redes sociales, entre campeonatos y logros increíbles. Su indoblegable liderazgo y su ética profesional, además de su talento, están marcando la época, especialmente en Portugal.
El portugués hoy aspira triunfar, es dedicado, disciplinado, exitoso, próspero, posee una fortaleza que lo distingue y lo enaltece frente al mundo. El portugués se reinventa en el virtuosismo.
Lo estoy viendo en cada ciudad que visito; lo bebo en cada vino.

El Portugal que es Venezuela
Como sabemos, una dominante esencia cultural venezolana proviene de su migración portuguesa. Portugal para los venezolanos es parte de nuestra naturaleza antropológica; a nuestro modo somos portugueses. Pueblo huraño y mal encarado a veces, ensimismado y desafiante, pero creativo, industrial, trabajador y virtuoso, emigró en el siglo XX a Venezuela junto a italianos, españoles, alemanes y libaneses para educarnos –con el ejemplo como Cristiano– en el trabajo, la entrega, el sacrificio y la fortaleza moral. No hay desdén, hay oficio.
Venezuela –antes de la peste chavista– fue siempre mejor por Portugal, poco de lo bueno que aún resiste después de la devastación es por el espíritu lusitano que pervive en nosotros y que seguramente prevalecerá. Confirmo en esta dichosa visita que hay esperanza, mucha esperanza.
Seremos templarios del bienestar, campeones de la disciplina, goleadores de la libertad.
He aprendido tanto…