Fermín Toro contra el liberalismo europeo

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“Conviene refrescar la historia del liberalismo venezolano cuando en nuestros días se propone de nuevo como salvación. Sugiero a Fermín Toro como faro en una exploración que todavía nos deben los dirigentes del movimiento en la actualidad”. 

Con Informacion de La Gran Aldea

El país que se separa de Colombia en 1830 inicia un camino de desarrollo institucional y material determinado por la influencia del pensamiento liberal. Para los hombres que promueven la secesión es fundamental la ruptura con el entendimiento de la vida fraguado durante la dominación española, pero también con el intervencionismo del Estado que habían impuesto los triunfadores de la Independencia. Un auge del laissez faire, la apología de los negociantes, la publicidad sobre las bondades del gobierno de los más aptos y sobre las ventajas de la riqueza que saldría de su esfuerzo, crean un clima de opinión favorable en torno a la introducción del capitalismo moderno que conduce a cambios fundamentales de las costumbres.

Durante los gobiernos de José Antonio PáezJosé María Vargas, y Carlos Soublette, Venezuela se presenta ante el mundo como una flamante criatura del capitalismo que llegará hasta alturas insospechadas de bonanza y democracia. Las estadísticas respaldan la presentación, así como el estreno de un parlamentarismo que deja numerosas muestras de brillantez. El dinamismo de un pensamiento sobre los problemas de la sociabilidad, que jamás había iluminado el panorama, respalda lo apuntado por los números. Lo mismo sucede con las tertulias en las que se muestran las galanuras de la moda y del refinamiento. Pero no todos los autores de la época comparten el proyecto de modernización. El más importante de los antagonistas es Fermín Toro, quien en 1839 escribe Europa y América en El Correo de Caracas para distanciarse de las novedades que se imponían desde la cúpula. Es un extenso ensayo por entregas, en el cual se atreve a criticar sin subterfugios el modelo metropolitano que se quería mudar a Venezuela.

Toro llega a afirmar entonces que poco o nada bueno podía esperarse de países como Inglaterra, cuando las solas estadísticas de Londres daban cuenta de un panorama formado  por 20.000 indigentes, 115.000 ladrones y contrabandistas, 16.000 mendigos y 75.000 prostitutas. Son cifras de 1831 que toma de fuentes como el Recueil Industriel, a cuyas páginas acude después para destacar el sombrío panorama de ciudades como Londres, Liverpool, Manchester y Birminghan por el aumento de la criminalidad. Achaca la responsabilidad de la situación al control de la sociedad por un grupo selecto de individuos, que apuntalaron su poderío mediante la utilización de los adelantos científicos que entonces se hacían. De allí una pregunta fulminante que hace, con el objeto de evitar situaciones parecidas en Venezuela: “¿Créese que un príncipe en Rusia, o un baja en Turquía, es más influyente, más poderoso, más tiránico que en Inglaterra un lord con un millón de renta al año, o un fabricante de Manchester que, con sus salarios, a su capricho, alarga o acorta la vida a doscientas o trescientas familias?”.

En el caso de Francia no se detiene en exposiciones como la comentada, sino especialmente en asuntos como su descomposición en sentido político. Escribe sobre una “depravación moral” provocada por la violencia de la revolución del siglo XVIII, que impuso la fuerza como vehículo de dominación y trastornó los fundamentos éticos de la conducta. Veamos uno de los argumentos en los que más insiste: “Religión y moralidad son las faltas reales de Francia. Un pueblo inmoral e irreligioso no puede por mucho tiempo ser libre porque es esencialmente egoísta, incapaz de comprender otro motivo de acción que no sea el propio interés, y la libertad requiere sacrificio”.

La novedad de Europa y América radica en la calidad de las fuentes que maneja, todas recientes y, en la mayoría de los casos, procedentes de publicaciones académicas. También de la actualidad de los autores que acompañan su argumento -Say, Cousin, Lammenais, Sismonde de Sismondi, Leroux y Fourier- todos célebres en el continente de la revolución industrial. De ellos saca la propuesta de un socialismo que pueda solucionar los problemas de Europa, una salida que no se atreve a proponer para Venezuela porque entiende que todavía queda tiempo para arreglar sus entuertos, sin llegar a desenlaces extremos. Nadie se distanció entonces de los paradigmas europeos como el pensador que ahora nos acompaña durante un rato. De allí su trascendencia.

He trabajado con mayor pausa el texto en otro lugar, y ahora solo hago un comentario  superficial porque, como apunté en artículo anterior, conviene refrescar la historia del liberalismo venezolano cuando en nuestros días se propone de nuevo como salvación. Sugiero a Fermín Toro como faro en una exploración que todavía nos deben los dirigentes del movimiento en la actualidad.