La carta, Por El Nacional

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Jorge Rodríguez quiere una carta. No «esa carta desgraciada, puño y letra de mi amada», en la voz de nuestro cantor Gualberto Ibarreto. No. Él quiere una carta de disculpas. Para ser político, tiene la piel muy fina. Hay que entenderlo, afanado como está en la cruzada anticorrupción ㅡun degüelle de cabezas de «revolucionarios» desgraciadosㅡ no ha tenido tiempo para la cita con el diván. Tan apreciado, tan cómodo, para el doctor Rodríguez.

El Nacional

Todo viene a cuento a propósito del reciente fallecimiento de Tibisay Lucena, quien durante 14 años (2006-2020) ejerció la presidencia del Consejo Nacional Electoral. Rodríguez buceó en las aguas bravas de las redes y, contrario a la templanza de su formación profesional, se sorprendió. El que siembra vientos, cosecha tempestades, reza el dicho. Cierto es que no estamos para oraciones en estos tiempos calamitosos.

Podría darse por satisfecho, si la navegación del doctor Rodríguez fuera más selectiva, con el tuit de Vicente Díaz, quien presidió la Comisión de Participación Política y Financiamiento del CNE en los períodos de Lucena, y dijo con valentía: «Me duele y lamento enormemente el fallecimiento de Tibisay Lucena, muy triste en lo personal. Confrontamos duro, pero las diferencias políticas siempre las administramos desde el respeto y el aprecio. Mujer de coraje y pasión. Un abrazo sincero a toda su familia. Adiós Tibisay».

Sería mucho pedir que Rodríguez se paseara por esa anécdota que se atribuye a Carlos Soublette, dos veces presidente de Venezuela en los inicios de la República, cuando ante las burlas a su mandato dijo: «Lo peligroso sería que el presidente se burlara de los ciudadanos». ¿Burlados unidos, nunca serán vencidos? Al menos, no satisfechos ni siquiera en la hora de la muerte.

Podría Rodríguez, que llama “bastardos” a todos los opositores, echarle un ojo a Ronald Dworkin, catedrático de Derecho y Filosofía en New York City University (en el imperio, claro, y en cuya ciudad vivió Lucena durante 8 años), sobre el derecho a la burla: “…en una democracia, nadie, por poderoso o impotente que sea, puede tener derecho a no ser insultado u ofendido”. Democracia, señor Rodríguez, es…

El examen crítico de la extensa gestión de Tibisay Lucena al frente del Poder Electoral ㅡelevado a tal categoría en la Constitución de 1999, con similar rango al de los tres poderes tradicionalesㅡ es pertinente y necesario. En Venezuela no está consolidada la primacía del voto, que es el sustento de la legitimidad de quienes gobiernan. Una primacía que fue un rasgo distintivo de los primeros 40 años de vida democrática desde 1958 e incluso un poco más, con procesos electorales de alta participación que ofrecieron resultados consistentes.

Lucena, que tuvo una trayectoria de 20 años en el Consejo Nacional Electoral, pasó de ser una reconocida técnica electoral, incluso fuera del país, a una figura política con acciones que desdibujaron su perfil técnico y contribuyeron a aumentar la desconfianza en el sistema electoral, su proceder y decisiones.