Genocidio silencioso, Por El Nacional

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A veces hace falta repetir las cosas por varios medios para asegurarse de que la información llegue. Se trata de poner en perspectiva cifras que pasan por debajo de la mesa, porque son recogidas y procesadas por entes no gubernamentales, en este caso académicos, de otros países. Es ya común, casi un cliché, decir que el venezolano se está muriendo de mengua. Pero si se respaldan con un informe de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, se convierte en un hecho comprobado. Y también queda claro quiénes son los responsables de lo que está sucediendo.

El Nacional

La universidad acaba de publicar un informe que recoge su evaluación de la salud en Venezuela. A pesar de que no hay cifras oficiales desde 2017, lo que evidencian los datos levantados por los expertos de esta casa de estudios es prácticamente un genocidio lento, por acción y por omisión del gobierno chavista. Apenas 1,8% del PIB se invirtió en el sector en 2018, cuando la media en la región sobrepasa 4%. Esto es un dato muy frío, pero que sostiene las graves aseveraciones sobre la realidad del país y deberían encender las alarmas para que se entienda que es urgente una intervención que tenga como fin cambiar el curso del manejo del país.

Y si se quieren datos más llanos, de esos que entiende la gente, la Johns Hopkins asegura en su documento que la esperanza de vida del venezolano pasó de 72 años de edad en 1999 a 68,3 en promedio, 4 años por debajo de la media de Latinoamérica. La mortalidad infantil aumentó 63%, y la mayoría de los niños que fallecen son menores de 5 años de edad. Las madres también mueren, y ambas tasas están al contrario de lo que se registra en toda la región, en aumento.

Las enfermedades más recurrentes y las causas de muerte en los infantes son la diarrea y la neumonía. ¿Esto qué quiere decir? Que son males directamente relacionados con las condiciones de vida de los niños. ¿Y de quién es la responsabilidad de que no tengan agua potable o que no puedan comer lo suficiente para tener un buen sistema inmune que les permita luchar contra una gripe? Esa pregunta no se responde en el informe pero la respuesta es obvia.

Se mueren los niños, pero también los adultos. Hay repunte de enfermedades antes erradicadas casi por completo, como la tuberculosis que dobló en porcentaje entre 2014 y 2018. La malaria se incrementó en 893% entre 2007 y 2017, lo contrario a lo que se registra a escala regional. No hay manera de prevenir enfermedades como el sarampión o la tos ferina. Se acaba de anunciar hace unos días un programa de vacunación nacional que se hacía cada seis meses en los años de la democracia.

No pasa inadvertido para los expertos de la universidad estadounidense que alrededor de 70% de los hospitales carece de agua o electricidad; en 2020 estaban inoperantes 53% de las camas de hospitalización y en 2021 se calculó que cerca de 20 millones de venezolanos no tiene acceso a los servicios asistenciales. Es decir, es un problema global del sector que evidencia la poca atención gubernamental en más de 20 años.

¿Cómo puede explicarse esta situación que está matando lentamente a los venezolanos? Si no hay manera de acceder al sistema de salud público y nadie tiene suficiente dinero para acudir a la medicina privada, ¿qué les queda? Se trata de una condena que tiene encima por lo menos 90% de la población que vive en pobreza. La Universidad Johns Hopkins publica los números para tratar de llamar la atención sobre esta horrenda realidad que pone a Venezuela en un contexto de guerra genocida sin cuartel a la que el mundo le presta poca atención.

No hay manera de que el gobierno chavista admita esta situación para que por lo menos acepte la entrada de ayuda no solo monetaria, sino de especialistas que puedan apoyar en la reconstrucción del sector, así que se convierten en los perpetradores de un crimen de lesa humanidad. El derecho a la salud es el derecho a la vida, y en Venezuela la cúpula que manda lo viola todos los días.