Geopolítica autoritaria en ascenso, por Félix Arellano

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A la larga lista de problemas que enfrenta la región, muchos de ellos crónicos e históricos, que podríamos calificar como estructurales; ahora debemos sumar la creciente presencia disruptiva de la geopolítica del autoritarismo, que viene avanzando de bajo perfil, en una perspectiva persuasiva, desde hace varios años; empero, recientemente está alcanzando niveles más agresivos, incluso militares, como está ocurriendo en Nicaragua.

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Las potencias de la geopolítica del autoritarismo, en particular China y Rusia tienen tiempo actuando en la región, mediante del manejo de la información, la desinformación y la manipulación, en lo que se ha definido como una guerra híbrida; aprovechando las bondades de las redes de las telecomunicaciones, para penetrar en diversos sectores sociales, en particular en los jóvenes y movimientos políticos.

La guerra hibrida de la geopolítica del autoritarismo constituye uno de los temas que se está trabajando de forma exhaustiva desde la plataforma uruguaya Diálogo Político (DP) con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.

Desde que Xi Jinping asume la presidencia de China (marzo 2013), la estrategia de expansión del coloso amarillo se intensifica en alcance y contenido y la ruta de la seda representa su mejor expresión. Pero incluso la faceta persuasiva ha sido radicalizada, al extremo de promover abiertamente una nueva forma de democracia autoritaria.

En efecto, la Oficina de Información del Consejo de Estado de China, publicó un libro blanco que lleva por nombre «democracia que funciona», en diciembre del 2021, por medio del cual promueve las bondades de la democracia autoritaria, presentando al modelo chino como el mejor ejemplo a seguir, ante las debilidades de la democracia liberal occidental, que no logra resolver problemas como los altos niveles de pobreza y corrupción (María I. Puertas, DP).

Naturalmente el libro blanco del Partido Comunista chino no destaca que su sistema, que presenta como «altamente eficiente», se mantiene gracias a la sistemática violación de los derechos humanos fundamentales del pueblo chino, en particular la libertada de expresión y organización.

Lo que se está promoviendo es un sistema iliberal de partido único, que controla todas las instituciones y rechaza, con profunda represión, cualquier manifestación de crítica.

Al respecto, cabe recordar el histórico caso de la Plaza de Tiananmen, donde se rechazó con sangre una protesta juvenil, que promovía mayores libertades (3 y 4 de junio de 1989). Tal represión constituye una clara expresión de la «dinámica eficiente» de una democracia autoritaria.

La estrategia de debilitar la institucionalidad democrática, el orden liberal internacional y en particular el sistema de derechos humanos y la institucionalidad democrática es de larga data y de escala global. En los procesos electorales de la mayoría de los países democráticos se está registrando la creciente influencia de la conexión rusa o china en defensa de los movimientos radicales antiliberales.

En el caso específico de la Unión Europea, la influencia rusa, y en particular el liderazgo de Vladimir Putin, se ha vinculado desde hace varios años con los movimientos radicales de derecha y de izquierda; patriotas, nacionalistas y euroescépticos. Alianzas que se ha atenuado en los actuales momentos, debido a la irracional decisión del presidente Putin de invadir a Ucrania y la amenaza de chantaje nuclear que está planteando contra occidente.

Pero la estrategia de expansión de la geopolítica del autoritarismo en nuestra región también tiene su cara coercitiva, incluso militarista y, al respecto, cabe destacar la reciente aprobación por la Asamblea Nacional de Nicaragua, del ingreso de personal y equipo militar ruso a su territorio, decreto que fue aprobado con 78 votos a favor, ningún voto negativo y 11 abstenciones.

Por otra parte, desde hace algún tiempo la comunidad internacional ha planteado preocupación por la presencia militar extranjera en Venezuela y, el reciente caso del avión de bandera venezolana que llevaba tripulantes de nacionalidad venezolana e iraní, retenido en el aeropuerto internacional de Ezeiza en Argentina, ha encendido alarmas en la región, pues se presume que tanto el avión como el personal iraní, están vinculados «con la Fuerza Quds, un poderoso brazo paramilitar de élite del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC)«. (BBC mundo 130622).

Para exacerbar el conflicto geopolítico en la región, Colombia ha sido aprobado como un aliado preferencial estratégico de la OTAN. Desde 2017, Colombia se unió a la OTAN como socio extracontinental y, desde diciembre del 2021, el gobierno colombiano asumió mayores vinculaciones con la organización y paso a ser un aliado preferencial estratégico.

Adicionalmente, son viejas las denuncias que circulan en los medios de comunicación, sobre grupos vinculados al terrorismo internacional haciendo vida con facilidades e impunidad en varios países de la región.

La presencia militar rusa en la región constituye un factor de alta sensibilidad en particular para los países vecinos de Nicaragua, más concretamente Costa Rica, que además ha desarrollado la acertada política de desmilitarización del país, y ahora se encuentra con una fuerza militar extranjera en sus fronteras. Fuerzas militares de un gobierno que no ha tenido temor para invadir a su vecina Ucrania y está amenazando con movilizar sus tanques a otros países de la zona.

En el contexto de la gravedad de los acontecimientos en Nicaragua, no podemos dejar de expresar nuestra sorpresa, para decir lo menos, ante la actitud que están asumiendo los presidentes Alberto Fernández de Argentina, quien ejerce actualmente la presidencia Pro Tempore de la Celac y Andrés Manuel López Obrador de México, anterior presidente Pro Tempore, quienes han desarrollado una aguerrida defensa de los gobiernos autoritarios, pero hacen un mutismo absoluto en el tema de los derechos humanos y, en estos momentos, ante una potencial militarización geopolítica de la región, mantienen un silencio penoso e irresponsable.

Conviene destacar que como presidente Pro Tempore, el Presidente Fernández está obligado a defender la vigencia de los compromisos adoptados en la Celac y, en tal sentido, en II Cumbre de la Celac, efectuada en enero del 2014, se adoptó como un compromiso fundacional, que la región de América Latina y el Caribe constituyen zona de paz.

Por otra parte, conviene resaltar que la Unasur, una organización que, no obstante su profundo debilitamiento, promueven los presidentes de Argentina y México, también aprobó en sus principios fundacionales que nuestra región constituye una zona de paz y cooperación. Adicionalmente, tenemos un compromiso mayor, pues los países de la región han suscrito el Tratado de Tlatelolco para la proscripción de las armas nucleares en 1967.

En los discursos cargados de pasión varios de nuestros gobernantes, en particular los populistas, exigen una actuación autónoma, superando relaciones de dominación y subordinación con las potencias, este es un momento, ante la creciente geopolitización de la región, para exigir el cumplimiento de los compromisos suscritos y propiciar una autentica zona de paz y seguridad en nuestra región.

Pero también como ciudadanos debemos estar atentos para rechazar las campañas de manipulación informativa de la geopolítica del autoritarismo, orientadas a la destrucción de los valores libertarios, la institucionalidad democrática y los derechos humanos.