Estadounidense relata la ‘película de terror’ de su cautiverio en Venezuela

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De toda la depravación que soportó mientras estuvo preso en Venezuela, Osman Khan dice que nunca olvidará las sonrisas en los rostros de sus torturadores.

POR MICHAEL WILNER Y ANTONIO MARIA DELGADO / El Nuevo Herald

Cuando los oficiales de inteligencia militar interrogaron al estadounidense de 24 años, exigiendo saber si era un espía y cuál era su posición sobre un sistema político venezolano del que no sabía nada, se rieron mucho. Cuando los guardias venezolanos le apuntaron con una pistola para obligarle a escribir una serie de palabras al azar que luego supo que fueron usadas en su contra, los oficiales bromeaban entre ellos.

Y cuando Khan fue detenido por primera vez, conducido a una casa indistinta en un área residencial cerca de la frontera con Colombia, tres oficiales también reían entre dientes cuando repentinamente le propinaron un golpe que le llevó a caer al piso para luego postrarlo sobre una camilla de metal donde lo amarraron. “Me pusieron un trapo encima que olía a gasolina”, dijo Khan a McClatchy y al Miami Herald en su primera entrevista desde su liberación. “Comenzaron a verter algo sobre mí y simplemente comenzaron a ahogarme. En serio pensé que iba a morir”.

“No es como que querían seguir preguntándome”, agregó Khan. “Simplemente siguieron haciéndolo y haciéndolo, y parecía que les estaba dando placer”. Khan fue uno de los siete ciudadanos estadounidenses detenidos injustamente en Venezuela que fueron liberados en un intercambio de prisioneros entre Washington y Caracas el 1 de octubre.

De todos los liberados, era el más joven y quizás el menos preparado para el trauma al que fue sometido. Recién graduado de la Universidad de Florida Central, Khan todavía sufre los efectos de de su detención y tortura, las cuales le provocaron convulsiones regulares que padece hasta el día de hoy.

Ha decidido hablar con la prensa, dijo, porque está decidido a ayudar a liberar a los estadounidenses que quedaron bajo custodia venezolana. Al menos seis ciudadanos estadounidenses permanecen detenidos en Venezuela, posiblemente por motivos políticos. “Me gustaría ver llegar a casa a los otros estadounidenses que están en Venezuela. Por eso estoy haciendo esta entrevista”, dijo. “Creo que está mal usar a los estadounidenses como peones políticos y tratarlos tan inhumanamente como son tratados”.

Cuando Khan estudiaba finanzas y bienes raíces en la universidad, estableció una relación romántica con una chica colombiana y en una ocasión visitó el país para conocer a su familia. Su relación eventualmente terminó, pero su historia de amor con Colombia continuó, y decidió trabajar de forma remota desde el país andino después de graduarse en medio de la pandemia de coronavirus.

Estando ya en Colombia, Khan conoció a otra chica, esta vez de ascendencia venezolana, y comenzaron un romance aunque se lo tomaron con calma.“Salíamos de excursión”, dijo Khan. “Salíamos a caminar. Ni siquiera tuvimos nuestro primer beso hasta después de un mes de salir juntos”. Osman Khan visiting Washington, D.C. Courtesy of Osman Khan family Courtesy of Osman Khan family Después de varios meses de noviazgo, el padre de la chica los visitó en la víspera de Año Nuevo y les alentó encarecidamente a cruzar la frontera hacia Venezuela para conocer al resto de sus parientes.

“Su familia quería conocerme”, dijo Khan. “Su padre estaba tan interesado en que conociera a su familia como una señal de respeto que nos abrumó a los dos”. Khan accedió a hacer el viaje, pero el padre les dijo que cruzaran la frontera relativamente lejos de su ciudad natal, lo que generó sospechas.

No obstante, el medio hermano de su novia, quien es miembro de la Guardia Nacional venezolana, les aseguró que estarían a salvo. Khan procedió con el plan en enero de este año. Un taxi los estaba esperando y fueron detenidos inmediatamente después que cruzaron la frontera. Después de un interrogatorio inicial dentro de una instalación militar, Khan y su novia, a quien decidió no nombrar para protegerla, fueron llevados a una casa de tortura clandestina. Apestaba a orina y a heces, dijo Khan, y “parecía una escena de una película de terror”.

En una de las habitaciones, un grupo de personas tenían sus manos esposadas a sus espaldas pero de tal forma que sus rostros daban al suelo, y habían permanecido así aparentemente durante días. En otra habitación había un grupo de personas apiñadas una sobre la otra como si fueran una pila de troncos; éstas defecaban unas sobre las otras.

Entre las sesiones de tortura, Khan era colocado sobre una cama de metal con resortes que sobresalían y se le clavaban en la espalda. Finalmente, le dijeron que podía salir de allí si pasaba la prueba del detector de mentiras. Los oficiales llevaron a Khan a una habitación, lo abofetearon y lo desnudaron. Le ordenaron que no se moviera mientras lo sujetaban con broches de metal. “Ahí fue cuando empezaron a electrocutarme”, dijo.

“Sentí como un millón de agujas en todo mi cuerpo. Fue tan malo que, después de que terminaron, caí al suelo y comencé a vomitar. Y trataron de obligarme a comer mi propio vómito… Fue espantoso”, dijo. Solo entonces lo llevaron a la prueba del detector de mentiras, sus guardias y el supervisor de la prueba sonrieron en todo momento.

Finalmente lo sacaron de la casa de tortura. Pero en lugar de llevarlo a la frontera o a un aeropuerto civil, los captores de Khan lo llevaron a un aeródromo militar. Iba a Caracas. UNA CELDA HELADA Khan se enteraría más tarde que, a partir de ese momento estuvo bajo la custodia de la DGCIM, la Dirección General de Contrainteligencia Militar de Venezuela.

Los agentes de la DGCIM no dejaban de preguntarle si era un espía. Sin embargo, ya para ese momento, y luego de haber tratado de extorsionar dinero de su familia con falsas promesas de libertad, era mucho los que los funcionarios sabían sobre su prisionero, incluyendo la vida sencilla que llevaba en Winter Garden, Florida, y su reciente graduación universitaria. Lo pusieron en una celda helada, lo rociaron con agua fría, lo golpearon con frecuencia y ocasionalmente le inyectaban sustancias desconocidas, dijo. No le sirvieron comida ni agua durante los primeros cinco días allí, lo que provocó una rápida pérdida de peso y lo obligó a recurrir a beber agua del inodoro.

La ventana de la celda de su puerta se mantuvo cerrada. “Y luego, un día, escuché a un estadounidense hablando débilmente. Escuché la voz de Matthew Heath por primera vez”, dijo, refiriéndose a un ex infante de Marina que terminó siendo liberado junto con Khan el 1 de octubre. “Sinceramente, fue algo muy alentador, porque cuando llevas tiempo sin oír a nadie y todo lo que escuchas son ruidos de golpes, es algo aterrador”.

Ese rayo de esperanza, sin embargo, no fue suficiente para evitar que en un momento de desesperación Khan intentara quitarse la vida con un fragmento de vidrio de un espejo en su celda, dijo. “Traté de suicidarme”, explicó Khan. “Si no oyes ni ves nada durante tanto tiempo, si no socializas, si no sabes si hay alguien ahí fuera y no sabes cuándo vas a salir, toda esa incertidumbre — te asusta.

No pude soportarlo.” Khan cree que el intento de suicidio fue capturado por la cámara de una celda, lo que provocó que los guardias corrieran a su cuidado. A partir de ese momento, la ventana de la puerta de su celda permaneció abierta, y pudo gritar a través del pasillo de la prisión a los otros estadounidenses, conociendo sus historias. Heath comenzó a enviar comida y ropa a Khan, y le explicó lo que había aprendido sobre la práctica venezolana de detener a estadounidenses por influencia política. Khan descubrió que era parte de un juego mucho más grande. “Estaba siendo utilizado como un peón, una ficha por el gobierno venezolano.

Matt me explicó que eso estaba pasando”, dijo Khan. CASA EN FLORIDA A Khan, Heath y cinco ejecutivos petroleros de Citgo encarcelados durante años en Venezuela se les dijo que se irían a casa pocas horas antes de que se llevara a cabo un intercambio de prisioneros en la pequeña isla caribeña de Canouan en San Vicente y las Granadinas.

Los prisioneros estadounidenses abordaron un pequeño avión sin que se les dijera a dónde volaban, y bromearon entre ellos que muy bien podrían dirigirse a Cuba. “Hasta el final, nos trataron como criminales”, dijo Khan. Khan recuerda que se sintió aliviado por primera vez cuando aterrizó un avión estadounidense moderno, estacionado perpendicularmente a un avión venezolano de mala calidad, una maniobra que creía tenía la intención de evitar que los venezolanos despegaran sin que se completara el intercambio.

Las bolsas de los prisioneros fueron arrojadas a la pista y se les dijo que tomaran sus bolsas, una por una, y corrieran hacia el avión estadounidense. Los ejecutivos de Citgo partieron primero, seguidos por Heath y Khan. “Cuando entré en ese jet, comencé a llorar y a soltar gritos de alegría. No creo que haya sido más feliz en mi vida”, dijo. Khan sufrió una convulsión en el vuelo de regreso a casa y fue trasladado de urgencia a recibir atención médica al aterrizar en Texas. No estaba en condiciones de participar en la foto que se tomaron juntos los otros estadounidenses liberados.

Su recuperación continúa en su casa en Winter Garden con su familia. “Todavía estoy lidiando con el trastorno de estrés postraumático y las convulsiones, todavía estoy tratando de controlar todo eso”, dijo Khan. “Pero gracias a Dios, en general, estoy feliz. Estoy feliz de estar en casa, feliz de estar con mi familia. Feliz de ser libre.”