Estuve a lo lejos atento a la FILVEN que se desarrolló en el Estado Zulia, algunos títulos presentados y las muy escasas nuevas ediciones de escritores venezolanos, poco muy poco en el discurso y creo que todos estuvieron metidos en cintura del gobierno madurista y de los hombres de uniforme y bayoneta, ni una mínima crítica a la censura y mucho menos un gesto de solidaridad con los trabajadores presos por causas políticas, botellas que chocan y voces gritando «SALUD».
Y pasando la hoja están los periódicos censurados, los salarios de tres dólares mensuales, los millones que huyen de la cólera madurista, la indigencia, las escuelas vacías, la matraca en las carreteras y la memoria de teflón de la intelectualidad orgánica del madurismo celebra, los brindis, el aperitivo, el almuerzo y ni una frase donde pidan por la libertad de algún detenido, de algún amigo, de algún conocido, son como los intelectuales de los años del trujillismo dominicano o de la intelectualidad de que se pone firme ante Daniel Ortega. Viven y conviven en su burbuja, celebran, festejan, se abrazan.
Ni una nota simple, ni un manifiesto coro, ni un comentario contra la tortura, el crimen político, la persecución, solo manifiestos a favor de quien manda, de quien ordena, de quien publica o les publica, revisan sus textos, sus comentarios todo esa medido, nada se puede pasar por alto, se corrigen, se censuran, se hablan a ver que palabra del prólogo o el epilogo será más agradable al poder, más digerible a los servicios de inteligencia, que oración larga permitirá que los que mandan por lo menos lo miren tímidamente.
Yo solo observo a la distancia, con cierta imprudencia «lo adulante es contagioso» diría mi padre, lo adulante está en tantos que parece una tupida lluvia en medio del calor de la TIERRA DEL SOL AMADA si ese libro de José Rafael Pocaterra, donde con arte y maña logra dibujar a más de una de esas familias encopetadas de ese pedazo de geografía nacional.
La «intelectualidad» madurista está donde el amo quiere, el amo aplaude, el amo premia, el amo grita, pero no ofende, el amo censura, pero es víctima, el amo persigue, pero es lastimado por tipos como, crean un discurso para victimizar verdugos, van de la mano del hombre de macana, de algún gobernador a dedo que es especialista en artes marciales que acaricia la espalda de los intelectuales al servicio del Estado.
Yo solo observo a la distancia y con prudente andar «lo adulante es contagioso» diría mi padre, lo adulante está en tantos que parece una tupida lluvia en medio del calor de la TIERRA DEL SOL AMADA si ese libro de José Rafael Pocaterra, donde con arte y maña logra dibujar a más de una de esas familias encopetadas de ese pedazo de geografía nacional.
La «intelectualidad» madurista está donde el amo quiere, el amo aplaude, el amo premia, el amo grita, pero no ofende, el amo censura, pero es víctima, el amo persigue, pero es lastimado por tipos como, crean un discurso para victimizar verdugos, van de la mano del hombre de macana, de algún gobernador a dedo que es especialista en artes marciales que acaricia la espalda de los intelectuales al servicio del Estado.
Mientras tanto Rodney Álvarez está preso, es acosado, sabiendo todos y cada uno de los espadachines literarios del régimen que es un trabajador inocente, ellos tienen tiempo para celebrar su página impresa y hablar de una humanidad que carece de humanos. las letras saltan con un glamour incomparable, subliman el aire, maravillan al tocayo del vencedor de Austerlitz y al derrotado en Waterloo.
Bien por la FILVEN, bien por cada hoja publicada, bien por los que escriben y lo que escriben. Estamos obligados a leerlos a enterarnos de sus nuevos textos, pero dejen de hablar de libertad de palabra, cuando ustedes saben que hablar de más en la Venezuela madurista es un acto de atrevimiento mayúsculo, sus tímidos cantos no inflaman el alma y los desalmados que ejercen el poder solo los miran con algo de simpatía. Mientras tanto leo un texto muy corto de un trabajador detenido en Venezuela que no tiene de ustedes ni una sola palabra. Ni un solo vuelo de sus voces. En fin, la FILVEN son muy pocos libros, muchas palabras, que intentan justificar la violación constante, sistemática y cotidiana de los derechos humanos en la Venezuela del siglo XXI. Libertad para Rodney Álvarez y los más de cien trabajadores presos de conciencia en Venezuela.
Nota a pie de página: Son pocos pero son, los que asisten a la FILVEN y su palabra es como un bisturí que logra cortar la cortina de opacidad que hoy sostiene a un gobierno. Bravo por ell@s
Por: Yuri Valecillo
Fuente: Aporrea